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Anatomía de la represión en Cuba.


Por Francisco Almagro Domínguez.


Hasta hace un par de décadas la represión del disenso en la Isla operaba en varios círculos concéntricos y complementarios. El primero, esencial, era el individuo. Cada ciudadano era su propia policía. Cada cual sabía lo que podía hacer y qué no hacer con sus ideas, sentimientos y conductas. Había sido un largo proceso por las llamadas organizaciones políticas y de masas. Cada familiar, cada amigo, cada vecino era un potencial espía. Para rematar tan siniestro propósito, la misma familia se encargaba de reprimir a nivel doméstico con expresiones tales como “no te metas en problemas”, o “nosotros no vamos a poner los muertos”.

Ese círculo represivo comenzó a debilitarse en la medida que las nuevas generaciones, aquellas que no conocieron los fusilamientos ni las largas penas de prisión emergían bajo la mentira dictatorial que la revolución era incapaz de una tortura, un desaparecido, un fusilado sin causa justa. La gente empezó a hablar, a expresarse cuando el traspaso de mando de hermano a hermano suscitó esperanzas, y nunca llegó el vasito de leche.

La segunda línea represiva importante son los llamados CDR (Comité de Defensa de la Revolución). No existe antecedente universal de un control ciudadano cada cien metros en todo un país. Al estilo de un panóptico, los CDR vigilaban y denunciaban a través de formularios a los vecinos desafectos al proceso, y los potencialmente peligrosos. Tal era su poder y control que para obtener un buen trabajo, el organismo competente debía hacer una verificación de idoneidad revolucionaria al CDR. Con el deterioro de la economía y moral del régimen, los chivatos del CDR empezaron a jugar a la bolita, traficar carne de res y gasolina. Hoy en día casi ha desaparecido la guardia cederista, una suerte de guardajurados vecinales.

El tercer circulo de represión y el primero a nivel social es la prensa escrita, radial, televisiva. El régimen controla cada estación de radio y televisión, y cada impreso, incluso aquellos que por pertenecer a iglesias y comunidades religiosas se agencian sus propios medios. Estos reducidos espacios de libertad controlada suelen estar infiltrados por agentes encubiertos de la seguridad del Estado. Ese coto de poder desinformativo-represivo ha visto languidecer su control sobre el ciudadano con las nuevas tecnologías e Internet. Hoy un teléfono celular tiene un poder infinito. Ya no hay un solo discurso.



El salto cualitativo está en los uniformados: policías y oficiales. A este nivel de represión se ejerce un control parcial sobre la comunidad, pues policía y CDR, como bien anuncia el régimen, funcionan de manera complementaria. Toda la información del barrio se recibe de la cuadra, de la llamada Zona del CDR, y esta va al Jefe del Sector, una especie franquicia de la unidad de la policía municipal. Semejante articulación de restricciones a la libertad del ciudadano se mantuvo incólume hasta hace muy poco, cuando el policía ya no tenía las mismas prebendas del oficial de la unidad, y el chivato cederista le tiraba un salve con la bolita o algún dólar venido del enemigo.

La seguridad del Estado es la máxima institución represiva. Por esa razón anda oculta. Hay cientos de miles de colaboradores, agentes de influencia fuera de la Isla, oficiales bien entrenados y con experiencia. No es una exageración decir que en cada empresa importante, en cada centro educativo o de salud como universidades y direcciones de salud de toda la Republica hay un compañero que los atiende.

Después del maleconazo, y ante la posibilidad de que se repitieran los hechos, la policía venía preparándose para tener cuerpos elites de intervención. Las llamadas avispas negras y otros cuerpos represivos datan de fechas anteriores. Su visibilidad se ha hecho posible en la medida que las protestas callejeras, puntuales, y antes del 11 de julio, iban en aumento. Nunca el régimen tuvo necesidad de usar toda su fuerza para reprimir al pueblo. Bastaba ponerles una camiseta o un pullover a rayas, como es habitual, para decir que son parte del pueblo enardecido y caerle a golpes de karate y tonfas a los inocentes -cosas que tal vez desearían hacerle a sus propios jefes.

Lo que ha sucedido hace unos días es el quiebre, piso por piso, de esa estructura represiva monolítica. En la rigidez excesiva, en el control absoluto, ha estado su principal debilidad. No son los días en que los chivatos cederistas controlaban toda la cuadra porque ellos mismos no saben a dónde va esto. Del mismo modo, los jóvenes policías lo único que han conocido es la diferencia abismal entre jefes y soldados: ya no tienen los privilegios de que gozaban hace unos años.

Un elemento decisivo ha sido perder el control de los medios de comunicación. Tal es así que han tumbado toda conexión con Internet en el país. Hoy Cuba es una nación apagada hacia el exterior. Por otro lado, la habitual prensa mentirosa, manipuladora, carece de credibilidad por el ciudadano medio: la narrativa del bloqueo y sus efectos en vez de convencer está produciendo un efecto anti-goebeliano. Deben cuidarse la boca y no seguir propalando la falacia de la mano gringa en esa insurrección. Aunque Biden se siga haciendo el sueco, en algún momento tendrá que tener oídos norteamericanos.

Confiados en todos estos poderes absolutos, invulnerables, los giles se han lanzado a apretar el cuello de los ciudadanos con la Tarea Ordenamiento, y el robo de dólares a la población. Se la jugaron con los apagones, y un Periodo Especial II. Cuba entera se encendió como en un carnaval revolucionario. Nadie organizó nada. Nadie le pago a miles de protestantes a quienes nada más hay que mirarles la facha para saber que quizás andan con la única ropa que poseen. Esa es la verdad, y ellos lo saben, y eso los tiene muy asustados.

Las imágenes de policías de uniforme y agentes de la seguridad dándole palizas entre cuatro o cinco a personas maniatadas, a mujeres, tirando balas de combate a una población indefensa, acaba de cambiar la historia de la mal llamada revolución cubana. Sabemos que esa ira, el abuso contra la población civil es producto de la impotencia, de la inseguridad; de que canalizan la ira al agredir a los semejantes y no a los autores del desastre. La violencia en grupos totalitarios siempre se ejerce en sentido horizontal, pocas veces vertical, hacia arriba.

¿Qué pasará de ahora en adelante? El régimen reorganizará la estructura represiva. Control de daños. Pero una sociedad totalitaria que ha basado toda su existencia más en el discurso inspirador, fraterno, que en la represión abierta o encubierta, ha cavado su propia tumba. Nunca debieron matar a nadie. Nunca golpear a individuos esposados. El régimen debió llamar a un diálogo nacional, simular que sienten respeto por los cubanos.

Probablemente sacrifiquen piezas para, temporalmente, hacer creer que ganan el juego. Tal vez tablas, por el momento. ¿Cuándo se irán? Nadie lo sabe. Lo que sí se sabe es que no cuentan con los recursos materiales y sociológicos para salir de la crisis. Solo un cambio radical es el único camino posible. Ya no cuentan con una monolítica anatomía represiva. Lo han perdido todo: hasta la inocencia. Y eso es, no importa lo que hagan ni cuándo, es irrecuperable.

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