Foto Unplash. Antonio Grosz
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Por Francisco Almagro Domínguez
Abandono temporalmente ciertos deberes escriturales para terciar en esta polémica tan interesante como perenne. Antes de comenzar puedo intuir que la verdad, en el caso que nos ocupa, deberá esperar bastante tiempo como para que sea develada; y quizás entonces poco importe si fulano fue “espía” o mengano “patriota”. Cada cual estará ocupado en asuntos personales y familiares, y la época de los juicios, legales y morales, habrá pasado de moda.
Dejado claro, pues, que a veces solo de especulaciones viven los listos, y daría por sentado que lo que llamamos asesinato de la reputación, o de modo más gráfico fusilamiento moral, es tan antiguo como el hombre mismo. Primero se acaba con el hombre social, y después eliminar al físico es más fácil. Se lee en el Antiguo Testamento, y en el Evangelio; en la tragedia griega y en los libros de historia romanos. En el Nuevo Testamento, para lograr la muerte de Jesús, Herodes no hace cosa que su “ejecución moral” en el Sanedrín y después frente a Pilatos. El pueblo judío, en su mayoría, se “fue con la bola” de que el Mesías era un impostor y lo crucificó como un bandido.
Una cosa es cierta en este tema: fusila o lincha moralmente quien quiere y quien puede hacerlo. Hoy en día todo ha cambiado, para bien y para mal. Con la tecnología y la democratización de las redes sociales ha venido una paradoja: los ejecutores son más, y la verdad es menos. Como cualquiera puede cargar un fusil mediático en sociedades libres, los francotiradores aparecen de la nada y ejecutan sin aviso o juicio previo. Se hace más difícil, a veces imposible, discernir entre la cizaña y el trigo. En regímenes totalitarios como el cubano, los snippers no se esconden, y ejecutan a la orden y sin desorden; una vez “fusilado” el culpable por elección del poder, su muerte social es peor que la física: es un cadáver insepulto, una suerte de zombi tropical –lo de tropical porque con dicha, los reciclan para tareas menores o, “le serán asignadas otras funciones”.
En comunicación social se suele trabajar más con los procesos que con los contenidos. No son las palabras, lo digital, sino la frecuencia y el sentido de las frases en un contexto determinado –lo analógico. Se trata de descubrir la meta-comunicación: lo que nos dice la comunicación de la comunicación. Luego, para el caso que nos ocupa, no es importante si alguien es “espía” o “agente de influencia”, si fue amigo o pariente del otro. Lo esencial es la percepción. La subjetividad. La secuencia de puntos en el mensaje y en un lugar. El Ahora y el Para Qué.
La lógica de Camila Acosta en relación con el Youtuber Guennady Rodríguez es que en un régimen como el cubano no hay términos medios. No existe ni ha existido una franja sin trincheras. Estás conmigo o contra mí. Para eso todo lo que haya que hacer, sin importar el cómo, es válido. Cuando parece haber un espacio de diálogo y entendimiento es porque los organismos de inteligencia y contrainteligencia así lo han planificado y sobre todo, controlado. Desgraciadamente, algunos funcionarios norteamericanos todavía subestiman la capacidad y la creatividad de la inteligencia cubana; se asombran cuando atrapados, los espías y agentes de influencia dicen no trabajar por dinero sino por convicción. Y no mienten. No deberían dudar de que aún hay miles de cubanos en la Isla dispuestos, por la razón que sea, a colaborar con la sobrevivencia del comunismo insular.
Si nos pusiéramos en los pies el régimen comprenderíamos por qué han florecido tantas páginas on-line, blogs y otros medios fuera de Cuba. Es la contraofensiva mediática anunciada, ya en práctica. Casi nadie leería o seguiría un medio de la Isla. Es como leer el Órgano Oficial, solo que menos oficioso. Pero un blog hecho y editado en España, en México o en la Florida, llama a la curiosidad. Los autores son tan emigrantes como el presumible lector; los autores tienen familia atrapada en la “Siempre Fiel”, un motivo para oponerse el embargo. Poseen, como los destinatarios, buenas leyendas contrarrevolucionarias, y a más de uno sobran motivos para “irse echando” de Cuba.
Tal vez la “paranoia” de Camila le ha hecho tomar un fusil –por cierto, bien apertrechado de balas-investigaciones- y atacar un enemigo que era invisible a la mayoría de los ojos en la diáspora. O tal vez no. El Youtuber es un simple chico con suerte… y dinero de quien sabe quién –follow the money. Lo que si creemos saber es por qué Ahora: en la medida que la situación económica y social de Cuba empeore, la guerra mediática contra la oposición real, no la leal, se moverá a los terrenos de nadie. El Designado y sus apandillados saben bien que nadie cree en sus libelos. Fueron para consumo nacional… sanitario.
La guerra comunicacional se ha traslado, hace rato, a las movedizas arenas del exilio; allí donde nadie es lo que parece, y lo que parece, no es. Puede que la periodista Camila Acosta nos haya colocado en ese espacio para el cual la mayoría no estamos preparados. La dimensión donde lo esencial es invisible para los ojos. La dimensión del Para Qué en vez del Por Qué.
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