Capitulo 7: Por los siglos de la luz
- Francisco Almagro

- hace 7 horas
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Han querido los azares de la literatura que dos de los más grandes escritores cubanos hayan nacido en diciembre: Lezama y Carpentier. Alejo Carpentier nació un día como hoy, diciembre 26, hace 121 años. Hoy publico otra parte del ensayo “La Familia en la Literatura contemporánea cubana”. Este capítulo está dedicado al polémico escritor donde se mezcla la política y el arte como un paradigma que convoca a la reflexión. Para quien escribe, “El Siglo de las Luces” además de una obra maestra del buen escribir, es una temprana advertencia de cómo pueden acabar las revoluciones que no transitan a la democracia. La familia de esta novela es un ejemplo de eso.

La cualidad que deseo en un hombre?
A.C. Que no se crea autorizado a sentarse a la derecha de Dios para juzgar a los hombres.
Alejo Carpentier[1].
I.
Carpentier, el hombre: Nació el novelista en Lausana, Suiza, el 26 de diciembre de 1904 aunque mintió siempre al decir que La Habana era el lugar donde abrió los ojos por primera vez. De que su infancia transcurrió en el Cotorro, también hay dudas. Pero con certeza realizó estudios en el Candler College y el colegio Mimó, interrumpidos por un viaje a Francia en 1912. Circunstancias históricas extraterritoriales, vinculadas a Europa, influyen en la concepción misma del hombre:
“Sí, es decir, que soy el resultado del caso Dreyfus. Mi padre era dreyfusiano en el seno de una familia dreyfusiana; y había abandonado Europa para buscar verdaderamente un nuevo clima. De ahí mi nacimiento en Cuba. Por lo demás, este trasplante no dejaba de tener relación con mis orígenes familiares, ya que desciendo de marineros bretones, aventureros del mar desde el siglo XVIII…”[2].
El padre, arquitecto de profesión, emigra a Cuba tras la proclamación de la independencia en 1902 porque, dijo alguna vez su hijo “podría encontrar allí su camino”. Pero no termina ahí la ascendencia y mixtura del futuro escritor:
“Se casó ( el padre) con mi madre, que era rusa, pero había estudiado medicina en Ginebra, donde se conocieron, y decidieron partir hacia Cuba”.[3]
Alejo padecía desde niño fuertes ataques de asma. El contacto con el campo cubano y la necesidad de evitar esfuerzos físicos exagerados pudo mantenerlo en una dicotomía tan dolorosa como formativa: refiere en numerosas entrevistas que al llegar a la adolescencia había leído casi toda la literatura clásica antigua, Cervantes, los cronistas de la Conquista, la picaresca y la novela épica medieval. Comienza a trabajar desde muy temprano “por causas ajenas a su voluntad”. Ha estudiado música con su madre, aunque el padre era también un “excelente violoncelista”.
En 1921 matricula la carrera de arquitectura, pero la abandona al comprender que no es su real vocación. Es entonces que se inicia en el periodismo, muy joven todavía - llega a ser jefe de redacción de Carteles con 21 años. Su vinculación al Grupo Minorista[4] data de esa fecha y en 1926 viaja a México donde conoce al pintor Diego Rivera. A su regreso prosigue en actividades de grupos izquierdistas y guarda prisión acusado de “comunista” durante algunos meses. Al salir de la cárcel emigra, indocumentado, a París ayudado por Robert Desnos. Conocerá en La Ciudad Luz a la avanzada intelectual de la época, desde los fundadores del Movimiento Surrealista hasta pintores como Pablo Picasso. Dirige estudios musicales - Fonoric. Viajes por Europa donde se relaciona con poetas como García Lorca y Alberti. Participa en el Congreso por la defensa de la Cultura en la convulsionada España de la guerra civil. Regresa a La Habana tras once años de ausencia. Tendrá una intensa actividad intelectual colaborando con Orígenes, Revista Cubana y Nuestro Tiempo; y en 1946 se instala en Venezuela donde vivirá hasta el año 1959 escribiendo para El Nacional. Al triunfar la Revolución Cubana regresa a su país y ocupa importantes cargos en el Consejo Nacional de Cultura, la UNEAC y la Universidad de La Habana. Como representante cultural realiza numerosas giras por el exterior hasta que es destacado en París como consejero cultural; fallece allí, a la edad de 76 años, el 24 de abril de 1980 en plena actividad creativa.[5]
Carpentier, el escritor: por sus entrevistas sabemos que era un hombre de disciplina en su oficio. Le concedía mucha importancia a la preparación y la estructura del futuro texto. Sobre su plan de trabajar, dijo:
“Saber lo que quiero hacer, para empezar. Lo cual es un proceso largo e ingrato. Trazar planos, tomar notas… Y cuando el propósito está maduro, trabajar como honesto artesano tratando de dar forma a lo concebido. No hay obra de arte ni de literatura, sin forma”.[6]
Más adelante, unos “consejos”:
“¿Consejos? Trabajar, trabajar, trabajar… Probar todos los géneros para saber cuáles corresponden realmente a su sensibilidad… Eso lo descubre el escritor por sí mismo, sin que tengan que hablarle o aconsejarle… La carrera literaria es la más larga de las carreras. Yo calculo que se necesitan veinte años de actividad para que la firma de un autor… empiece apenas a ser conocida por un público lector”.[7]
El artesano Alejo así revelaba sus instrumentos y métodos:
“Bueno; primero escribo con bolígrafo, que considero un gran invento para los escritores… Desde hace varios años empiezo a trabajar todos los días a las cinco y media o seis de la mañana (aunque me haya acostado tarde la víspera, es una mera cuestión de costumbre). A las ocho tengo un par de páginas escritas. No hace falta más. Al cabo de un mes, son sesenta páginas, y, poco a poco, se va construyendo un tomo. Al final de la tarde reviso y paso a máquina lo escrito. Pero si hay entusiasmo y las cosas salen bien, renuncio a la comida y sigo trabajando hasta terminar un capítulo o llegar a un punto determinado del relato. En esos casos, suelo terminar en un momento próximo a la media noche…”.[8]
No hubo una manifestación literaria que Carpentier no explorara desde la más temprana adolescencia; como tampoco expresión artística, desde la plástica hasta la música -una de sus pasiones y ocupaciones más importantes- que el novelista no conociera a profundidad. Pero siempre, detrás del narrador, estuvo el periodista, el oficio de estar al día y contar lo sucedido. Oficio, por cierto, que le permitió vivir en su país y fuera de él, y que conocía desde la época en que trabajó en los linotipos hasta que fue importante columnista de diarios como El Nacional, de Caracas.[9]
El ensayo fue también un terreno recorrido con eficacia por Alejo Carpentier. En La música en Cuba - encargo que se convertiría en obra imprescindible para la cultura cubana - el escritor hace una historiografía musical de la Isla “con una erudición que no desdeña la anécdota, el detalle pintoresco, la ocurrencia saltarina”[10]. No menos importantes son Tientos y Diferencias y aquella pequeña joya, catarsis del arquitecto y deambulante habanero que era, titulada La Ciudad de las Columnas.
Carpentier, el escritor, supo de frustraciones y los años duros de exilio en que París, para él, “no era una fiesta”. Sólo su talento pudo labrarle el camino a la inmortalidad; a la cumbre de las letras iberoamericanas y universales. Entre !Ecué- Yamba -O! - 1933 - y su primera novela exitosa - El reino de este mundo - median nada menos que dieciséis años; y para que aparezca Los pasos perdidos - consagración definitiva del narrador desde la crítica hasta el público - pasarán casi cinco años más; próximo a cumplir media centuria de vida el autor.
Fueron innumerables los premios de academias, editoriales y gobiernos al escritor cubano. Pero hay dos agasajos que él mismo consideraría relevantes: su elección como miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Asamblea Nacional del Poder Popular - parlamento cubano - y la concesión del Premio Miguel de Cervantes.[11]
Carpentier, el ilusionista: sin hacer un pormenorizado análisis de los recursos del literato, digamos que en los planos estético y teórico-práctico se le considera uno de los paradigmas de lo que él definió como lo “real maravilloso” y que otros autores llaman “realismo mágico”. Para el escritor, lo “real maravilloso” era la naturaleza misma americana, contradictoria y mítica como el tiempo, habitado a la vez por modernas ciudades y tribus que no conocían aún el idioma español. Dijo:
“Nosotros en Latinoamérica, tenemos las grandes extensiones de tierra; existen regiones que, precisamente por no haber sido descubiertas o investigadas tiempo, conservan su carácter fantástico. Nuestra naturaleza es gigantesca…”.[12]
En un divertidísimo pasaje de Concierto Barroco, Vivaldi y el “indiano” se encargan de remitirnos a lo místico y lo real de la historia, el hombre y la naturaleza americana:
“¿Y, para usted, la historia de América no es grande y respetable? El Preste Músico metió su violín en un estuche forrado de raso fucsina: “En América, todo es fábula: cuentos de Eldorados y Potosíes, ciudades fantasmas, esponjas que hablan, carneros de vellocino de rojo, Amazonas con una teta de menos, y Orejones que se nutren de jesuitas…”[13]
Utilicemos la metáfora del mago: avanzamos con Carpentier - el ilusionista, el alquimista, el trasmutado del tiempo y del espacio - hacia un escenario conocido y le veremos desempacar sus cajas mágicas, la franela con doble fondo, el sombrero de copa y la capa luciferina; sabemos que vamos a presenciar un acto de depurada técnica - y hasta sospechamos dónde y cómo esconderá o sacará los artificios; pero en un instante, en un leve pestañeo nuestro, somos llevados de la realidad a la más portentosa creación alternativa, del mundo de los crudezas humanas al ensueño esperanzado; y el mago Alejo se despide con una reverencia y hasta a veces - respeto por el público - nos explica de dónde ha hilvanado semejante acto.
Los estudiosos de su obra - menuda tarea la de descifrar el arte de la magia carpenteriana - nos explican una parte de su arte prestidigitador. Carlos Santander[14] cree que “cada novela de Carpentier tendrá un mundo escindido dualmente”. Se narra, según refiere, en dos ejes: espacial y temporal. El primero es un “aquí-allá” y el segundo un “ahora-entonces”. Opina que el “viaje” es el motivo estructurante que permite ir de uno a otro eje: “personajes y ambiente pertenecerán a esta ola, otra orilla y la acción no será sino el paso o el puente que lleva de uno a otro lado”. Otro “truco” del ilusionista para Santander es la emergencia del héroe, pues se trata de un hombre común enfrentado a una situación límite y esta conjunción “hace que lo maravilloso se ruede”. Ese punto, revelación o “milagro” lo veremos en todas las novelas: las grandes revoluciones o la canonización llevada y traída en El Arpa y la Sombra. Por último, se señala la “tarea” como elemento de un destino, la función social del personaje a lo cual él le diera sumo valor ético.
Régis Debray opinaba que Carpentier nos daba una distinta visión de perspectivas y contextos, y que el “realismo” se convertía en maravilloso desde la introducción de la Historia de América.[15] Pero Salomón[16] cree que la historia, en la novela carpenteriana servía, primero, para crear “una ilusión de lo verdadero”. Las fechas y espacios, dice este autor “hace que las precisiones temporales así introducidas se acerquen más a lo soñado o añorado que a lo estrictamente cronológico”. De aquí que existan, según Salomón, “tiempos superpuestos”. Esa sincronización de tiempos y espacios recurrentes hace decir a otro crítico, Carlos Rincón, que en la novela de Carpentier asistimos a una constante búsqueda entre el ayer y el presente.[17] Este autor considera de mucha importancia el uso de los simbolismos, el nombre como signo: “Carpentier mantiene un resto de ilusión en relación con la motivación del signo”[18]. Corrobora, además, lo que otros consideran uno de los soportes a la obra del novelista: los contextos y su relación supra temporal.
Uno de esos contextos - complejísimo momento histórico - es en el que se desarrolla El Siglo de las Luces; y tiene, a su vez, varios escenarios articulados: Cuba, París, Santo Domingo, Guadalupe, La Guayana y Madrid.
Cuba o el vórtice de la Revolución: sabido es que en el ojo de la tormenta no sucede nada, en apariencia. Cuando estalla la Revolución Francesa en 1789, la Isla no sufre consecuencias directas en lo político o lo económico durante los primeros tiempos. La sacarocracia cubana había dado algunas muestras de insatisfacción hacia la regencia española en relación con el comercio, pero en esencia no se planteaba la independencia de la Metrópoli. En 1791 los esclavos haitianos se rebelan contra el poder colonial y su ejemplo es seguido por otras colonias francófonas del Caribe. Producto de las revueltas se destruyen cafetales y plantaciones de azúcar, quedando la Isla en una posición ventajosa como exportadora de productos a Europa. Estos hechos - y el éxodo de colonialistas franceses a Cuba - hacen que, por primera vez, la clase esclavista criolla comience a preocuparse. En todo esto hay una singular paradoja: mientras soplan en otros lugares los aires de Libertad, Fraternidad e Igualdad, en Cuba florece como nunca la clase sacarócrata cubana - ya verdaderamente nacional por nacimiento e ideas nuevas.
Para 1793 hay una franca caída de las exportaciones caribeñas a Europa y es cuando España tiene los años más boyantes de su historia económica[19]. Mientras en Francia y sus ex colonias se ha decretado la abolición de la esclavitud, entre 1790 y 1822 entraran a la Isla más de 300, 000 esclavos y la proporción de africanos respecto a criollos negros será de 96.15 a 3.85. Precisamente unos meses antes de la Toma de la Bastilla, se dictó una Real Cédula que legitimaba en Cuba y otras colonias hispanas la esclavitud y la libertad de la trata negrera. Es fácil comprender que en el mundo gobernado por Madrid las cosas también cambiaban…al revés.
De aquella época en que la población cubana blanca llegó a ser superada por la negra, tiempos donde la masonería y la conspiración internacional precedieron al derribo de la monarquía francesa y la libertad de las Trece Colonias, momentos donde el Caribe bullía en Guadalupe, Haití y Santo Domingo, surge El Siglo de las Luces. El arribo de Víctor Hugues no es un fortuito destino, como tampoco lo es hallar receptividad en un grupo de jóvenes que simbolizaban los nuevos tiempos: la formación de la identidad nacional. De alguna manera, el germen del independentismo comenzó a flotar en las grandes ciudades cubanas, porque la clase hacendada criolla adquiría conciencia de sus discrepancias geográficas, económicas y sociales con la Península[20].
Pero hay un hecho histórico que nos gustaría resaltar por su paralelismo con la obra. A inicios del Siglo XIX llega a Cuba el Obispo Espada. Resulta ser un extranjero quién trae a la Isla las ideas más avanzadas en política, economía, arte, pedagogía, teología y salud. Espada era un hombre fuertemente impregnado de las ideas iluministas europeas. Bajo su protección - que no pocas veces provocó la ira de la Corona - florecieron sociedades, seminarios, cofradías benéficas y hospitales. Con razón se le ha considerado la personalidad que abrió la posibilidad para que el ser cubano pudiera hacerse real. Baste mencionar que Tomás Romay y Félix Varela, dos figuras fundacionales de la cubanidad, tuvieron del Obispo Espada el mayor apoyo[21].
Hablemos de la familia real de la época. Existen pocos datos que reflejen la estructura familiar en La Habana de entonces. Hay algunas referencias al predominio de familias extensas habitando amplias mansiones que oficiaban al mismo tiempo que hogares, espacios para almacenes y la dotación de sirvientes. Era ese un patrón muy característico del Siglo XVIII, la familia en su acepción esclavista romana. Vivía el “gran patriarca” con su esposa, a veces hermanos, hijos, sobrinos y sirvientes. La misma organización familiar se repitió en colonias portuguesas como Brasil, donde el patriarcalismo tenía una función vital para la estabilidad económica y social en ciudades como Río de Janeiro[22]. Otros datos revelan lo contrario en ciudades portuarias como Cartagena de Indias: la familia extendida era limitada y abundaban los hogares solitarios; la muerte de uno de los cónyuges alcanzaba al 17 % de las familias - cinco viudas por cada viudo.[23] Es preciso señalar que en América los colonizadores españoles aventureros y sin familias fueron siendo sustituidos paulatinamente por matrimonios concertados en las colonias o desde la Metrópoli. Es muy probable que La Habana del Siglo de las Luces, con independencia de los adulterios y “desacatos morales” de los hacendados criollos, haya tenido una cara distinta para la alta y media sociedad. La bigamia estaba prohibida por la Corona en toda América[24].
Familia patriarcal, ampliada, donde se convivía con los esclavos y sirvientes y se establecía, desde el hogar, la empresa; el grupo familiar de alta sociedad del El Siglo de las Luces pertenece a ese primigenio barro fundacional que lamenta, en las primeras páginas, la muerte del patriarca.
La novela en “síntesis”: jóvenes de una familia aristocrática cubana - dos hermanos y un primo - acaban de perder al último progenitor vivo - la madre había muerto en una epidemia de influenza años antes. Han quedado huérfanos, al cuidado del albacea los negocios y el aprovisionamiento de la casa. Pasan el duelo en juegos inútiles. Un día llega a la casa, anunciándose con aldabonazos, Víctor Hugues: comerciante francés, masón, marino conocedor de las Antillas. Recelos y distancias hacia el francés, que los cautiva con su ingenio; Esteban, el primo asmático, hace una crisis donde Hugues se anota un triunfo: trae al mulato Ogé, médico haitiano que mezcla la medicina natural con la sabiduría académica europea. Esteban mejora. Poco a poco Hugues demuestra que Don Cosme desfalca a los “pobres huérfanos” y queda, por muy breve tiempo, a cargo de los negocios. Persiguen a Víctor y a Ogé por masones en una Habana convulsa; los jóvenes amigos cubanos los ayudan a escapar hacia Santiago de Cuba, y de allí a Port-au-Prince. Aún en tierra cubana, Sofía tendrá su primera relación carnal con el francés, en las bodegas del barco, pero con los fugitivos sólo se irá Esteban.
Víctor Hugues y Esteban llegan al París revolucionario que ha detenido al Rey por traidor en Varennes; y el francés, experto en la geografía insular ultramarina es designado por el Directorio para reconquistar la Guadalupe y llevar al Nuevo Mundo las ideas de Libertad, Fraternidad e Igualdad. Se auxilia de antípodas: la Declaración de los Derechos del Hombre y la guillotina. En la isla Esteban asistirá a la transformación de Hugues quién termina siendo un hombre sin piedad hacia los “enemigos de la Revolución”. Esteban navega por el Caribe y oficia de ayudante en una empresa de corsarios que, al final, participan en la trata de esclavos y otras fechorías. Decide regresar a Cuba. Víctor ha sido llamado a París para su posible enjuiciamiento y cesantía. En La Habana han cambiado pocas cosas - según Esteban. Pero en su familia hay novedades: Sofía está casada con Jorge, un comerciante de ascendencia irlandesa y Carlos, el hermano de Sofía, está al frente de los negocios familiares. El fantasma de Víctor flota en la casa: preguntan por él, Esteban tiene una carta del francés a Sofía. Jorge muere por una epidemia citadina. Sofía guarda un luto hipócrita y tras la visita de un capitán de barco - el que había ayudado en la fuga de Hugues y Ogé - sabe que Víctor ha sido destacado en Cayena, lugar de retiro para importantes figuras de la Revolución. Parte ella hacia la colonia y mientras Esteban trata de detenerla se desencadena una búsqueda policíaca tras Carlos. Escapa este, Esteban va a la cárcel y Sofía navega a encontrarse con “su hombre”.
En Cayena, Sofía comprenderá que Víctor Hugues es incapaz de amarle como ella desearía y decide irse a España, lugar donde Esteban y Carlos parecen refugiarse por un tiempo. Allí, en la “Casa de Arcos”, asistimos a la rebelión de los madrileños contra las tropas de Bonaparte. Es el Dos de Mayo de 1808: “Luego vino la noche. Noche de lóbrega matanza, de ejecuciones en masa, de exterminio, en el Manzanares y la Moncloa”[25]. Sofía sale a la calle. “Hay que hacer algo”, dice. Esteban la acompaña armándose de un fusil de caza y se pierden en el “furor y el estruendo, la turbamulta y el caos de las convulsiones colectivas”[26]. No se sabrá nada más de ellos. Carlos ordena, dos días después, lacrar las cajas donde quedaban algunas pertenencias de su hermana y su primo y en la Casa de Arcos queda olvidado el anónimo cuadro de Explosión en la Catedral, que “parecía sangrar donde alguna humedad le hubiese manchado el tejido”.[27]
II.
Una consideración estructural: veamos este grupo como “atípico” en el contexto cubano de la época. Hay dos razones fundamentales: pertenecen a una clase acomodada de comerciantes, no vinculados a la producción de azúcar - principal actividad económica de la Isla -; y empieza su historia con la desaparición del último elemento de la díada parental, por lo que quedan “a la deriva” en un momento, para los vástagos, de grandes necesidades afectivas y educativas.
En la organización de la familia de la novela llama la atención la línea de parentesco suprimida; la figura patriarcal desaparece en el primer capítulo. Han quedado tres adolescentes huérfanos; Sofía, de unos quince años, salida del colegio de monjas, Carlos y su primo Esteban; todos al cuidado de sirvientes y de Don Cosme, el albacea. La historia que queda por detrás de los hechos puede inferirse: la pérdida en una familia monoparental ampliada - extendida por la presencia de Esteban. En no pocas referencias Carpentier muestra el “instinto” maternal de Sofía hacia su primo; es una resultante del proceso. Al mismo tiempo - otra atipicidad si nos atenemos a lo general- Carlos es incapaz de asumir el rol del padre y en su lugar el albacea administra los bienes. Esa estructura lineal, donde la única persona que centraliza en alguna medida la función del grupo es Esteban con sus crisis asmáticas, será terreno fértil para que sistemas externos puedan acceder a su núcleo.
Víctor Hugues, que está en la periferia, aparecerá de repente, tronando las aldabas del palacete habanero. Su calculada intromisión en la familia está favorecida por esa historia de pérdidas en la jerarquía familiar. Al descabezarse la jerarquía, el francés tiene la oportunidad de ocupar ese lugar, con la ayuda inconsciente que contra él establecen Sofía, primero y Don Cosme después[28]. El personaje de Hugues irá tomando un papel de líder en la familia y Carpentier ha dejado caer sutilezas, conductas propias de quien ha llegado a su casa cuando los jóvenes sienten el vacío en la estructura paternofilial:
“Y como era mucho el calor, pidió permiso para ponerse en mangas de camisa, ante el asombro de los demás, desconcertados por verlo penetrar con tal familiaridad en un mundo que, esta noche, les parecía tremendamente insólito…”.[29].
Algo que Sofía se encargará de registrar un poco más tarde:
“Sofía estaba nuevamente escandalizada ante el desparpajo de aquel intruso que se otorgaba, en la casa, atribuciones de pater familias”.[30]
Pero hay dos hechos que van a colocar a Hugues, definitivamente, en el Poder Legítimo, aquel que, a la vez referente, es pertinente[31]. Esteban tiene una fuerte crisis de asma y lo sacan a la calle - Sofía se estremece con La Habana “real” por primera vez. Al obtener una mejoría parcial, trae Víctor a otro personaje, Ogé, quién descubre que ciertas plantas y polvos desencadenan los ataques del muchacho. Como Esteban es ese elemento central en base al síntoma, Hugues se conecta al sistema a través de él, descongestionando la ansiedad que produce en todos - sobre todo en Sofía, “la madre” - la enfermedad. Más tarde veremos que Sofía “sentíase ajena, sacada de sí misma” y Esteban “tampoco era el mismo; muchos cambios se operaban en su carácter y comportamiento desde la noche de la portentosa curación”[32]. Los jóvenes huérfanos han comenzado a crecer, sin notarlo, bajo la sombra protectora de Víctor Hugues.
El francés tratará de acortar los caminos; aún el Albacea detenta alguna ascendencia sobre la familia. Un día Víctor los advierte de los manejos sucios que se hace Don Cosme a espaldas de ellos. La expresión de Sofía no puede ser más reveladora:
“Tal parece que estuviera hablando mi santo padre, que Dios tenga en su gloria”[33]
Para concluir su colocación - muy gráfico el disfraz de magistrado que usa Hugues en la fiesta - intenta tener relaciones sexuales con la joven Sofía, que ella rechaza entonces. Sexo y Poder que irán haciendo del Hombre de las Aldabas una persona imprescindible para esa familia habanera.
Era necesario, además, para que el “intruso” francmasón pudiera penetrar la familia, tener límites porosos - se explican por las pérdidas tempranas y la inmadurez de la membresía. Existen varios momentos en las primeras páginas donde a nivel familiar se adelantan el uso y el abuso que hará Hugues del Poder, una vez colocado “adentro”: ocupar la cabecera de la mesa, enfrentar a Don Cosme directamente o mantener con Sofía una relación carnal en el mismo buque donde se esconden su hermano y su primo. Hugues no logra el proceso de nucleación de la familia por circunstancias externas - ¿casuales? - y será parte de su narrativa el intento fallido de lograrla.[34]
Víctor, desde la lejana Cayena, continúa siendo central, una “luz” para Sofía, que a pesar de su matrimonio - después sabremos que se trata de una farsa - extraña su presencia. Ya ha existido un rompimiento de Víctor con Esteban, pero la posición de este en la estructura - periférico - hace que sus juicios no sean tomados en cuenta. La familia que se ha formado en La Habana tampoco podrá consolidarse. Aunque Carpentier no hubiera “matado” a Jorge, el esposo de Sofía, esa es una relación donde la apetencia sexual del consorte queda muy mal parada, cuando no se cuestiona veladamente su inclinación hacia los semejantes genéricos. Sofía entonces adquiere una dimensión mayor en la narrativa, y, praxis, como la simbolizara Carpentier, se desentiende de la tutela fantasmal de Hugues para participar en los hechos del Madrid insurrecto.
Funciones familiares en El Siglo…: El recién llegado comerciante encarna para el grupo todas las funciones familiares que han quedado detenidas por la ausencia del padre y la ineptitud de Don Cosme hacia los vástagos. El aprovisionamiento, la educación, la comunicación y la educación - tareas claves de la familia - se desempolvan como ese laboratorio de física, esos trajes de Sofía o esos instrumentos musicales, y vuelven a darle vida al grupo. De todas las funciones, muy consonante con la etapa vital que viven los jóvenes huérfanos, está la tarea emancipadora[35] que Víctor Hugues desempeña y donde, en interesante dialéctica, se fragua una dependencia del Poder.
Esteban es el más deslumbrado por esos ideales libertarios; su guion estará, a partir del mundo que le descubre el francés, en la búsqueda de los referentes sociales consonantes - nunca los hallará en “otros mundos”. Sofía, tratará de ocupar un rol de madre y esposa en el funcionamiento familiar; también, en alguna medida, se frustra. Carlos nunca llega a asumir eficientemente el papel administrativo; cuando lo ejerce a medias, se hace acompañar de Jorge, quién al morir deja la herencia de una persecución que volverá a hacer de él una personalidad dependiente. Véase en estos ejemplos la genial construcción psicológica de Carpentier: un padre criollo patriarca desaparece y es sustituido por un padre extranjero autoritario; el mismo ejercicio autocrático del poder y sus consecuencias nefastas, dadas en la inmadurez, la dependencia, el neuroticismo y la minusvalía de los miembros. ¿ Una lección más allá de la familia?
Síntoma, Poder e Historia Familiar: mucho antes de que Víctor aparezca en la narrativa de la familia, existe una relación dinámica en torno al síntoma “asma”. El padre de Carlos y Sofía ha cobijado a su sobrino, huérfano desde pequeño, sin “perdonarle” su padecer:
“Pero irritaban al comerciante los hombres faltos de salud - y más si pertenecían a su familia…”[36]
Esa relación construida sobre la debilidad de uno y la protección del otro - no “del otro” cualquiera, sino del patriarca - es un espacio relacional que Sofía llenará tras la muerte de su padre y que la alejará del claustro. Don Cosme celebra la actitud: “por haber asumido responsabilidades maternas, velando por los varones”[37].
Como sabemos, un síntoma se genera y perpetúa en un juego de relaciones y esas relaciones están signadas por el Poder o la capacidad que tienen unos miembros de influir en la conducta de otros. Por lo tanto, el síntoma puede ser visto metafóricamente como el asa de una olla: no es la olla, pero quién tenga el asa tiene la olla y puede hacer muchas cosas con ella[38].
Cuando Víctor Hugues hace su entrada en la narrativa familiar se establece un diálogo grupal - ineficiente, pero diálogo al fin - donde Esteban asume el rol de protegido por sus primos. El llamado “holón” de los hermanos se ha entrenado en la circularidad del síntoma y el efecto angustiante que provoca: quién logre disminuir la ansiedad sintomática, logra parte del poder. Además, la familia adolescente e inmadura practica hacer amigos y enemigos; ha aprendido a construir una realidad - sus puentes y calles de fantasía en el almacén - y tienen un universo que los individualiza como grupo[39]. Víctor entrará en su juego, sin poder o ascendencia alguna. Para ganar en autoridad debe comenzar a modificar el contexto relacional siendo, al inicio, congruente con la historia de los personajes y su dinámica de grupo[40]. Una vez dentro del sistema, asistimos a un proceso de recursividad donde el Poder se entiende, sistémicamente, como una entrada y salida de información: mandatario y subordinado en un todo de intercambios bidireccionales. El ejercicio de la autoridad, entonces, es resultado y a la vez causa de lo que modifica el sistema, porque el Poder necesita retroalimentación en los sistemas humanos que, por definición, son abiertos. Quizás ahí radique una explicación para entender la extinción de los modelos totalitarios y autocráticos a partir de las barreras que estos ponen a la recursividad o retroalimentación evolutiva. Eso será evidente en el sistema macrosocial durante el mandato de Hugues en la Guadalupe[41].
En el eje Síntoma Poder-Historia no podemos desconocer la importancia de los contextos y los emergentes que modifican los mismos. Toda la filosofía existencialista era conocida por Carpentier. Llegó a ser amigo de Jean Paul Sartre. Existe incluso una entrevista donde el escritor cubano refiere que el filósofo le ha hecho observaciones en torno al tema[42]. En la familia de El Siglo de las Luces no asistimos a la clásica descontextualización que modifica al grupo, sino a la evolución de la familia - o las individualidades - en diferentes contextos donde se termina asumiendo una ética y una responsabilidad por la existencia. A la idea sartriana de la moral de la libertad o la moral de la determinación[43], los jóvenes cubanos de la novela oponen una praxis funcional. Sofía encarnará esa pragmática de la solución en dos épocas y contextos diferentes. Al inicio, ante una crisis de asma de Esteban y al final, como cierre de una etapa familiar y social, casi con las mismas frases:
Esteban trató de detenerla: “No seas idiota: están ametrallando. No vas a hacer nada con esos hierros viejos”. “! Quédate si quieres! !Yo voy!”. “¿Y vas a pelear por quién?”. “!Por los que se echaron a la calle - gritó Sofía - Hay que hacer algo”. “¿Qué?”. “! ¡Algo!”[44]
Víctor Hugues, sin embargo, se encuentra más ligado a los contextos; al existir a través del Poder. Algo que quedará muy explícito en este pasaje:
“Pero tú… ¿Tú crees que es Dios?”, gritó Esteban, creyendo acorralarlo. “Esa es una cuestión meramente personal que en nada alteraría mi obediencia revolucionaría”, respondió Víctor. “Para ti la Revolución es infalible”. “La Revolución - dijo Víctor lentamente, mirando hacia el puerto, donde se trabajaba en enderezar el casco escorado de la “Thetis” - … la Revolución ha dado un objeto a mi existencia”[45].
La visión carpenteriana de la familia y de su historia -y su inserción, a la vez, en una épica mayor- se adelanta también a la época y está en la teorización actual sobre los sistemas y sus consecuencias. La clásica definición admitía que ciertas organizaciones generaban determinados problemas. Al cambiar el sistema - familia, por ejemplo - los problemas desaparecerían. Esa epistemología de círculos concéntricos eslabonados se le debe, en parte, a las ideas de Parsons. Pero al invertir la ecuación, tras la Segunda Termodinámica -más de veinte años después de escribirse El Siglo…- se comenzó a pensar en que cada problema podía generar su propio sistema[46].
Otro elemento derivado de la intuición filosófica de Carpentier es la apreciación de la historia como un proceso de caprichosas elipsis y azares determinantes. Si en la narración asistimos a increíbles hechos casuales que ponen hombres y circunstancias por encima del tiempo, el novelista fue sorprendido por los azares de la “vida real”. La novela de la Novela es de una eventualidad significativa: el narrador queda varado en la Guadalupe - Siglo XX - durante varios días y allí conoce al personaje de Hugues; tras la publicación del texto y sin que Carpentier conociera esos detalles, un pariente del francés le confiesa en La Ciudad Luz que Víctor amó a una cubana llamada Sofía y era, en efecto, masón. Ahí no termina la “historia de la Historia” porque un bisabuelo de Carpentier había ido a asumir el traspaso del Poder de manos del propio Víctor Hugues.
Debemos señalar que, desde la misma atipicidad de la familia de El Siglo de Las Luces, se teje el desconcierto de la familia cubana que pasará del XVIII al XIX. Época, como en la novela, donde los jóvenes criollos comienzan a mirar más allá de la metrópoli peninsular; etapa histórica de búsqueda de referentes foráneos - entiéndase que lo “español” no era extranjero - y forja paradojal, esos albores del Siglo XIX, de los más ilustres pensadores cubanos; aquellos que como Varela, Saco o Romay fueron fundadores de la cubanidad. Si Sofía y Esteban desaparecen en la multitud del Madrid tormentoso, Carlos va de regreso a la Isla. Detrás queda Explosión en la catedral, desangrándose en un pasado de ilusiones pisoteadas.
III.
Carpentier o la construcción de una realidad: en toda la obra narrativa de Alejo Carpentier asistimos a una fascinación por derrotar las cotas temporales y espaciales. Los personajes de la novela se mueven en sentido recursivo dentro de tiempos y mapas que parecen engarzarse para formar una tercera opción: la “realidad inventada”, lo Real Maravilloso, que desde el punto de vista psicológico puede ser el entretejido resultante de las yuxtaposiciones tan reales como infinitamente deslumbrantes al entendimiento humano.
El tercer elemento o cualidad emergente que es la totalidad, el mapa de intersecciones o la narrativa en sí, adquiere múltiples lecturas a partir de mezclar lo objetivo-histórico con lo subjetivo-creado. Desde Viaje a la semilla, pasando por El reino de este mundo, Los pasos perdidos - el paradigma - hasta La Consagración de la Primavera y El Arpa y la Sombra, Carpentier explota lo que algunos investigadores llaman la invención de una realidad[47].
En El Siglo de las Luces, el emergente o tercero va a tener una importancia capital. Los jóvenes cubanos no serán los mismos tras la llegada de Hugues y este no será el mismo después de asistir al París revolucionario; Esteban se impregnará de una experiencia vital junto al Delegado y el Caribe: surgirá en él, “otro” Esteban[48]. En un nivel superior de tipos lógicos, la novela porta una tesis sobre la ética de esa realidad que construimos o inventamos narrativamente: no es posible separar a los personajes de la historia ni al autor de sus propias creaciones[49]. Bajo ese prisma, toda explicación de Carpentier hacia el “comprometimiento” de la obra artística es coherente:
“La única novela válida de nuestra época es, para mí, la que nos muestra al hombre situado en un contexto colectivo, enfrentado a los grandes problemas de nuestro tiempo. Literatura comprometida, dirá usted. ¿Y por qué no? Sólo la palabra ha cambiado: antes se decía “novela de tesis” o “novela de ideas”… ”[50]
Otro detalle interesante en la obra del escritor es la paradoja viaje-presente y arraigo-futuro. En El Siglo de las Luces vemos como Hugues se convierte dialécticamente en su contrario, los personajes que odia; o Esteban, que inmaduro y deslumbrado por “otros mundos”, se ve en la necesidad de regresar a lo conocido descartando la fortuna iluminista. En ambos el viaje al futuro los devuelve al presente. Ese planteamiento estará siempre en la narrativa de Carpentier, desde El reino de este mundo, con su final aleccionador, hasta el magistral crisol de Los Pasos Perdidos. En todos los casos se da la escisión contemporánea de la búsqueda como causa de no hallar o hallar lo no buscado[51]. En El Siglo de las Luces semejante tesis sirve para ir de la familia a un nivel mayor sistémico, a esa sociedad cubana en formación que sólo logra remitir a ella misma, fraguando en el Siglo XIX una verdadera nacionalidad. Carpentier sostiene aquí, implícitamente, desde el punto de vista sociológico, su Tesis Mayor: buscar sin perder la “razón de ser”.
Razón de Ser: en numerosas entrevistas, a veces de forma tangencial y en otras, con una descarnada incisiva, periodistas, novelistas, músicos y ensayistas refieren un par de preguntas reiteradas: ¿puede Carpentier ser un novelista cubano cuando no ha vivido prácticamente en su país?; ¿puede el escritor erudito y mágico que era Alejo distanciarse de una Revolución concreta, comunista?
Las respuestas del novelista fueron, en esencia, las mismas. Llenas de una erudición aplastante, un conocimiento de la historia americana envidiable, decía que la forma lingüística - con el uso, a veces, de términos castellanos en desuso - obedecía al objetivo del relato. En cuanto a los temas, aún en la más lejana aldea española o la populosa urbe mediterránea, podemos sentir la génesis de lo americano:
“Al encontrarme frente a ciertas realidades de América Latina, y al considerar a ese Continente como un mundo virgen y nuevo, un mundo cuyos valores hay que expresar, he compuesto casi toda mi obra en función de esa América Latina… Y si toma mi gran novela El Siglo de las Luces, verá que es un intento de interpretar las ideas de la Revolución Francesa en el continente americano, lo que nunca se había intentado antes y explica el éxito del libro”.[52]
Por otro lado, la ausencia física del autor en el país no significó un alejamiento de su realidad o cultura; todo lo contrario:
“ Yo, personalmente, te confieso que jamás he sentido tan intensamente La Habana… como en los años que vivido fuera. Yo fui un desterrado mucho tiempo. Siempre La Habana, estando lejos de ella, me penetra muy intensamente; se me hace algo mucho más cercano y sensible”.[53]
Carpentier, por supuesto, no es la excepción del creador desde “afuera” que es y hace arte cubano. El más grande escritor cubano de todos los tiempos, José Martí, hizo casi toda su obra en los Estados Unidos. Quizás esos cuestionamientos - a veces tendenciosos - ocultaban la segunda y definitiva pregunta: libertad de creación versus libertad social.
La polémica en torno a la vida y la obra del novelista alcanza ahí su corolario. Podemos o no disentir de sus ideas políticas y filosóficas, pero al margen - o dentro de él - mantuvo una afinidad consciente con el proceso revolucionario insular. Existen numerosas declaraciones suyas en ese sentido; algo así como “su razón de ser o existir”. Pero dejemos que él mismo se encargue, para la posteridad, de dar Luz a su propia vida:
“Una frase de Montaigne siempre me ha impresionado por su sencilla belleza: “No hay mejor destino para el hombre que el de desempeñar cabalmente su oficio de hombre”. Ese oficio de hombres he tratado de desempeñarlo lo mejor posible. En eso estoy y en eso seguiré, en el seno de una Revolución que me hizo encontrarme a mí mismo en el contexto de un pueblo. Para mí terminaron los tiempos de la soledad; empezaron los tiempos de la solidaridad”. [54]
[1] La última entrevista de Alejo Carpentier. En: Entrevistas Alejo Carpentier, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1985. 495.
[2] Boujot, M. Alejo Carpentier: un cubano barroco. En: Entrevistas, Ob. Cit. 151.
[3] Bianciotti, H. Haber sabido donde situarse. Ibídem. 273.
[4] Grupo Minorista: movimiento intelectual de oposición a la dictadura machadista y de orientación izquierdista a la cual pertenecían, entre otros, Juan Marinello y Rubén Martínez Villena.
[5] Datos tomados de: Diccionario de la Literatura cubana. Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Editorial Letras Cubanas. La Habana. 1980. 183-184.
[6] Oramas, A. Diálogo con Alejo Carpentier. En: Entrevistas. Ob. Cit. 134.
[7] Ibídem.
[8] Chao, R. Alejo Carpentier, escritor y ciudadano. En: Entrevistas. Ob. Cit. 402.
[9] Se ha referido en varias entrevistas y anécdotas que Carpentier llegaba a las redacciones sólo acompañadas de su oficio y cultura, y entonces, dada la necesidad de la redacción o un hecho significativo, era capaz de escribir varias páginas en un prosa periodística de excelencia. Ensayos y artículos del periodista aparecen en Letra y Solfa, con selección, prólogo y notas de Alexis Márquez.
[10] Opiniones de María Teresa León, en: Arias, S. (comp). Alejo Carpentier. Serie Valoración Múltiple. Casa de las Américas, 1977. 517.
[11] Carpentier fue el primer premio Cervantes de la Universidad de Alcalá de Henares en 1977; y también el primer cubano en alcanzar lo que se considera el “Nobel” de las letras hispanas. Después lo han obtenido otros dos cubanos: Dulce María Loynaz y Guillermo Cabrera Infante.
[12] Reiss, A. Los crímenes de los dictadores y lo real maravilloso. En: Entrevistas, Ob. Cit. 439.
[13] Carpentier, A. Concierto Barroco. Editorial Arte y Literatura. La Habana, 1975. 91.
[14] Santander, C. Tiempo y espacio en la obra de Carpentier. En: Valoración Múltiple. Ob. Cit. 179-200.
[15] Debray, R. Alejo Carpentier y el Realismo. En: Valoración Múltiple. Ob, Cit. 387-394.
[16] Salomon, N. El Siglo de las Luces: historia e imaginación. En: Valoración Múltiple. Ob. Cit. 395-428.
[17] Rincón, C. La poética de lo real maravilloso americano. En: Valoración Múltiple. Ob. Cit. 123-177.
[18] Ibídem. 171.
[19] Fraginals Moreno, M. El Ingenio. Editorial Ciencias Sociales, La Habana. 1988. 101-108.
[20] Ortíz, F. Los factores humanos de la cubanidad. En: Estudios Etnosociológicos,; Barreal, I, (comp.) Editorial Ciencias Sociales, La Habana. 1991. 29.
[21] Durante varios años la figura del Obispo Espada estuvo presente en toda obra económica, científica, pedagógica, benéfica o cultural de principios del Siglo XIX. José Martí le dedicó líneas de gratitud. Es curioso como una personalidad carismática - así se le describe - no cubana, llega y poco a poco conduce la intelectualidad cubana hacia su cristalización final. Pienso en el referente Hugues como Hombre de las Aldabas, cuando llega a la casa enlutada y vacía donde unos jóvenes lo hacen paradigma humano de libertad y sabiduría. Para acercarse a la obra del Obispo, ver un título significativo: Torres-Cuevas, E. Obispo Espada. Ilustración, reforma y antiesclavismo. Editorial Ciencias Sociales, La Habana. 1990.
[22] Mesquita, E. Multiple Patriarchy (s) ?. Family formation and marriage in the XIX Century. IV Conferencia Iberoamericana sobre Familia. Universidad de Externado de Bogotá, Colombia. 1997. 7-13.
[23] Rodríguez, P. Familia y vida cotidiana en Cartagena de Indias. Siglo XVIII. En: IV conferencia Ibeoroamericana sobre familia. Ob. Cit. 29-34.
[24] Salinas, R. Modelo Familiar y comportamiento social en Chile: siglos XVII-XIX. Ibídem: 35-43.
[25] Carpentier, A. El Siglo de las Luces. Editorial Casa de las Américas. La Habana. 1989. 461.
[26] Ibídem. 460.
[27] Ibídem. 462.
[28] Sugeriría la importancia de la palabra Poder para comprender después la dinámica psicológica, pues la novela se mueve entre la confirmación o desconfirmación de ese significante. Desde la estructura familiar que presenta Carpentier al inicio es posible entender la construcción familiar del poder ejercido legítimamente, referencial, y el uso de la autoridad, impuesta desde el exterior. La lucha por el acceso al poder - y su legitimización - será el rasgo psicológico distintivo de El Siglo de las Luces.
[29] Carpentier, A. El Siglo de las Luces. Ob. Cit. 55.
[30] Ibídem. 55.
[31] Grupo de Pertenencia: la familia es un grupo al que se “pertenece” por vínculos de consanguinidad, pero puede no ser referente en cuanto a aspiraciones o motivaciones. Grupo de Referencia: posee los “atributos” culturales y psicológicos para cumplir la expectativa de la membresía. La disyunción entre ambos grupos cuando es la familia el contexto produce conflictos importantes. Eso es más apreciable en los adolescentes, dada que su esencia vital está en la lucha por construir, precisamente, sus referentes grupales. Ver: Lewin, K. A dynamic theory of personality. Mc Graw-Hill, Edit. New York. 1959.
[32] Carpentier, A. El Siglo de las Luces. Ob. Cit. 72-73.
[33] Ibídem. 77.
[34] Proceso de Nucleación: consolidación del vínculo de la familia nuclear o básica. Cuando uno de los elementos de la pareja permanece “prendido” - dependiente - de las familias originales u otros grupos no se produce una nucleación efectiva. En este caso, Víctor Hugues es el personaje “hipostático” que no puede existir si no es dependiendo de un personaje por encima de él - la Revolución, Robespierre - según el propio Carpentier.
[35] Función Emancipadora Familiar: el grupo creará los mecanismos para el “destete” de sus miembros y que puedan ocupar, al desprenderse, un lugar en la sociedad y en sus propias familias. Esteban como símbolo resulta paradigmático porque no encuentra en Hugues - a quién cree un tutor espiritual - sino al tirano que le impide su desprendimiento.
[36] Carpentier, A. El Siglo de las Luces. Ob. Cit. 35.
[37] Ibídem. 45.
[38] Citaba Jay Haley una expresión de M. Erikson relativa al manejo que se hace del síntoma. Ver: Haley, J. La Terapia Estratégica, en: Formaciones y prácticas en terapia familiar, M. Elkaim (comp). Editorial Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina. 1988. 119.
[39] El subsistema hijos forma un todo - Holón según Minuchin - que internaliza el contexto validando cierta construcción del mundo. Minuchin, S. Fishman, H. Ch. Técnicas de terapia familiar. Editorial Paidós. México. 1990 33.
[40] Poder: capacidad real o potencial de un individuo para modificar la conducta de otros miembros en un contexto social. Ver: Cromwell, R.E. Olson, D.H. Power in families. Edit. John Wiley & sons, 1975.
[41] Bateson creía que el poder no era otra cosa que un procesador de información donde la circularidad era imprescindible: se modifica el Poder en la medida que este modifica a los receptores de ese poder. Bateson, G. Pasos hacia una ecología de la mente. Edit. Lohlé, Buenos Aires, Argentina. 1977.
[42] Suárez, L. Con Alejo Carpentier, un grande de las letras. En: Entrevistas, Ob. Cit. 106.
[43] Sartre, J.P. El Ser y la Nada. Editorial Iberoamericana. Buenos Aires, Argentina. 1949.
[44] Carpentier, A. El Siglo de las Luces. Ob. Cit. 460.
[45] Ibídem. Ob. Cit. 201.
[46] Más que hablar de “sistema - problema” podemos decir que nos enfrentamos a un tejido de narraciones conectadas entre sí y que darán origen a problemas que en forma recursiva formarán otros sistemas. En la novela, la familia se estructura en base a emergentes extrafamiliares - la persecución a Hugues en La Habana, el casamiento de Jorge y Sofía por negocios a salvar, el reencuentro de los jóvenes en el Madrid del Dos de Mayo. Esa epistemología de “problemas originando sistemas” se podrá consultar en: Anderson, H.; Goolishian, H.; Winderman, L. Problem Determined Systems. Journal of Strategic and Systemic Therapies. 5. 1986. 1-13.
[47] Desde una aproximación constructivista, Watzlawick aborda el universo que se crea en la relación A y B, que es C y no AB. C no es sumatoria, ni es un mapa preconcebido, sino un emergente singular que remite siempre a él mismo. Ver: Watzlawick, P. The invented reality. Edit. W.W. Norton, New York, 1984.
[48] Un Esteban que incluso intenta el incesto con su prima Sofía en un rescate del pasado. Un gesto algo pueril, vacío, que nos da una idea de la espiral en sentido ascendente.
[49] Hoffman ha escrito: “Si nosotros mismos construimos la realidad, nunca podremos encontrar un lugar allá afuera desde donde podamos observarla”. Ver: Hoffman, L. Una posición constructivista para la Terapia Familiar; en: Psicoterapia y Familia. México, 2 (2). 1989. 50
[50] Barthélemy, F. Carpentier o el oficio de revelar. En: Entrevistas. Ob. Cit. 317.
[51] Paul Watzlawick dice: “En efecto, pensamos siempre que lo grandioso debe conseguirse en algún lugar, fuera. No nos entra en la cabeza que la búsqueda sea precisamente la razón por la que no podemos encontrar”. Watzlawick, P. El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido. Editorial Herder, Barcelona. 1995. 48.
[52] Boujut, M. Alejo Carpentier: un cubano barroco. En: Entrevistas. Ob. Cit. 154.
[53] Santana, J. Los pasos encontrados. En: Entrevistas. Ob. Cit. 190.
[54] González, E. Alejo Carpentier: “para mí terminaron los tiempos de la soledad”. En: Entrevistas. Ob. Cit. 289.





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