Por Francisco Almagro Domínguez.
Una comedia argentina-española titulada La Odisea de los Giles ha dado paso a este artículo. El filme relata la odisea de un grupo de vecinos estafados por el banco. Los “giles” elaboran un plan de venganza. La palabra “gil” parece provenir de antiguas lenguas gitanas, pues en caló quiere decir tonto, estúpido, lento. También en países de América Latina se usa para designar a los incautos o desprevenidos.
Discoteca del "Comodoro" en ruinas (2011)
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La segunda motivación es que el ministro de economía de la dictadura cubana, cuyo mérito académico o técnico no ha sido revelado aun, lleva el apellido Gil, pura coincidencia o destino manifiesto.
Seria emborronar cuartillas, como dijera el anti-héroe, enumerar la cantidad de barbaridades dichas, y sobre todo obligadas a aplicar por este apellidado ministro, el de la cartera más insolvente y fracasada de la Isla.
Lo curioso es que no se trata de una gilbertada, sino de una larga fila de giles en el timón insular. Casi todos tienen un denominador común: nacieron poco antes o poco después del fatídico 1959, y forman un grupo de sobrevivientes políticos en medio de la peor crisis humanitaria que haya pasado Cuba después del Machadato.
Ninguno conoció el capitalismo pero todos hablan mal de él. Lo que saben del mercado es según la Ňico López: el sistema capitalista es abusivo, corrupto e inhumano. La propiedad privada es un pecado. Hacerse rico, pura maldad. Para esa generación, el milagro chino o vietnamita es un Caballo de Troya si se aplica en territorio nacional –que, como están las cosas, tal vez tengan razón.
Ninguno tiene historia ganada a tiros, como los llamados históricos, ni tampoco un aval de empresarios o intelectuales exitosos. Todo lo contrario: para ascender en los almíbares del poder han tenido que demostrar su grisura, que nada los ata al pasado republicano-capitalista. Alguna excepción confirma la regla.
Los nuevos giles padecen un analfabetismo cultural que mete miedo. Toda religión es pensamiento mágico que debe ser arrinconado, y si es posible, borrado. Jamás han entrado a una iglesia, a una mezquita, a una sinagoga. No saben a qué huele el incienso. No pueden comprender la historia de la Humanidad porque es la historia de las religiones. Poco saben de cultura cubana, a no ser la llamada revolucionaria, esa de la que cada día le queda menos pues con frecuencia los artistas e intelectuales dejan de serlo por una palabra dicha, un acto fallido, con mudarse a noventa millas.
Los giles de ahora no conocieron otra Cuba. En aquella Cuba todo era malo, corrupto, triste, aunque ahora vivan en confortables mansiones de esa época, y oigan sones y guarachas mundialmente famosas. Pasean por parques y ciudades de las cuales desconocen hasta por que se llaman así. No saben que es una verbena, una bodega de barrio, un barrio con chinos de verdad. No saben de la relación entre carnavales y zafra. Tampoco conocieron el batey, núcleo económico-social-cultural de donde emergió la república.
Los mandantes gilbertos lo único que conocen del deporte es el verdaderamente esclavo: los atletas son gladiadores que luchan por una idea, un emperador. Y serán atletas-gladiadores hasta el día que se les ocurra competir por su propia gloria.
Giles porque no saben que significa elegir. No se lo enseñaron nunca. Todo venía “de arriba”. Nunca han tenido delante de sus ojos un proyecto político o económico diferente al suyo, y si así fuera, en vez de discutirlo, están preparados para exterminarlo como si se tratara de un artefacto terrorista. ¿Elecciones para qué?
Como perla final aparece el gran culpable: el imperio norteamericano. Ellos, los yanquis, que carecen de todo, quieren apoderarse de la Isla. Son muy malos. El bloqueo no deja que haya malanga, boniato, cerdos, aspirinas. Los 4,000 millones de dólares americanos de las remesas y las toneladas de pollo y arroz que vienen de allá no existen.
Vista así algunas cosas… ¿por qué asombrarse de la peor zafra azucarera de la historia? ¿Había duda alguna del desastre del Covid-19, con un ministro que no sabe ni hablar? Y la alimentación… ¿el Ministro-Tripa? ¿Un ministro de cultura convertido en el Señor de los Manotazos? ¿Presidente? ¿De quién, por quién, para qué?
El gran dilema de la Cuba actual es que no hay remplazos. No ya el sistema totalitario comunista, que ha demostrado su ineficiencia y crueldad en los cuatro puntos cardinales. El dilema de Cuba es que por lo menos los históricos si sabían lo que hacían, de muy mala fe, pero sabían hacer lo suyo.
Estos de ahora son peores porque son giles. Cuba se muere, y ellos quieren hacer creer que lo están haciendo bien. Incluso mejor que los mandantes anteriores – quienes, desde el foso, siguen soplándoles la letra. Giles porque han salido al terreno a jugar cuando hay que recoger los bates. Quiéranlo o no, cargarán con la derrota de todo el partido. Pero ni de eso se han dado cuenta.
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