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Cuba o el desamor.


Foto Jeremy Bezanger (Unplash)


Por Francisco Almagro Domínguez


Para hoy está convocada una marcha cívica y pacífica en Cuba. En cualquier lugar del mundo democrático, allí donde hay verdadera paz y contrato social auténtico, habría no solo permiso sino protección a los manifestantes. Lo que ha sucedido o vaya a suceder por los pródromos, es que la van a reprimir. Es lo que hace un estado totalitario, o sea, una clase política que se cree en posesión de la verdad única, y domina todos los poderes -judicial, legislativo y ejecutivo- y ejerce un control férreo, cuasi criminal, contra su propia ciudadanía.

Una vieja polémica es si merecerían los comunistas tener un espacio político en una Cuba futura que ya empieza a nacer. Quienes argumentan a favor dicen que para que exista una verdadera democracia habría que proteger el derecho de cada cual a expresar sus ideas sin ninguna objeción. Participar en la vida social, económica y política es un derecho humano inalienable.

Pero en el caso de Cuba no caben supuestos y generalizaciones. ¿Cuál es la experiencia de más de 60 años de los comunistas en el poder? Aun cuando haya alguien en el futuro que diga que los comunistas cubanos no fueron verdaderos comunistas sino una claque criminal que se hizo con el poder a tiros, ¿Cuál es el resultado?

Más de sesenta años demuestran que el comunismo cubano no debe tener otra oportunidad en la Isla, al menos por varios lustros. El comunismo y el fascismo, como el maoísmo o el estalinismo son organizaciones totalitarias cuya función es el control absoluto de la sociedad; una regresión al feudalismo desde el punto de vista económico-social; una casta de “elegidos” domina a todo un pueblo en sentido vertical. Ellos deciden, “desde arriba” que está bien y que está mal; el precio del pan y del “vasito” de leche.

Sesenta años de poder comunista en Cuba ha destruido casi hasta sus cimientos un país que era próspero, con sus luces y sus sombras. Las estadísticas están ahí, y salvo para los cubanos de la Isla, pueden ser consultadas. Han cambiado los nombres que los abuelos dieron sus calles, sus negocios, sus parques. Han ninguneado a artistas e intelectuales, solo por el hecho de no pensar como ellos y marcharse del país. Han cometido horrores jurídicos, y no hay la posibilidad de que se sepan o puedan los ciudadanos defenderse.

Pero lo peor del comunismo no son sus esperables resultados en el campo social o económico, sino en la sociología y la psicología del ciudadano. Este tema, muy estudiado por diferentes académicos e intelectuales del mundo a través de un siglo y más, no deja dudas de que la sociedad comunista intenta convertir al hombre en un ser humano dócil, diluido en la masa, si criterio propio y sobre todo suspicaz: que lleve a dentro su propio policía, su propio delator.

El problema para cualquier sociedad comunista o fascista, es que son sistemas creados a la medida de sus líderes. Cuando estos desaparecen, deben reinventarse, algo que muy pocos logran con efectividad. En el tema que nos ocupa, Cuba, la capacidad de reinvención tras la muerte del Difunto, y la salida del General –que todavía, y dan gracias, no su muerte- tiene tendencia al cero absoluto. El Designado no puede, por muchas razones, ser sustituto ni “continuidad” de nadie. Luego, a la natural criminalidad y sociópata conducta del comunismo se le ha unido la falta de liderazgo, y el pueblo lo ha sabido leer, y quiere estar en la calle.

El nuevo movimiento llamada Archipiélago trae, como otros de reciente creación, aires de libertad, de paz y confraternidad. Los comunistas, por su misión intrínseca, deben ahogarlos en sangre o en excrementos. Y así lo harán porque ellos no tienen otra oportunidad en la historia, aunque los pueblos, lo sabemos con tristeza, muchas veces se equivocan de nuevo.

Yunior Garcia, el líder de este 15 de Noviembre, ha llamado al dialogo, imprescindible, para reconciliar a todos los cubanos. La respuesta ha sido la represión burda, brutal. Y desgraciadamente quienes protagonizan esos actos cavernarios son las mismas personas que acuestan o levantan a sus hijos sin el “vasito” de leche.

El problema con los comunistas cubanos es de amor. Y de verdad no sabría decir si para construir una Isla inclusiva en el futuro podremos contar con seres humanos llenos de odio, de rencor, y con esa incapacidad casi inamovible para amar a sus semejantes. Primero habrá que curarse. Tal vez se necesite un tiempo para sanar tanta herida, el desamor que el comunismo ha sembrado por más de medio siglo entre cubanos.

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