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Dictadura y lenguaje (II).



Por Francisco Almagro Domínguez

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

Ludwig Wittgenstein



III

Como la función primera del lenguaje dictatorial es cambiar la mente y los corazones humanos a partir de secuestrar las alternativas –no hablemos siquiera de la verdad- una parte importante es suavizar las palabras que por su significado ético afectan el discurso opresor. Eso se conoce como eufemismo. En su sentido práctico, el eufemismo pudiera llamarse también ambigüedad o disimulo. No es privativo, por cierto, de las dictaduras. También las llamadas democracias ocultan sus heridas y fealdades con suma elegancia y socarronería.

En ese sentido, Cuba bien puede optar por un premio. La neolengua castrista ha llegado a imponer varias palabras ambiguas en el mundo hispanoparlante. Parecería algo insulso, sin mucho sentido, llamar a una prostituta, jinetera. O un desempleado, interrupto o disponible. A un vagabundo, deambulante crónico. Una empresario privado, cuentapropista. El robo en una tienda o bodega, faltante. Al hecho de robar, resolver. Sin embargo, detrás de esa cuasi inocente y puede que simpática renombrada se oculta un fenómeno psicológico que pasa inadvertido: invisibilizar el fracaso.

Según el discurso oficial la prostitución desapareció en la isla en 1959. Pero al renacer durante la dolarización de los noventa, hasta el Finado las llamó jineteras, quitándole carga política y moral a la palabra prostituta. Son las mejor educadas del mundo, dijo. También Cuba presumía de tener empleo total. El trabajador cubano estaba seguro en su puesto. Cuando se cerraron cientos de fábricas durante el mal llamado Periodo Especial, cientos de miles quedaron disponibles. En la Isla no hubo desempleo sino interrupciones de empleo. De la misma manera, la revolución cubana había terminado con el vagabundeo. La mayoría pacientes psiquiátricos, eran ahora atendidos en uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Solo que al acabarse los insumos y consumos soviéticos, aumento el número de enfermos y decreció el número de camas: según ellos, los pacientes comenzaron a caminar sin descanso, crónica y deliberadamente.

Los eufemismos en los regímenes totalitarios buscan, además de quitar responsabilidades y cambiar el significado y reforzar el discurso dominante, hacer no responsable la manera de actuar ambigua, reprochable, poco ética. Así, la jinetera que no es prostituta puede hacer su oficio de manera libre porque "jinetea" no se prostituye, no la hace por dinero sino por oficio por poco respetable que sea. El desempleado busca otro trabajo, o ninguno, y se dedicara a resolver, pues él es un elemento disponible, ni más ni menos como una tuerca, un tornillo, un pedazo de ser humano a disposición de quien sabe quién. Los dueños de cafeterías, casas de huéspedes, o paladares –nunca restaurantes, esos son del gobierno- nunca deberán creerse empresarios, dueños, patrones. Siempre estarán por cuenta propia, con todo el riesgo y la adrenalina que implica ir a su aire. En los últimos años han sido llamados también emprendedores, como si siempre estuvieran comenzando; el techo del emprendimiento o arrancada termina cuando aparecen los inspectores, brazo secular de los controladores, verdaderos dueños del circo.


IV

Hay todavía otro lenguaje, mas críptico, subterráneo, marginal. Es aquel que designa las cosas y las personas de manera contextual, sin afeites ni sonrisas. El lenguaje de la libertad. La palabra de la acritud y la miseria, del prisionero y del cimarrón, del rebelde que expresa sus frustraciones y esperanzas. Si bien esa lengua ha existido siempre, y en el caso de nuestro país se ha fusionado el acervo africano, el decir de la plantación azucarera con la cultura cristiana española de la hacienda, la marginalidad en la cual ha vivido una parte importante de la población durante los últimos 50 años ha degenerado el idioma y las buenas maneras de conversar a un punto en que a veces intercambiar con jóvenes venidos de la Isla parece imposible. Es un no-valor añadido a la muy deteriorada economía personal y nacional. Algo así como dime como hablas y te diré de donde vienes; o si se prefiere la paráfrasis marxista: el hombre habla como vive.



Escritura Sumeria, 3500 AC. Wikipedia.



El desperfecto idiomático es tan pronunciado que cuando el recién llegado comienza una entrevista de trabajo habla en plural, de nosotros, y no en singular, yo. Tampoco trata de usted a los desconocidos, de señor y señora, porque Nicolás Guillen poetizó que se podía llegar a un banco y hablar con el administrador –no con el dueño- y decirle compañero, como se dice en español. El recién venido del Nunca Jamás Tropical debe aprender a decir gracias y a pedir perdón. Que no se silva para llamar a una persona. Que las personas no se llaman ¡oye! Hay que aprender que aquí a nadie le toca nada. Y muy pocos nos resuelven porque los socios, sociales y yuntas están puestos pa sus cosas na ma.

Como mismo la Involución una de las primeras cosas que hizo fue trastocar el lenguaje, modificar los significados y los significantes para cambiar la forma de pensar, sentir y actuar de las generaciones más jóvenes al inicio del proceso, habrá que hacer una campaña de (des)alfabetización para regresar los compatriotas al buen decir y el ético obrar. El lenguaje de toda dictadura, por las ideas que envuelve, las emociones que explota, y las conductas que promueve es pendenciero, litigante, desprovisto de misericordia y amor al prójimo. Es un lenguaje de barricada y de confrontación, y no pueden evitarlo porque su paz es la guerra.

Quizás lo primero por hacer sería destronar los eufemismos ocultadores de la verdad. Al pan, pan, y al vino, vino. Pan y vino casi en extinción hace buen rato. No se puede enfrentar la prostitución –legalizarla como trabajo sexual o penalizarla- si no se habla de qué se trata con exactitud. El desempleo necesita valorarse no en un sentido de futuridad lingüística-eufemística: un disponible o interrupto –no coital. El paciente psiquiátrico y el vagabundo, muchas veces coincidentes, merece más respeto que tratarlo de simple caminante para el cual no se hace camino al andar ni con versos de Machado ni con música de Serrat. Los emprendedores son dueños. Significa que son libres de producir en la medida que ellos mismos sean responsables de sus acciones. Emprender significa comenzar, no que estén terminados antes de empezar.

El hecho más reciente, y donde se puede comprender el efecto de la palabra sobre el pensamiento, las emociones y las conductas en un dictadura como la cubana fue la manifestación espontánea y masiva del 11J. Todo comenzó porque hubo un ‘gap” –en ingles significa brecha, espacio abierto- en el muro de contención informativo y normativo del régimen. No existió un bloqueo de la comunicación y cual pradera seca en llamas se fue trasmitiendo por toda la Isla la noticia de que el pueblo estaba en las calles reclamando libertad.

El primer paso lógico por parte de las autoridades: cerrar la brecha, cerrar internet. Después de controlar la situación con golpizas que el mundo entero pudo observar, vino el control de daños comunicacional. Los que protestaban eran delincuentes, marginales, e incluso mercenarios pagados por el Imperio, quien organizó la explosión cívica. Sin embargo, lo más llamativo han sido las peticiones fiscales como si trataran con homicidas. Ya sabemos que en la Isla no hay ley para cada delito, sino delito y ley para cada persona, así que las acusaciones de desorden público y atentado no bastaban para pedir 20 y 30 años de prisión. Pero el delito de sedición, una acusación grave que involucra premeditación, organización previa y violencia contra el estado si admite semejantes peticiones fiscales. Hoy los protestantes del 11J no solo son mercenarios, delincuentes, perturbadores de la paz social. Son sediciosos. Eso recuerda la triste época colonial en que bastaba una carta de los jóvenes José Martí y Fermín Valdés Domínguez para ser acusados por los delitos de infidencia y sedición; y el primero, casi niño, sufrir trabajos forzados, y posteriormente, en una acto de magnanimidad, ser deportado.

Una sociedad libre, democrática, plural, acepta varias maneras de exponer las ideas. No puede haber etiquetas. No puede haber epítetos degradantes. Hay rivales políticos, filosóficos, científicos. Pero no enemigos que se desean el mal o gozan con la penuria ajena. Una sociedad prospera no mira al pasado, y si lo hace, es para ser crítica con los errores no para entronar a nadie ni a ideas que fueron validas en otro contexto y hoy carecen de profundidad y razón. La historia no puede ser una secuencia de continuidad porque no es creíble; la historia tiene retrocesos, y en los jardines de nadie pastan los héroes porque los grandes santos fueron también grandes pecadores. Tampoco el capitalismo de hoy es lo que Marx y Lenin prefiguraron, ambos profundamente equivocados y empecinadamente soberbios. Tomar a estos hombres como referentes después que la práctica ha demostrado con sangre, sudor y lágrimas cuan desacertados estaban roza lo punible.

Menuda tarea para el futuro de Cuba. ¿Podremos modificar el lenguaje una vez terminada la dictadura? ¿El lenguaje marginal, ambiguo, y etiquetador perdurará en condiciones de libertad? ¿Se ha modificado el decir de los cubanos en el exilio en esa suerte de gueto insular llamada Hialeah? Son preguntas que pudiera haberse hecho George Orwell, novelista que con una granja animal describió el manicomio totalitario. El también creador del personaje del Gran Hermano afirmaba que si el pensamiento corrompía el lenguaje, el lenguaje también podía corromper el pensamiento.


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