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El pecador y el pecado



Por Francisco Almagro Domínguez

“Aborrece el pecado pero ama al pecador”, es una paráfrasis tomada, al parecer, de San Agustín. La máxima encierra un poderoso mensaje filosófico y humanitario: coloca la acción, el pecado, la falta, en un lugar aparte del individuo que la comete. La sentencia no exonera al hombre, pero le da la oportunidad de que rectifique, juzgue sus acciones, no vuelva a pecar.

En cambio, el error no tiene justificación alguna. Debe ser condenado en los términos más absolutos. El pecado tiene la magnitud del daño que provoca en los demás, y como suele decirse en las plegarias, puede ser por acción o por omisión. No hacer nada es tan pecaminoso como hacer algo. Ver cometer un crimen, y mantenerse el silencio, es pura complicidad.

Se ha desatado una gran polémica sobre la “escapada” de Yunior García, líder de la marcha convocada para el 15N a España. De todos los posibles finales para esta pieza, era el más inesperado y por tanto, el que como en una obra del absurdo, provoca en los espectadores las más disimiles ideas y sentimientos.

Comencemos por el final, y la palabra “escapada”. Ella cuadra en el mejor estilo de este Houdini tropical. Nadie sale de Cuba, ni siquiera en la lanchita de Regla, sin que el régimen lo sepa con antelación. Si el dramaturgo tenía la casa rodeada, los teléfonos pinchados, el internet cortado, ¿Cómo pudo salir por la puerta de su casa tan tranquilo, pagar un taxi, llegar al aeropuerto y abordar un avión como cualquier hijo de dirigente? ¿Cómo se convoca una marcha opositora con consecuencias no difíciles de imaginar y una visa en el bolsillo?

Y con una visa de turista a España, ¿Qué hacía Yúnior con una rosa blanca, martiana, detrás de una ventana cual prisión y el maletín encima de la cama? Algún día tendremos las respuestas. Cómo negociaron los gobiernos de España y Cuba la salida menos traumática para todos, excepto para los aislados archipiélagos humanos que quedaron atrás.



Foto Allec Gomes

Yunior, el “pecador”, quizás quedó atrapado entre un guion escrito para un personaje que no le correspondía. Tal vez Yunior no calculó la fuerza de un estado totalitario, que si bien no tiene límites en su crueldad, es lo suficientemente capaz, y lo ha demostrado, para caracterizar a cada uno de sus súbditos y “aplicársela”. La Isla, aunque llena de actores, de simuladores, no tiene más que un director, y un solo guion. Eso Yunior debía saberlo por oficio.

El problema de Yunior, el pequeño –cambio de la J por la Y generacional- fue creerse el personaje; a ese punto llegan ciertos narcisismos y elevadas autoestima. Y lo peor es no confesar el “pecado”: tuvo miedo, no de lo que pudiera pasarle a los otros, sino a él, a su esposa, su suegra.

Una visión sistémica del “pecado” nos pudiera dar otras lecturas. Tras la espontánea, desorganizada protesta del 11J el régimen quedó en un calamitoso estado de indefensión. Ya sin discurso ideológico creíble, y haciendo aguas por todas partes, el barco de la Ex-Revolución necesitaba vacunar a la población contra una insurrección parecida. Proponer una marcha pacífica sabiendo que iba a ser rechazada, y embarcar en ella a decenas o miles de cubanos, no solo cumplía esa función de vacuna social –si te tiras, quedas-sino servía también para terminar de encarcelar al resto de los opositores y los “marchantes”.

El “pecado” de Yunior, por omisión o por acción, fue cumplir con el guion que la seguridad del estado le escribió después del 11J, y cuando, reposadamente en el camerino de su casa repasó la letra mientras le gritaban, le enseñaban los ‘instrumentos” y estaba sin comunicación, darse cuenta de que el personaje le quedaba grande, o simplemente cumplía el papel escrito para cualquiera que necesitara tal protagonismo. El régimen tomó sus medidas por si Yunior o sus seguidores se iban del papel, y militarizó la Isla para advertirles que quien se fuera una coma del guion no iba a salir con vida del teatro.

El “pecado” de Yunior ha sido, además de cumplir con su personaje como se esperaba, dejar detrás de sí un elenco que no sabía cómo terminar la puesta en escena. Archipiélago ha quedado “quemado”. Sera difícil que resurja de las cenizas que Yunior dejó detrás. En una par de semanas nadie se acordará del entusiasmo y las esperanzas que desató el proyecto. Los cubanos volverán a su vida diaria de acritudes, búsqueda de lo elemental, sobrevivencia. Yunior seguirá denunciando lo que todos en el mundo saben, que el régimen es un estado totalitario. Y, por supuesto, no lo dejaran entrar a Cuba, porque en su caso, como el de otros, quien sale así no vuelve a entrar.

Sin embargo, un guion original pudiera estarle esperando en un futuro cercano. Y es el de quien regresa, y el régimen y la seguridad del estado lo permiten, y refunda un grupo llamado continente, península, o cualquier otra geografía. Oposición leal. Y hasta elecciones, quitándole más razones al embargo, algo que lo que el Yunior “pecador” insistió con vehemencia, quien sabe si porque fue el bocadillo que le escribieron o salió de su propia dramaturgia.

Yunior García se ha unido al bando de quienes no pudieron resistir la fuerza de un estado totalitario. O, en todo, caso, Yunior con “Y” ha hecho el mejor performance de su vida. Ahora, a tomar vino y comer jamón Serrano en la Puerta del Sol; y de vez en cuando ir a la catedral de la Almudena, hincarse de rodillas ante el Crucificado, y si lo cree pertinente, más que pedir por el fin del embargo, arrepentirse y merecer la absolución de sus pecados.

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