Comisario Colorado: el cuento se ha acabado.
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Alejandro de Humboldt (wikipedia)
Por Francisco Almagro Domínguez
La función de un comisario ideológico es “producir” ideas. La palabra comisario se ha vulgarizado, rebajándose al sencillo sinónimo de “policía del pensamiento” -George Orwell dixit. En realidad, quiere decir, entre otras acepciones, que se trata de una persona dotada de poder en ese campo. Lo que diga un comisario se convierte en ley positiva, verdad absoluta. Durante el Siglo XX y bajo la gerencia de las revoluciones y los regímenes totalitarios, el comisariato político alcanzó extraordinaria autoridad. Desde Grecia y Roma, los filósofos y los religiosos no eran otra cosa que los justificadores ideológicos del poder de emperadores y prelados. El poder del comisario radica en la sustentación por medio de las ideas de otro poder al cual sirve con lealtad proba.
El comisario, camarlengo, consejero, o ideólogo debe indoctrinar. Su oficio y su salario dependen de cuanto, y con que originalidad hace anotaciones al margen que, después, son convertidos en textos inapelables, de obligatoria aceptación. El comisario es la criba por donde política y cultura convergen; en regímenes totalitarios como las teocracias y el comunismo-fascismo, los comisarios declaran la muerte social -y también económica- del rebelde con causa. No por gusto Goobels fue figura tan prominente durante el nazismo. Y no por casualidad en los países comunistas los departamentos ideológicos en connivencia con los aparatos de la seguridad del Estado actúan cual implacables sumos sacerdotes.
En las sociedades dictatoriales el comisario cultural debe “inventarse” un empleo. El aparato de agitación y propaganda -Vladimir Ilich- cuenta con cientos de burócratas. Su permanencia en la nómina, viajes, infidelidades maritales y crímenes sin castigos dependen de que sean creativos, originales. Con sumo cuidado el ideólogo del Partido Comunista debe reinventarse; por un lado, hacer creíble el discurso del líder máximo, dándole sustento científico-político; por otro, con hipocresía sibilina no tocar ni con el pétalo de un verbo el mismo discurso del líder. Ese equilibrio entre maldad y mentira, entre verdad y relativismo les permite vegetar como malas hierbas difíciles de remover.
El último “invento ideológico” es que la Involución comunista está amenazada por el Colonialismo Cultural Imperialista. Sin duda es un aporte significativo a la historia de la sobrevivencia del ideólogo postrero. Uno de los adláteres que, sin el poder del comisariato hace el trabajo sucio de las suplencias, ha escrito en el Órgano Oficial esta perla que no tiene desperdicio: “El concepto de Occidente es tan vacío como el de la raza o, más bien, tan arbitrario como este. Es un constructo ideológico que pretende asirse a disímiles cabos, como el de una supuesta tradición judeocristiana, una supuesta herencia común en los valores de la Revolución Francesa…”
Para este individuo sin contrincante ni derecho a réplica en el cuadrilátero intelectual donde lanza puñetazos al aire, nuestro lenguaje e idiosincrasia no provienen de la Vieja Europa y Oriente Próximo, ni se sedimentaron en el Nuevo Mundo durante cinco siglos, enlazándose con lo que geográfica y culturalmente se ha llamado Occidente. Todo lo que escribieron quienes fueron los “descubridores” de la Cuba Profunda, Alejandro de Humboldt y Fernando Ortiz, son “constructos”. El concepto moderno de Republica no nos vino de la Ilustración –hasta Don Alejo Carpentier mentía en sus novelas- y, los Derechos Humanos Universales no derivaron de la occidental Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, como tampoco el Código Napoleónico. La música no fue el crisol caribeño de ritmos africanos con coplas y melodías del occidente peninsular.
En perfectamente visible la intención de confundir cultura con ideología, como dijera el Obispo Pedro Meurice. Pero los comisarios no pueden evitar los inevitables empujes de los discursos alternativos; gracias a las redes sociales llegan a la juventud insular con tanta coherencia, vitalidad y verdad, que los policias político-culturales no acaban de encontrar la manera de enfrentarlos con razones y alguna coherencia. Hasta hace unos pocos años era relativamente fácil ser comisario en Cuba. Toda la prensa, las editoriales, el cine, la televisión y los centros educativos tenían el control absoluto del discurso. Ahora el “trabajo ideológico” amenaza con dejarlos moralmente desempleados.
Quien hace de presidente en este drama de ribetes mefistofélicos ha hecho contradictorias afirmaciones en un congreso donde cree hablar por todo el pueblo. No queda duda de que con estos “ideólogos” no hacen falta enemigos: “A la colonización cultural en marcha contrapongamos un enfoque descolonizador de bienestar y felicidad. Nuestro paradigma se basa en relaciones sociales significativas, en el concepto de vida útil y felicidad por aportar”.
En fin, un recurso más, lo del Colonialismo Cultural Imperialista, para que los listos vivan de los bobos, que no de Abela –ya no existe ni la sátira política. Solo que ahora hay una mayoría de cubanos que después de sufrir el bienestar y la felicidad comunista que proclama el Designado gritan a los cuatro vientos: ¡Por favor, Colonícenme, yo quiero que me colonicen de nuevo!
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