top of page

EN POCAS PALABRAS

  • Foto del escritor: Francisco Almagro
    Francisco Almagro
  • hace 33 minutos
  • 5 Min. de lectura

Últimos días de la Hacienda

Arroz con mango

ree

Foto Unplash


Por Francisco Almagro Dominguez

A cada rato los medios involucionarios sacan un personaje que uno no sabe si lo enviaron, se envió el mismo para “ganar puntos”, o apareció de “flay” para llenar el hueco de otro que a última hora se negó a usar maquillaje o ponerse la careta. Con perfecta nitidez recuerdo en medio del mal llamado e insufrible Periodo Especial a un estomatólogo presentado como profesor. Dijo que la dentadura humana no era para comer carne. El individuo peinaba canas; su carrera política o profesional no necesitaba tanta "muela" siendo dentista de profesión. El argumento era que, con la evolución de la especie, nuestros caninos se habían reducido hasta quedar como una rudimentaria moldura.    

Inmediatamente recordé la escuela primaria: niños, decían las maestras, los dientes caninos son para desgarrar carnes y otros alimentos. Debido a la cocción de los alimentos la necesidad de despedazar la fibra muscular disminuye, no desparece. Por otro lado, los antropólogos afirman que el cerebro humano se desarrolló gracias al consumo de carne. Esa afirmación no gustaría al profesor ni a los vegetarianos militantes. Parece que el “trauma” literal y metafórico de los cubanos con la fibra viene de lejos, si no que le pregunten a Virgilio Pinera por esa novela del absurdo que es “La carne de Rene”.

Tampoco parecía gustar mucho la carne en época de la avitaminosis carencial -si existió, compañero involucionario, y la bicicleta por todas partes tambien. Se “crearon” alimentos para los cuales era mejor carecer de dentadura. La leche fue sustituida por el Cerelac, un batido compacto, pegajoso, con sabor a cal. La carne se convirtió en “picadillo extendido, o texturizado”. El truco, siempre la Involución guarda uno o varios, fue decir que era carne de primera aumentada con soya. Nuestro perro, un pastor alemán acostumbrado a engullir cualquier cosa, no se lo comía ni después de hervido pues rara curiosidad culinaria, mientras más candela le dábamos peor olía. El “perro sin tripa” era una imitación de chorizo, de muy mal sabor y de perro solo tenía la longitud fálica en erección. La “masa cárnica” dijeron era hecha con pasta de oca. En realidad, la “masa crítica” de la masa cárnica era explosiva en el sartén cuando se trasmutaba en croqueta.

 

II.

Aparecieron los chistes y los letreros por doquier. Uno muy conocido era aquel en el cual el huevo y la carne corren por toda la Habana con la policía detrás. El huevo le dice a la carne:

-Vamos a escondernos que nos vienen siguiendo.

A lo que la carne responde tajante:

-¡Escóndete tú que a mí nadie me conoce!

Y un gato, colgado en la rama de un árbol, con un letrero en el pecho:  

“Me ahorqué porque no tenía pescao”       

 Lo cierto es que en esos días el gato estuvo en peligro de extinción.

Los cubanos nos convertimos en criadores de pollitos recién nacidos. A un familiar le dije que iban a entregar pollitos de cinco días de nacidos para criarlos en casa. El familiar, muy disgustado, me dijo:

-Si entregan los pollitos yo entrego el carnet del Partido.

A los pocos días entregaron cinco pollitos por libreta. Pero el hombre nunca entrego el carnet de comunista. El porciento de mortalidad perinatal debe ser un récord mundial para la ciencia avícola.   

Los más afortunados criaron puercos en las bañaderas de sus casas; los más listos les contaron las cuerdas vocales para que no molestaran al vecino, aunque la peste se olía a cuadras a la redonda. De esos días en que tampoco había agua, y la luz electrica la ponían cada seis horas, salió el cuento del policía que llamado por el hedor del cerdo se persona en la casa sospechosa.

-Señora -dice el agente-. Me han informado que aquí hay puercos.

La mujer responde:

-Si, tiene usted razón. El berraco es mi marido que fue de visita a Miami y no se quedó. Y yo soy la puerca que no tengo agua hace una semana y estoy sin bañarme.  

 

 

III.

No deberían sorprender estas apariciones en medio de tanta miseria material y moral. Sabemos, los continuistas lo saben mejor que nadie, que el problema es la improductividad del agro, la burocracia, el control que ejercen sobre la tierra y los campesinos, la incapacidad de reconocerse culpables, mentir y no dar soluciones prácticas, lógicas.

Pero esta vez los medios de desinformación cubanos han ido demasiado lejos. Típico de estar en un punto de quiebre moral no han pedido disculpas por el personaje que aseguró que la papa no era un alimento para el trópico, y que el consumo de arroz ahora era exagerado: “no somos asiáticos”, dijo sin que se le moviera un cachete.

Bueno, tal vez haya que darle algo de razón a semejante “arroz con mago”. Como ex becario que trabajé en las cosechas de la papa, sé que es un producto cuya cosecha implica consumirlo con relativa celeridad si no hay frio. La papa se deshidrata, se reseca y termina podrida en unos días. De manera que el cuento debía haber comenzado por ahí: no hay frigoríficos, no hay luz, no hay buenas semillas, no hay gente para trabajar en el campo. Tampoco hay los becarios-esclavos que recogíamos miles de toneladas en los meses de invierno en el llamado ¿Festival de la Papa? ¡Ah! Otro invento del Periodo Especial que había olvidado: para disfrute de la juventud crearon las “DiscoViandas”, bailar entre sacos de tubérculos y troncos de yuca -aplicar la muy cubana alegoría.  

El arroz es cereal de otro costal. No seremos orientales pero la falta de papa se cubre con un buen plato de arroz y viceversa. El cultivo de la gramínea tiene complejidades. La mayor de toda es el agua. Mucha agua. Hay que ver a chinos, vietnamitas y tailandeses metidos en el lodazal hasta las rodillas. Cuba es un país sin agua dulce. La salada sobra más que lo que la gente quisiera: “!ay, si el malecón se secara!”-.

En la Isla no hay buenas y modernas estaciones de bombeo, las conductoras de la época republicana tienen salideros, apenas hay combustible para los regadíos, las tierras están salinizadas, o llenas de marabú. Los cubanos no consumen más arroz porque no hay. Un plato de arroz blanco con un par de huevos fritos y un pedazo de aguacate hoy puede ser un lujo. Un arroz amarillo “ensopado” solo se puede disfrutar en los viejos libros de Nitza Villapol. La papa, hasta hace unos años, “tocaba” a unas libras “por la libreta”. El arroz “partío”, o sea, no apto para consumo humano, era el que muchas veces ”echaban” en la bodega del barrio.  

Solo queda esperar que el deterioro del Continuismo siga su camino descendente. Y estos personajes apareciendo así, al desparpajo,  para que el pueblo descargue la frustración y la burla en ellos, y no en los verdaderos culpables, que siguen comiendo filete mignon, y paella valenciana los domingos.  De otra manera, sin cambios reales, profundos, llegara la llamada Caldosa Cederista, la gran olla de donde comerán los vecinos por cuadra. En su interior todo tipo de rastrojos, y el cráneo del puerco, sin masa. El impresentable Carlos Puebla podrá venir de donde este, y frente al fuego de la leña, cantar: “Te lo prometió Fidel, y Canel te lo cumplió.   

 
 
 

Comentarios


Contacto

Thanks for submitting!

© 2023 by Train of Thoughts. Proudly created with Wix.com

bottom of page