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Estado Unidos: ¿águila y totí?



Por Francisco Almagro Domínguez


Una de las primeras tareas que tendrá el verdadero gobierno revolucionario postcastrista será reescribir la historia de la república, inenarrable sin la presencia del vecino del Norte. Usando frases sacadas de contexto de José Martí –quién como todo ser humano, pudo haber estado equivocado en algunas o muchas apreciaciones políticas que le costaron la vida-, y otros “antimperialistas” cuyos momentos de asueto están llenos de “cosas americanas”, el régimen ha llevado al extremo la demonización de la que es, sin duda alguna, la sociedad más exitosa, plural y democrática de toda la historia humana.

El propósito es bien claro: un enemigo imprescindible. Ciertamente, hay muchas cosas criticables en este país de países norteamericanos. Ellos suelen ser los primeros, gracias a una prensa libre –que por momentos parece parcializada-, en hacerse un seppuku público. Gracias a eso, y la fortaleza de las instituciones y el balance de poderes, no ha existido una dictadura en más de doscientos años. Han cometido errores graves, como imponer a ciertos países un sistema político que no les acomoda por historia. Vietnam, Afganistán e Iraq son un patrón que repite el descrédito.

En Cuba nunca prendió el antiamericanismo aunque lo disfrazaran de imperialismo. Quizás en lo profundo de la conciencia cubana ha estado el hecho de que mal o bien, los Estados Unidos es un país exitoso y de oportunidades. También porque, paradójicamente, el “encarne” de la prensa oficialista con los americanos ha sido tal que la gente siempre se ha preguntado por qué una sociedad donde sus parientes llegaron sin un peso en el bolsillo y hoy viven como ministros o generales son tan “malos”.

Lo que no se había hecho evidente para el cubano de a pie era el doble discurso del régimen con relación al Imperio. Todo es una contradicción: si ese “malo” me quita el castigo, yo progresaré. Pero me sigo portando mal para que me siga castigando. La historia manida del Gigante de las 7 leguas queriendo engullirse a la pequeña y pacífica Isla. Pero no ha habido una sola guerra de liberación cubana cuyos aportes materiales y humanos no hayan venido de allá. Los yanquis asfixian a los revolucionarios con el bloqueo, inhumano e ilegal. Y ahora mismo todo el pollo en los estómagos cubanos vienen del bloqueador, que no del Sol.



Luego, los Estados Unidos son para la propaganda comunista una suerte de ave mixta, Águila-Totí. Águila rapaz, oportunista, predatoria. Totí, ave negra al fin –los comunistas tienen alma racista y misógina- es la culpable de todo, aunque sea un pájaro sociable, diríase hasta escurridizo. Tal es el dilema para el futuro: poner a cada ave en su sitio, empezando por las nuestras, nada mansas a pesar de parecerlo por seis décadas.

En estos momentos la administración demócrata solo ha aceptado ser totí. No es un pájaro muy connotado, liberador. Sin embargo, es una estrategia: asumir toda la culpa para quedar exculpado de todo. La técnica de no hacer nada para que suceda algo –crecer la Torre de Pisa hasta que se derrumbe por su propio peso- tiene en contra el tiempo. En Cuba no hay tiempo. La Isla se muere de Covid en las calles y las casas. Y a quienes mandan no les importa o nada pueden hacer para evitarlo. Solo hablar del totí.

La otra estrategia es la del águila imperial. Esa imagen la han tratado de sembrar en la mente de cada cubano. Hasta hace muy poco funcionaba. Dígase ave depredadora, y se estará diciendo poner un sistema de comunicación libre de interferencias para informar dentro de Cuba. Eso, lo presumimos, el régimen no lo permitirá. Es el fin. El espacio radioeléctrico es, quizás, el más preciado bien de control totalitario, incluso más allá de la porra y el chivato cederista. A esta hora en el Palacio de la Revolución se tiene la respuesta tanto interna como interna al globo, el zepelín, el barco o lo que sea que trasmita una versión diferente a la que tienen que recibir los cubanos. A no dudarlo, ese será un escalamiento en el nivel del conflicto. Hay que estar preparados para eso.

Pero quizás no. Una vez más, los demócratas están contra la pared. Y casi siempre terminan dando la espalda no la espada: lo hizo el New York Times con el Difunto en la Sierra, después los éxodos de Camarioca, Mariel, Guantánamo y el “Mariel terrestre” de la era Obama. El presidente Biden está poniendo disque sanciones a policías y militares que jamás pisaran el norte; nombra a un arquitecto del desastre de las relaciones diplomáticas con Cuba al frente de la política del Hemisferio; crea un equipo para “estudiar la entrega de remesas a la población directamente” –no es una broma.

No creo que el actual presidente pueda convertirse en el águila que finalmente demandan las circunstancias. De totí puede que tampoco le vaya muy bien. El símbolo de Norteamérica es esa águila calva, libre, la que sobrevuela con ojo atento, lista para poner orden abajo. Todo lo que se aparte del símbolo está condenado al fracaso. Y eso nuestro anciano presidente debería saberlo muy bien.



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