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La Irreal Academia de la Dislengua Cubana



Por Francisco Almagro Domínguez.

Tan pronto el viajero de la Isla aterriza en Miami, sin quitarse el empercudido de siglos, sin preguntar donde por primera vez se puede probar un camarón o un buen vino, debe aprender a hablar de nuevo. Hay palabras mal dichas y peor interpretadas. Somos, en parte, lo que hablamos. Por eso durante sesenta años el régimen ha puesto todo su interés en modificar el significado de las palabras para cambiar la realidad y la historia.

Lo primero que debe asumir el recién llegado es que se ha transformado en gusano -quizás lo era desde Cuba- pero no es una metáfora kafkiana, sino que se ha convertido en una depreciable, sucia alimaña. Cabría también la palabra ex cubano, neologismo alcanzado tan solo después de volar unos minutos rumbo al Norte, el lugar donde vive más de medio millón de compatriotas y sus descendientes. Miami es una madriguera, una gusanera. El ex cubano y el gusano son la misma persona. Y es parte de una pandilla, no de Chicago ni de Nueva York, sino de la mafia anticubana compuesta, vaya el contrasentido, por otros ex cubanos.

No basta con saberse gusano, mafioso y ex cubano. Hay que tener mucho cuidado con las palabras mercenario y bandido. Mercenarios son en la Irreal Dislengua aquellos jóvenes cubanos que invadieron Playa Girón hace sesenta años. A pesar de que la palabra mercenario se le atribuye a un combatiente extranjero al servicio de otro país, y que entre los invasores no había ni un solo norteamericano ni cobraban salario alguno, en la mente de los incubanos ha quedado el paralelismo invasores-mercenarios.

Por cierto, mercenarios son también quienes escriben dentro y fuera de la Isla con ideas contrarias al régimen. Sin conocer cuánto y cómo cobran algunos colaboradores, una sola línea que contradiga a la prensa oficial es contrarrevolucionaria y cae, de inmediato, en la categoría de mercenario, apátrida y platista. Para este último epíteto, platista, bien valdría un análisis lingüístico profundo porque por birlibirloque se imbrica con anexionista cuando la Enmienda Platt fue aceptada, precisamente, para evitar la completa anexión a los Estados Unidos.

De la misma manera, la palabra bandido está relacionada con la guerra civil en el Escambray y otros lugares de la Isla. En la Academia de la Dislengua cubana quienes combatieron el castrismo -triplicaron en hombres a la guerrilla de la Sierra Maestra- eran bandidos, y la operación contrainsurgente llamada Lucha Contra Bandidos (LCB) o simplemente el muy higiénico nombre de La Limpia. Miles de esos bandidos y sus familias viven hoy en la gusanera de Miami. Y sus cuentos son de horror: en una maniobra que recordaría al tristemente famoso Valeriano Weyler, y para quitarle apoyo a los alzados, los reconcentraron en el extremo de la Isla. Nunca pudieron regresar a sus hogares y fincas, que fueron intervenidos y sus animales confiscados.

La palabra dueño suena muy rara al llegado porque en la Isla nadie es dueño de nada. Todo es del Pueblo, aunque nadie sepa dónde vive ni qué come ese señor. En todo caso, los dueños son parecidos a los cuentapropistas. Pero estos últimos viven en un país de techo muy bajo, y nunca se sabe en qué momento caerá sobre sus cabezas. Para los dueños el techo es el cielo. Por eso son capitalistas, palabra perversa en la dislengua, porque en la medida que crezca su negocio hasta los cuentapropistas agusanados, ex cubanos, encontrarán trabajo en la madriguera anticubana.

El recién llegado también debe aprender la palabra desempleado. No es lo mismo que interrupto. Este vocablo dislingüístico recuerda la corriente eléctrica, el coito interrumpido, algo se detiene en el momento de mayor necesidad o placer. El desempleado puede recibir un subsidio por ese estado. Y tendrá que reinventarse. Tener uno o dos trabajos parciales. Al interrupto le han limitado una parte de su vida, quizás no la fundamental, porque hacía como que trabajaba y la empresa como que pagaba. Razón por la cual el interrupto siempre puede protestar a un sindicato que no lo podrá defender. El desempleado no pierde tiempo con eso.

Podríamos llenar cuartillas con los vocablos del neolenguaje castrista, por demás, simpático sino fuera tan cruel. Para estar a tono con los tiempos que corren, el dólar fue convertido en una moneda cubana sin valor alguno, una suerte de vale, llamado CUC. El habla popular -no el de la Irreal Academia- lo llamo chavito para diferenciarlo del fula- tenerlo en una época era ir a la cárcel: muy malo, fula, poseerlo. Ahora regresa el dólar con otras monedas, con el apelativo que siempre tuvieron en dislengua, Moneda Libremente Convertible (MLC).

La Irreal Academia cubana no aclara de donde saldrá la mayoría de la MLC. Pero todos saben que será de donde siempre ha salido: de donde viven los mercenarios, los bandidos, la gusanera mafiosa, los ex cubanos explotados por dueños capitalistas, despiadados, platistas y anexionistas. Y Liborio se pregunta, chico, ¿y no habrá alguien que tenga un poquito de dignidad, de honor, y que renuncie, además de a la moneda de los gusanos, a su número de catedrático en la Academia de la Dislengua?

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