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La telenovela está de luto.


Tomada de Wikipedia


Por Francisco Almagro Domínguez


Ha fallecido Delia Fiallo. Y no sin pena debo decir que hasta llegar al exilio no sabía de quien se trataba. Había comenzado su leyenda de escritora de telenovelas hasta llegar a ser la “madre” de este género en Latinoamérica en la Cuba anterior a 1959. Sus obras fueron llevadas a las pantallas de toda la América hispana por medio siglo, y a Europa, ganando premios y reverencias. Aun hoy la mayoría de los ciudadanos del continente, exceptuando a los cubanos, sus compatriotas, recuerdan a los personajes de la Fiallo y sus conflictos de amor y de guerras.

El delito de Delia, como el de muchos otros fue haber escapado de la Isla comunista. No aplaudir un régimen totalitario. En varias entrevistas la famosa autora confesaba su amor por las letras y por su Patria, lo cual abandonó en 1966 después de sufrir no pocas vejaciones como prohibírsele escribir por encontrar los censores un paralelismo peligroso entre sus tramas y el proceso dictatorial que avanzaba en Cuba. Después vendría el duro exilio, y la suerte de poderse dedicar nuevamente a hacer lo que bien sabia: escribir telenovelas.

Llegada esa generación ya a los tiempos donde la barca ha de partir ligeros de equipaje como diría Machado, cada día no enteramos por acá de una gloria cubana que desaparece físicamente. Mientras, el régimen patricida de La Habana los ha hecho desaparecer en vida. Las obras de quienes no se sumaron al carro involucionario no existen para quienes permanecen cautivos en la Isla. Y ese crimen de lesa cultura, pues todos los medios de comunicación están en sus manos y bien atadas, podría parecer irreparable.

Hoy en la prensa totalitaria, castrante cultural e ideológicamente de todo un pueblo, no se menciona su nombre. En cambio, el Señor de los Manotazos, quien hace de ministro de incultura, ha dicho sin asomo de pudor que “La siembra cultural de la Revolución es acaso su saldo más hermoso y trascendente”. Hay que ser muy desalmado –sin alma- para decir algo asi.

Toda esta guataqueria por las llamadas Palabras a los Intelectuales en sus 60 años, el primer acto de censura pública del Difunto, que hizo decir a Virgilio Piñera –profeta del desastre cultural- que tenía mucho miedo.

A veces me pregunto que se cree esta gente ¿Acaso que podrán vivir engañando y ocultando para siempre a Celia Cruz, Cachao, Tres Patines, Olga Guillot, Cabrea Infante y así una lista interminable de glorias de la cultura cubana? ¿No se darán cuenta que su psicopatía cultural –no sentir remordimiento por ocultar una página o prohibir una música- otorga razón a quienes les adversan? ¿No le dará pena a los viejos comisarios, los que quedan vivos, y que si conocieron la valía de tantos artistas, ocultarlos?

Incluso cuando se ha ido al exilio por razones meramente económicas, aunque eso en el caso cubano es discutible, al conocer tanta música, arte, letras y cine borrado por el poder absoluto, el cubano menos sensible siente pena ajena, cuando no rechazo a tanta maldad.

La cultura no es revolucionaria. La cultura, simplemente, es. Ese es un adjetivo no estético, nada ético. Y tiene un repelente tufillo fascista. Un mecanismo de proyección: la cultura insular hace mucho tiempo dejó de ser en buena medida cultura para ser, y así debemos reconocerlo, propaganda filo-facistoide.

Una vez más ha vuelto a suceder. Los atrapados en la Isla-cárcel no sabrán quien escribió Esmeralda ni Cristal, u otra de las decenas de novelas rosa que hizo suspirar y amar a medio continente durante 60 años. Triste casualidad que con la despedida de Delia Fiallo se cumplan también seis décadas de las llamadas Palabras a los intelectuales.

O tal vez no sea tan triste. Delia Fiallo es y será una figura reconocida para siempre en el mundo de las telenovelas. Algún día los cubanos no tendrán que emigrar para conocer su inmensa obra. Sin embargo, las palabras donde el Difunto se asumía líder de la alta cultura en nombre del pueblo están condenadas, como los personajes malvados de las novelas, al olvido. Así de caprichoso es el azar concurrente. Lo dijo otro gran cubano, invisible en la Isla, Cabrera Infante: con la Revolución nada, contra la Revolución todo.


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