Por Francisco Almagro Domínguez
Contaba mi abuelo que un famoso pelotero de su pueblo, muy listo para las bolas y los strikes como para descubrir las trampas de los políticos solia decir que “yo no afileo ni voy a las votaduras”.
Una vez más el régimen comunista cubano ha politizado algo que por su naturaleza queda fuera de toda ideología. En su absoluto desprecio a las realidades de ayer y de hoy que demuestran en los cuatro puntos cardinales el error del marxismo y la inoperancia del socialismo, y después de hacer política con la ciencia, la economía, el arte y el deporte, ahora toca el turno a esa sensible y primordial parte de la sociedad, la familia.
Es curioso que sea el castrismo quien ahora abandera la defensa de la familia cubana. Si alguien le ha tirado y le tira por la línea de flotación a la unidad familiar es el sistema totalitario implantado en la Isla hace 62 años. No hace falta enumerar el daño hecho en seis décadas como la separación de hijos y padres, adoctrinamiento de los niños, irrespeto por la vida no nacida y por el matrimonio, un bloque que debería defenderse a toda costa pues sobre él se erige el edificio que conocemos como familia.
Es curioso, también, que se pretenda una “modernización” de la legalidad en lo concerniente a la familia cubana cuando los jóvenes solo encuentran en el camino del exilio una vía para mantener con cierta decencia a los viejos que quedan y a quienes se les acaba la vida en colas y engañosos discursos. Parecería un chiste si no fuera cruel: nuevo Código de Familias para familias separadas, envejecidas, condenadas a vivir en la miseria e ilusiones perdidas.
Unplash. Foto: Glen Carrie
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Pero lo más importante no es si el régimen hace ahora esta puesta en escena por un capricho cortesano, si hay una pretensión de actualidad, o atisbo de justicia. Lo importante es el contexto y el proceso que se esconde detrás del llamado referendo, que bien sabemos, está preparado para una votación –vota-dura- masiva por el sí o sí.
Cuba hoy está alineada con las peores causas del mundo. Lo estuvo casi siempre. Pero mantenía alguna apariencia de tranquilidad y “alegría tropical”. No nos cansaremos de decir que el 11J lo ha cambiado todo. Desde ese momento, que tampoco es un punto sino un diapasón que amenaza con ampliarse, la sociedad cubana en un grado alto ha hecho su propio “referendo”. Y como diría un famoso político, está votando como nunca “con los pies”. Para que esa “vota-dura” no sea con las manos, palos y piedras, el régimen se ha arreglado con amiguetes centroamericanos para hacer llegar caminando a casi 200,000 cubanos a la frontera sur de los Estados Unidos.
De tal modo, el referendo sobre el Código de Familias no es otra cosa, como ya han escrito algunos colegas enterados y listos, que una imperiosa necesidad de legitimarse de nuevo, de validarse como una sociedad abierta y democrática. Lo que menos importa a la clase en el poder es si dos homosexuales se casan o no (vivos todavía muchos de los que apoyaron las UMAP y no ha pedido disculpas). Tampoco importa que un padre o una madre hagan “misión” separados de su familia por varios años con el costo psicológico para la pareja y los hijos.
Las leyes, por muy justas e innovadoras que parezcan, no sustituyen la naturaleza intrínseca del ser humano, sus llamados derechos naturales. El error capital del socialismo, y del castrismo en particular, es desobedecer con la psicopatía más raigal toda la verdad que enseña la historia, todas las evidencias que demuestran, sin lugar a dudas, tantas equivocaciones. Entonces queda mentir. Cada día mienten con mayor cinismo. Y por eso es mayor la represión: la violencia es proporcional a las falacias con las cuales pretenden sobrevivir.
Así, el llamado referendo es otro ‘pie” que el castrismo, en sus finales, quiere meterle al pueblo cubano. Para ello están usando toldos los medios publicitarios, en sus manos desde siempre. Hay coacciones subliminales como que el “Código” es una “obra de la Revolución”; rechazarlo es quedarse en el pasado, apoyar al imperialismo y sus “secuaces” de Miami (de donde sale “el dólar criminal” que es la tercera parte de las divisas en la Isla y el pollo que se descongela por la falta de luz eléctrica en las rancias bodegas de barrio.
Los que conocen a fondo el llamado Código hablan un eslabón más en el pescuezo de la familia cubana. A quienes aún están en Cuba, y no tienen forma de escapar de la Isla-cárcel, toca romper esa cadena, al menos de manera simbólica, el día de la “votadura”. No importa que el régimen tenga papeletas sustitutas, que sin duda lo hará. Lo que no puede hacer, a esta altura, es recuperar el corazón y la mente de millones de compatriotas, aquellos que aman y desean un futuro para sus familias más allá de la política y de los compromisos intestinales.
*Probablemente será el último artículo publicado en “Habaneciendo”
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