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Por Francisco Almagro Dominguez
Con cierta frecuencia usamos la palabra madurez para valorar a otra persona. “Fulano no tiene madurez”. O incluso como ofensa: “mengano es una persona inmadura”. Pero en el campo de la psicología humana… ¿Qué es madurez? ¿Qué significa que una persona es “inmadura”?
Se pudiera hablar de la madurez humana en lo físico, lo psicológico y lo social. La madurez física es fácil de entender. El proceso de maduración iría desde el comienzo de la adolescencia, hasta finales de la primera década. En ese tiempo “maduran” es decir, se hacen aptos para el resto de la vida todos los sistemas y órganos del cuerpo humano.
Esto, que es muy fácil de comprender, no lo es cuando hablamos de madurez psicológica. Si para el cuerpo tenemos parámetros medibles, observables a simple vista, para la psicología resulta menos tangible, diríamos críptico en ocasiones.
¿Cuándo podemos afirmar, con cierta certeza, que tal persona es psicológicamente inmadura? ¿Cuándo aseverar que fulano necesita maduración en sus relaciones interpersonales, en sus hábitos y metas?
Un recurso pedagógico muy usado es hacer comparaciones, analogías, para explicar de manera sencilla cosas complejas. Pensemos pues, en la maduración de las frutas.
La mente humana puede madurar igual que las frutas en un árbol. La fruta nunca madura toda a la misma vez. Madura por partes. Unas partes son verdes, otras amarillas, y otras se oscurecen hasta tomar la coloración de la putrefacción.
Cuando está en sazón, si no la cosechan, la fruta se desprende del árbol, se separa de su origen y cae al suelo para alimento de los animales, los hombres o ser simplemente semilla de nuevos árboles frutales. Otras veces queda en el árbol, y se pudre en él.
La psiquis humana, su madurez, es similar a la fruta que acabamos de describir. Nunca madura toda al mismo tiempo, ni todas las personas pasan el mismo proceso. Como las mismas frutas, hay circunstancias que hacen madurar psicológicamente con mayor rapidez, y otras que demoran más, o simplemente el proceso de maduración se detiene y nunca logra llegar a ser “fruta comestible” ni a desprenderse del árbol-familia que le dio origen.
Basta ver la coloración de las frutas para conocer su grado de madurez. Basta ver el físico de una persona para saber de su completa maduración. No sucede lo mismo con la personalidad. Esa “no se ve por fuera”.
Incluso podríamos ser engañados. Un hombre o una mujer de 40 años puede comportarse psicológicamente como un adolescente de 20 en ciertas circunstancias. Un jovencito de 20 años tener conductas y hábitos de alguien de 40, lo cual tampoco es muy “sano” que digamos.
Como en cualquier rama de la ciencia, antes de una intervención es preciso tener idea de sobre qué se va a intervenir, cual es el problema. Es lo que llaman diagnóstico, palabra derivada del griego que significa distinguir, discernir, conocer la causa.
Para hacerlo todo más sencillo establezcamos ciertos parámetros o criterios prácticos para conocer –o diagnosticar- si estamos en presencia de una inmadurez personológica, y sobre qué elementos necesitaría trabajar la persona.
Esos tres son:
1. Relación Dependencia-Independencia.
2. Relación Fantasía-Realidad.
3. Relación de Escala de Valores- larga y corta duración.
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