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Madurez (II): relación Dependencia-Independencia.


Por Francisco Almagro Dominguez

Nuestro José Martí, tan poeta como filósofo, nos dejó una frase con la cual desearíamos ilustrar el tema. Dijo el Apóstol de la Independencia cubana:

La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes”.

Y es que la autonomía en el ser humano es básica para poder enfrentar de modo consiente, resuelto, cualquier adversidad y ser feliz. Precisamente, la madurez se puede valorar por el grado de dependencia o independencia que cada individuo tiene consigo mismo, con los demás y con la sociedad. Y añadiríamos: dependencia e independencia para asumir nuestros errores y nuestros aciertos.

No nacemos independientes. Todo lo contrario. Estamos entre los “animales” más dependientes que existen. Los seres humanos no podemos alimentarnos por nosotros mismos hasta dos o tres años después de nacer, y aun así seriamos incapaces de proveernos los alimentos. Tampoco podemos movernos, caminar, hasta después del año y medio. Y no digamos correr, huir del peligro, del cual no tenemos conciencia hasta bien entrada la primera década de la vida.



Declaracion de Independencia de las 13 colonias. John Trumbull (6 de junio de 1756- 10 de noviembre de 1843)



Todo parece indicar que por su complejidad y ser el único mamífero con conciencia, la maduración psicológica del humano suele ser más prolongada. Mientras ciertos seres vivos pueden tomar decisiones vitales casi desde que nacen, nosotros permanecemos más tiempo pendientes de lo que deciden o dicen nuestros progenitores. Por lo menos es así hasta la adolescencia. Allí comienza la lucha, dialéctica, entre permanecer dependientes como niños y estar atrapados en cuerpos de adultos.

Los niños son psicológicamente inmaduros pues son dependientes de sus padres. La maduración de su sistema nervioso, de sus ideas, valores, y sentimientos no termina de completarse hasta finales de la primera década. Es un proceso sistémico donde intervienen la individualidad, la familia de origen y la sociedad.

Las leyes han establecido la medida de 16 y 18 años para la mayoría de edad porque se supone que entonces se tiene responsabilidad para enfrentar las consecuencias de las conductas.

Una persona adulta es inmadura cuando llegada la edad biológica para valerse por sí mismo es incapaz de tomar decisiones de manera independiente, y hacerse responsable por ellas.

La persona inmadura todo lo consulta con otros, todo lo habla sin “filtros”, no lleva cuenta del daño que provocan sus acciones y comentarios. La inmadurez lo lleva a buscar apoyo constante, a veces en personas o lugares que son, paradójicamente, sus primeros y “sinceros” enemigos.

Del mismo modo, un ser humano demasiado independiente tiene también una personalidad que no ha madurado. Tomar decisiones sin tener en cuenta a los demás, y no asumir responsabilidades es inmadurez.

Podría ser tan poco “comestible” la fruta que permanece en el árbol hasta podrirse, como la que se desprende verde y también se pudre en la soledad de la tierra.

La personalidad “desprendida a destiempo”, vive de espaldas a los demás, a la “Otredad”. La independencia mal concebida y mal practicada lleva a que en muchas oacsiones la persona sea insensible, poco empática, casi antisocial.

De tal modo, la madurez vista a través de la relación dependencia-independencia debería ser un equilibrio entre pensar, sentir y actuar de manera independiente y “estar pendiente” de los demás al mismo tiempo. No es nada fácil. Nadie dice que lo sea.

Para lograrlo, los padres deben trabajar en los niños la capacidad de enfrentar y resolver problemas por ellos mismos, y hacerlos crecer modelando coherencias entre el pensar, el sentir y el actuar.

En la medida que los niños van siendo independientes, maduros, los padres deberían alejar de ellos toda protección excesiva y el “consejo” no pedido, que más que nada es una proyección de los miedos de los padres. Recordar que criamos hijos para los demás, no para nosotros mismos.

John Donne, el famoso poeta y clérigo inglés, lo resumió de esta manera:

Sé tu propio palacio o el mundo será tu prisión”.

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