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Problema y Conflicto (IV)

La Libertad y la Persona



Estatua de la Libertad. New York City. Foto del autor.


Por Francisco Almagro Domínguez


El hombre contestó que él no era más grande que Sigmund Freud, porque el creador del psicoanálisis habían sido un gigante. El solo se había parado sobre sus hombros. Se llamó Erich Fromm, y a sus ideas sobre la libertad y las restricciones a esta, debemos una parte importante de lo que filósofos como Michel Foucault, Jean Paul Sartre y Albert Camus –herederos de la Ilustración y la revolución de 1789- aportarían al concepto de autonomía humana.

Nada nuevo podríamos aportar en el sentido filosófico del asunto sino aterrizar algunas ideas relacionadas con la distinción entre problemas y conflictos allí dónde la libertad, o mejor dicho, la posibilidad de escoger entre una y otra alternativa compete al individuo. Esa posibilidad de ser libre para tomar un camino, no siempre es fácil ni está lleno de rosas. Solemos, por el contrario, auto incapacitarnos para “poder que podemos”. Fromm lo veía de esta manera en su famoso libro “El miedo a la Libertad”:

“¿Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada para el hombre, al punto que trate de eludirla?”

Retomemos brevemente los conceptos de Problema y Conflicto. En el primero hay elementos visibles, circunstancias que ponen la solución o la disolución al alcance de las manos. Visto el problema desde varios ángulos, hay diferentes soluciones, o ninguna. El individuo tiene la posibilidad de ESCOGER. Esta palabra está indisolublemente ligada a la libertad humana con todos sus sinónimos: elegir, preferir, optar, etc.

De todos los seres vivos, solo el hombre tiene la capacidad física y mental para escoger ante un abanico de posibilidades. Algunos mamíferos muy desarrollados también podrían elegir este u otro alimento, una guarida o la otra. Pero sería una elección básica, primitiva, no elaborada.

Al escoger u optar, la persona está asumiendo la responsabilidad por su elección. No hacerlo indica inmadurez o un grado de psicopatía clínica valorable. Sin libertad para escoger, o sin opciones para elegir, el ser humano malvive como una bestia. Esa es precisamente la lamentable condición del cautiverio. Se ha privado al individuo de la posibilidad de ser persona, es decir, vivir con la libertad de tener varias opciones.

El conflicto es sinónimo de prisión, de encierro, de perdida de la libertad. Al no ver claro, sino una neblinosa irrealidad, la persona esta incapacitada no solo para escoger, sino que tampoco podría asumir consecuencias de algo que no puede hacer porque no lo ve. El conflicto o la pérdida de la autonomía pueden producirse a nivel individual, familiar y social. El denominador común, ya se ha dicho, es la ausencia de decisiones porque la libertad coartada no tiene consecuencias.

Los dilemas que enfrentamos en una terapia, en una familia disfuncional, en una sociedad totalitaria tienen su base en la conflictividad del vivir: todo es nebuloso, impreciso, impenetrable por la lógica, la razón. Y eso sí: en la medida que intentamos explicar racionalmente lo que sucede, más nos enredamos en contenidos que son, además de absurdos, opresivos.

Una vez más, el proceso de llevar los conflictos a nivel de problemas es una forma de cortar los barrotes que impiden la libertad de asumir consecuencias. Los individuos con las llamadas neurosis tienden a vivir de conflictos eternos porque aunque parezca paradójico, la conflictividad es cómoda, aleja la responsabilidad.

De la misma manera, las parejas en conflicto no saben vivir sin ellos. Alimentar los conflictos es parte de la dependencia, de asociación parasitaria. La pareja sin libertades –y sin límites- construye su celda, y como cierto libro de terapia muy interesante, semejan barracudas inmóviles que atacan cuando menos se espera.

Y está claro que las sociedades totalitarias y dictatoriales tratan a los niños como hombres y a los hombres como niños. Necesitan conflictos con otras naciones, y con otros grupos para justificar la coartación de las libertades. El enemigo vaporoso, el fantasma del agresor es indispensable para mantener la espera, el atrincheramiento sin otra opción que entregar el alma al dictador, al líder.

La copla flamenca lo canta con la sencillez del alma libre:

La salud y la libertad

eran prendas de gran valía

que nadie cuenta se daba

hasta que no están perdías


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