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¿Se alinean los planetas sobre la Isla?





Foto Alexander Kunse.


Por Francisco Almagro Domínguez.

A pocos días de asumir la administración Biden-Harris la rama ejecutiva del gobierno norteamericano, varios hechos están disparando especulaciones en torno a las relaciones Cuba-Estados Unidos. Como en política es más importante lo que no se ve que lo que se puede ver, identifiquemos algunos de estos sucesos, sino insólitos, llamativos por la rapidez con los cual se engarzan, teniendo como telón de fondo una epidemia mayor y la probable crisis humanitaria más grande en la historia del proceso involucionario cubano.

Al tener el control de tres de los cuatro poderes –Cámara de representantes, Senado y Ejecutivo- el presidente del Comité de Finanzas del Senado, el demócrata Wyden, ha presentado un proyecto de ley que pudiera desaparecer el embargo sobre Cuba que data desde 1960.

No es la primera vez que se propone algo parecido. Nunca ha pasado. Se necesitarían los votos en ambas cámaras, con la oposición tenaz de los congresistas cubanoamericanos, quienes, por cierto, responden así a la mayoría de sus votantes.

Sin embargo, esta vez hay muchos congresistas republicanos y demócratas que creen que la mejor estrategia es librarse del mecanismo legal por una razón práctica: que sean los bancos e inversores los que corran el riesgo de hacer negocios con un país en quiebra y que no respeta a los deudores.

Donald Trump apretó la coyunda hasta casi la asfixia. El sistema estable en su inestabilidad pudo controlar la situación hasta ahora. Y mucho creen que así será en el futuro. La Cuba castrista pudiera estar lista para soportar cualquier presión externa indefinidamente.

Una muestra de cuanto puede todavía maniobrar domésticamente el régimen es la reciente liberalización de las actividades privadas, llamadas cuentapropistas. Pudiera pensarse que ha sido un guiño de ojo a quienes en el congreso norteamericano pujan por el levantamiento del embargo.


Foto Wikipedia

Cuando se hable de Cuba hay que tener en cuenta una generación de nonagenarios que no podrían estar al mando en los próximos cinco años. Esa generación probablemente desaparezca en el próximo congreso del Partido Comunista –en solo tres meses, abril de 2021- y daría paso, puede que a regañadientes, a quienes tendrán el deber y la suficiente flexibilidad para negociar una salida decente para todos.

Lo más importante pasa inadvertido: el ex máximo líder no está sobre la Tierra para escribir otro bodrio llamado El Hermano Joe. El Segundo Secretario, de quien hasta los más fieles hablan pestes, apenas puede sostenerse en pie. Y podríamos suponer que los alfiles al lado del Designado, también octogenarios, pasarían a retiro. Nada descabellado seria pensar que incluso el que hace el personaje del presidente sea sacrificado en el ínterin.

Venezuela, cuya solución implica directamente al régimen cubano, debe quedar resuelta antes de cualquier arreglo entre Cuba y Estados Unidos. Las visitas de vicepresidentes entre La Habana y Caracas levantan suspicacias. Del lado cubano, ha sido elegido nada menos que Ricardo Cabrisas, un ex oficial de la inteligencia y el más hábil negociador vivo en el terreno político-económico de la Isla.

Las consecuencias de terminar el embargo son mayormente políticas. Se dice que quita un argumento pero sabemos que argumentos habrá siempre. Seguir apretando la soga pudiera provocar una explosión social a pocas millas de las costas norteamericanas. Tal situación merecería una intervención militar yanqui, evitada por ambos bandos durante sesenta años.

Es de ilusos pensar que no habrá sangre en ambas orillas. Suponiendo que ocurra un real bienvenido míster Marshall, estabilizar la Isla podría llevar años, además de convertirse, por su posición geográfica, en un excelente puente para el narcotráfico.

Si a todos estos hechos, quizás vistos por este escribidor con demasiado optimismo, añadimos que la Unión Europea pulsa por una solución diplomática en el eje Caracas-La Habana, probablemente la administración Biden esté dispuesta a dar pasos para regresar diplomáticos a la embajada en el Vedado, y facilitar el intercambio de turistas a Cuba. El arsenal de que dispone el Ejecutivo actual para negociar el bienestar de los cubanos es inmenso. Sobre todo, después de la experiencia trumpista, traumática si bien necesaria, y en estos momentos ineficaz.

Todo dependerá de que la vieja guardia castrista, presa de egoísmos y temores, quiera dejar a sus nietos una república que valga la pena. Ellos hasta ahora tienen el control. Y pensar que lo dejaran sin recibir un salvoconducto es pura fantasía.

O todos ganan, o todos pierden. El castrismo puede escribir una página digna al final si renuncia al poder para conservar una cuota del mismo. No se humilla el enemigo, porque el animal más manso de defiende como gata bocarriba. Y no dudemos nunca que en las primeras elecciones libres, millones de cubanos votarán por los comunistas, como ha sucedido en otros países ex socialistas.

A sesenta años de lo que llamaríamos involución cubana, hay una nueva oportunidad de volver a ser un país próspero, democrático, moderno. Y eso puede suceder tan pronto como este mismo año. Sí, es cierto, venimos oyendo el mismo cuento hace seis décadas. Pero admitamos, con optimismo abundante, nunca como ahora los planetas están en línea: somos muchos los que deseamos, desde todo el espectro político, un cambio en paz, con todos y para el bien de todos.



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