Por Francisco Almagro Domínguez.
Mientras el candidato demócrata espera por la confirmación de los estados para asegurar su presidencia, continua con los nombramientos de un posible gabinete y hace recomendaciones para combatir la Plaga. En una batalla contra el tiempo, los asesores legales de la campaña de Donald Trump colectan evidencias para cambiar los resultados de la elección 2020.
Si las acusaciones de los ex fiscales federales son ciertas, habremos presenciado el ataque más grave a la democracia norteamericana en dos siglos de existencia. Suponiendo que los esfuerzos del republicano fracasen, y Joseph Biden sea el presidente número 46 de la Unión Americana, se le viene encima un vendaval, y de lo cual tenemos avances.
El llamado “Squad” -escuadrón- formado por radicales de izquierda han hecho una advertencia al electo: ganaron gracias a ellos. Por lo tanto, tienen derecho a exigir que su agenda sea cumplida; una de esas congresistas dijo que el tiempo para cumplir era ahora, reclamando celeridad del programa New Green Deal -Nuevo Acuerdo Verde-, la cancelación de las deudas universitarias y programas sanitarios gratuitos para toda la población.
Este avance de lo que pudiera pasar después del 20 de enero de 2021 nos muestra que el Partido Demócrata es ahora un Frankenstein político. Ese será el primer reto del electo presidente: la oposición dentro de su propio partido. A esto debemos sumar el descontento en las filas de los centristas y conservadores azules: han perdido una docena de asientos en la Cámara debido al discurso liberal y extremista del ala izquierda partidista. Biden deberá gobernar contra el Congreso republicano y un grupo de representantes demócratas quienes en lenguaje cubiche, jugarán majá.
Por esa imagen de abuelito cansado y de dudosa reputación para unos 70 millones de norteamericanos, lograr la unidad y sanar las heridas será una tarea titánica. Además de estar muy usado, en lo físico y en lo mental, en su discurso no hay nada reconciliador hasta ahora; repite, una y otra vez que los trompistas deben darse por derrotados. Mala interpretación de la América profunda: aquí no se rinde nadie.
Lo trabajoso será también demostrarle al pueblo que bajo su mandato controlará la epidemia. El lo sabe. Todos los médicos lo saben: sin vacuna la Plaga fue y es imparable. Haber utilizado el argumento de que Trump fracasó en la tarea es un peligroso bumerán. Tampoco podrá enderezar la economía en poco tiempo pues para cumplir mínimamente las promesas de mejoras sociales, prestaciones y gratuidades tendrá que subir los impuestos, y eso traerá una inflación y un desempleo enorme.
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En América Latina Nicolás Maduro anunció que su bienvenida es una asamblea nacional roja, rojita. Evo ha vuelto por la revancha, comenzado por descabezar la anterior cúpula militar. Es muy probable, como ha prometido, relanzar las organizaciones anti norteamericanas como el ALBA y otros proyectos varados en los últimos 4 años. Cuba seguirá siendo el cerebro de la mega-operación del Socialismo del Siglo XXI. Antes debe resolver su propio problema pues no tiene tiempo: una migración masiva por tierra o por mar o un nuevo acuerdo migratorio. La historia no engaña: Camarioca, Mariel y Guantánamo sucedieron bajo narices demócratas.
Volveremos a pagar por la defensa de una Europa que, salvo excepciones, nos desprecia mientras aprovecha nuestra indulgencia. Rusia nos conoce muy bien. No negociará nada con los demócratas quienes, según sus líderes, suelen incumplir su palabra. Del mismo modo, aunque China comunista no creo el virus, la Plaga le vino de maravilla: se quitaron a Trump de encima, y emergerá más fuerte, en lo militar y lo económico. La guerra comercial habrá terminado y de nuevo volverán a Asia los oscuros capitales.
Podemos suponer que hay cohetes en las lanzaderas y bombas atómicas en el subsuelo coreano para dar una mala bienvenida al señor Biden. Los iraníes han acelerado la producción de uranio enriquecido. Quieren cobrarle a próximo ejecutivo la vida de Soleimani, y el pacto de Israel con países islámicos. Por supuesto, la política de pacificación y quimérico multilateralismo hará resurgir el Estado Islámico. Al-Qaeda estará en el balcón, esperando su turno. Nuevamente iremos a la guerra. Los enemigos saben que cuando el guapo se muda de barrio, ha llegado su momentum.
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Los cubanos tenemos una experiencia singular. Fulgencio Batista dio un golpe de estado en 1952 e instaló un régimen de aparente concordia. Poco a poco las clases medias y altas de la Isla, y los medios de comunicación le declararon la guerra en nombre de la libertad y la democracia.
Al principio, el Indio logró sobrevivir gracias a que fue, de 1952 a 1958, la etapa más productiva, económica y socialmente hablando, que ha tenido Cuba en toda su historia. Pero Batista y sus acólitos se enfrentaron a todos, se creyeron imprescindibles, y solo a sangre y fuego querían conservar el poder. Había que salir de Batista, a como diera lugar. Nada ni nadie podía ser peor, se dijo. Entonces vino Fidel Castro.
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