El Acoso.
- Francisco Almagro

- 21 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Por Francisco Almagro Domínguez.
Veinticuatro horas después de la su salida de la Casa Blanca rumbo a su palacio de Mar-A-Lago, el expresidente Trump sigue siendo noticia. Los mismos que intentaron destruirlo por todos las vías posibles, insisten en la necesidad de echar adelante un segundo impeachment, un juicio político-moral que traducido al castellano vendría a ser destitución.
La lógica indica que no se puede destituir a nadie que no está instituido, no permanezca en el cargo. El absurdo no termina ahí: le achacan al ex presidente la responsabilidad del ataque al Congreso, de alentar una horda de facinerosos que violó el sitio democrático por excelencia –la Casa del Pueblo- de la manera más violenta. Las acusaciones se basan en una interpretación de palabras, como antes

Foto: Aubery Hicks
fue la llamada telefónica al premier de Ucrania, válida para el primer intento, fallido, de sacarlo de la presidencia.
En las últimas horas, Mitch Mc Connell, líder de la bancada republicana en el Senado, parece estar valorando apoyar el juicio político. Enjuiciar a alguien fuera de su responsabilidad política sería un acto casi inédito, pues solo se ha hecho una vez y con un funcionario de menor nivel. Suponemos que algunos republicanos tienen información sobre la incitación a la insurrección más allá de las palabras del ex mandatario y sus interpretaciones.
Las investigaciones están en marcha, y hasta ahora se sabe que la gentuza estaba preparada para lo peor: bombas, armas, hachas y palos. Visto desde esa perspectiva, los servicios de inteligencia que vigilan el terrorismo doméstico fallaron, y deben entrar en la pesquisa. También tendrían que poner en claro qué hizo y sobre todo qué no hizo la policía del Capitolio, por cierto, una unidad a la cual no pertenece cualquiera por su responsabilidad con la vida de los congresistas y sus familiares en el recinto.
Pero, sin duda, la responsabilidad primera es del presidente Trump. Conociendo el nivel de pugnacidad en las elecciones, y sobre todo, de hostilidad de sus seguidores que creen que hubo un fraude masivo, no debían haberse congregado cerca del Capitolio. Y es extraño, porque las medidas de seguridad alrededor de ese edificio es una de las más estrictitas en el mundo. Además, Donald Trump perdió tiempo. Él mismo debía haberle salido al paso de inmediato.
Al final, logró todo lo contrario: no se retrasó la asunción de Joe Biden, y no hubo un nuevo examen del proceso electoral. Los congresistas republicanos renunciaron a seguir con el proceso.
Sin embargo, detrás de todos estos argumentos, algunos válidos y otros débiles, la verdad parece ser que hay una intención muy clara de evitar que Donald Trump vaya por un segundo periodo presidencial, y todavía más: que en el futuro pueda formar un partido político, que en susurros se llamaría Partido Patriótico.
Es algo que desearían tanto demócratas como republicanos si tenemos en cuenta que Trump, quien no es un republicano típico, y sí un advenedizo político, logró 75 millones de votos. Puede discutirse cuanta gente votó por Trump o por el Partido Republicano. Me inclinaría a pensar que más de la mitad de los votantes seguirían al ex presidente si decide conformar un nuevo partido, lo cual le quitaría a los elefantes al menos dos de sus grandes patas.
Con el impeachment casi todos los políticos tradicionales ganan. Pero pudiera ser una victoria pírrica, que esconde una derrota a largo plazo. No perciben que Trump fue un movimiento, una revolución política y económica, y que seguir adelante con lo que tiene visos de venganza, solo fortalecerá la gran masa de incondicionales trumpistas y sumará otros descontentos.
Si el voto de más de 80 millones por Joe Biden fue real, no necesita apoyar –no lo ha hecho todavía- el juicio que Nancy Pelosi y otros congresistas quieren seguir para castigar al ex presidente. Si el gobierno de Biden es legítimo, libre de toda sombra de fraude, le irá muy bien. Si por el contrario, se trucaron las máquinas, los votos por correo fueron manipulados, y contados votos de no ciudadanos, tarde o temprano estos cuatro años serán un infierno para él y para el país.
Es hora de detener el acoso contra Donald Trump. Pero la prensa lo necesita. De lo contario perderán lectores y dineros. Al final, Trump y la media que tanto lo hostigó se dan la mano: no importa hablar mal o bien de una persona, el problema es tener algo que decir para poder vender.





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