EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro

- hace 3 días
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Últimos días de la Hacienda: Himnos y Marchas
Marcha del Pueblo Combatiente. Tomado de EcuRed.

Por Francisco Almagro Domínguez
Estábamos en casa de un amigo celebrando la llegada de sus hijos desde Cuba. Había logrado traerlos después de muchos años separados, un disparate que parece normal en un país escindido hace más de medio siglo. Todo era risas, baile, alegría por el recuentro. Entonces pusieron Nuestro Dia (Ya viene llegando) la canción hecha e interpretada por Willy Chirino en 1992: “Apenas siendo un niño allá en la Antilla/Mi padre me vistió de marinero/Tuve que navegar 90 millas/Y comenzar mi vida de extranjero”.
Alguien, por encima de la música, gritó:
-¡Señores, eso es un himno para los cubanos!
Han pasado nada menos que 33 años y aún hoy, lejos del lugar donde debía haber llegado, la canción es todo un canto a la esperanza: “Hoy que mi pueblo vive ilusionado/ Yo me siento inspirado y un son estoy cantando/ Anunciándole a todos mis hermanos/Que nuestro día ya viene llegando”.
No está de más recordar el contexto en el cual Willy lanza la canción. Eran los primeros años de la caída del Muro de Berlín y como fichas de dominó desparecían los satélites comunistas de Europa que orbitaban la Unión Soviética. En la Isla se vivían momentos de crisis económica, política y social: el mecenazgo comunista había desaparecido, el régimen carecía de un discurso ideológico creíble, y se gestaba otro éxodo masivo, por aire, mar y tierra -y el llamado exilio de terciopelo: me voy, pero sigo siendo involucionario. Ya viene llegando era el himno de combate, escuchado ahora en casi todas las fiestas sin miedo, sin bajar el volumen, como si trataran de desafiarse años de vida carcelaria y mutismo inducido.
Un himno no es otra cosa que una creación musical poética para glorificar un país, una gesta heroica, un titán. Los himnos son reverenciables. Al escucharlos, afloran las emociones. Hay que diferenciarlos de las marchas, que son composiciones de compas binario o cuaternario cuyo objetivo es marcar el paso en un desfile militar, una procesión luctuosa, y puede que hasta en un evento circense. La marcha es jolgorio, ritmo, conducta. El himno es espíritu, vibración, sentimiento. El himno hipnotiza. La marcha aviva. Los himnos y las marchas solo se parecen en que necesitan de fundamento emocional; autor y público se unen en verdaderos fenómenos de masas, quienes las sienten y corean sin que nadie que los obligue.
La Involución Cubana podría estudiarse, también, por el declive de sus himnos y marchas alegóricas. Hasta el naufragio republicano de 1959 el único himno conocido era La Bayamesa; acaso una marcha de combate concebida por Perucho Figueredo, que tuvo como referente La Marsellesa, himno acompañante de la Revolución Francesa. Los versos del Himno de Bayamo, o himno nacional, eran más largos al inicio. En 1902 se suprimieron aquellos ofensivos a España y sus ciudadanos -la Cuba soñada por Martí, ni odio ni rencores hacia el enemigo.
Es difícil encontrar en la Republica marchas o himnos a los gobiernos dictatoriales de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Típico de nuestra idiosincrasia insular-liberal, acaso se recuerda de aquellos años el estribillo de una conga surgida durante el enfrentamiento del Partido Liberal del Dr. Alfredo (el chino) Zayas, y el general Mario García Menocal (el mayoral) del Partido Conservador. “La Chambelona” es una burla, choteo del opositor político; denota, como diría Jorge Mañach, la falta de mesura y la ausencia de una “tercera dimensión” para enfrentar con madurez las cosas serias, importantes.
Al surgir la Involución, entre la alaraca por la huida del tirano y la confusión “de que se trata esto”, el régimen calzó cada aventura política con una tonada. La llamada Marcha del 26 fue un golpe maestro desde el punto de vista emocional a la dictadura batistiana; en 1957, cuando fue grabada, demostró su capacidad movilizativa, el apoyo a la insurrección. Pasaban el disco de casa en casa, y al sintonizar la radio, emocionaba a los radioyentes. Recordemos que en la letra no hay una sola mención al socialismo, sino al ideal de libertad, honrar los mártires caídos por la causa, algo en lo cual coincidía la mayoría del pueblo cubano.
Tampoco era muy clara la alusión al comunismo en la Marcha de la Alfabetización, en pleno 1961. Aludía al hecho histórico y aparentemente desideologizado de enseñar a leer y escribir -eso sí, con cuartillas descaradamente involucionarias- a más de la mitad de la población. Tomaba como baza incitadora el asesinato de un joven maestro: “Somos las Brigadas Conrado Benítez/ somos la vanguardia de la Revolución/con el libro en alto cumplimos una meta/ llevar a toda Cuba la alfabetización”.
Quizás la marcha más recordada por el momento tan frágil vivido por la Involución cubana fue la llamada Marcha del Pueblo Combatiente, aquella donde Osvaldo Rodríguez perdió para siempre el bastón de la popularidad, aunque lo buscó afanosamente en el exilio: "Vibra la patria entera, embravecida, / Arde su sangre de valor erguida…". No se menciona a José María Vitier como el verdadero musico detrás de semejante caldo. Una cosa si es cierta; buena cantidad del pueblo cautivo cubano, huérfano de noticias verdaderas, creyó que los asilados en la embajada del Perú eran “escorias” y asesinos del custodio de la sede. Decenas de miles de engañados, entre los que se encuentra el autor -la escuela de medicina fue la primera es desfilar por la Quinta Avenida-, íbamos con la convicción de poseer la verdad, animados con aquellas letras, hoy infames, “Por Cuba, con Fidel” escritas por el ex 5U4 -nombre de un bombillo, como la banda, no de alzados, sino de Osvaldo Rodríguez, a quien tampoco se debe confundir con el alzado comandante Osvaldo Ramírez en el Escambray.
Después de aquella “epopeya musical” la Involución ha padecido un llamativo silencio creativo para marchas e himnos. Una sequedad “marchista” que denota la falta de sustentación ideológica. Ni el caso del niño Elian, ni la llamada Batalla de Ideas para el regreso de los “5 héroes” han parido temas que movilicen a la masa. La pregunta es si se trata de que no hay autores lo suficientemente convencidos, orgánicos al régimen, capaces de inspirarse porque no tienen como ni de qué. ¿O será que su intuición ofídica les advierte que de componer una marcha continuista desencadenarán un rechazo tal que no podrán salir de sus casas?
La Continuidad no es solo el desastre económico, ideológico, social. Es también la definitiva ausencia en el corazón de la mayoría de los cubanos. Y esa batalla comenzó a perderse con Nuestro Dia (Ya viene llegando), y ha tenido una estocada sonora mortal con la canción-marcha Patria y Vida. Con una precisión quirúrgica-poética, los autores han expresado en pocas palabras el sentir del pueblo cubano; han desmontado la falacia de que morir por ellos es vivir; que la vida es mucho más importante que un partido político autotitulado vanguardia y guía de toda la nación.
Las conductas hablan: el régimen trató al inicio de hacerle contrapeso con autores de probada mediocridad y servilismo. Lo menciono porque casi nadie lo recuerda. En cambio, Patria y Vida, como sucedió con la canción de Willy, es hoy un himno de los cubanos afuera y adentro. Si el nuevo día de Willy Chirino a veces parece llegar nunca, Yotuel, Gente de Zona y Decemer Bueno nos han devuelto la esperanza: El pueblo se cansó de estar aguantando/ Un nuevo amanecer estamos esperando… Que no siga corriendo la sangre/ Por querer pensar diferente/¿Quién le dijo que Cuba es de ustedes?/Si mi Cuba es de toda mi gente.




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