Otra mordida en el polvo
There are plenty of ways that you can hurt a man
And bring him to the ground
Another one bit the dust
Queen
Por Francisco Almagro Domínguez
La izquierda totalitaria y la que va en camino a serlo, ha encontrado un nuevo resentido a su lucha contra los valores de la democracia: la deuda colonial. No es un tema nuevo. De alguna manera retoma el tema que el Difunto Líder promulgó como justo y necesario por los 80: la deuda externa del llamado Tercer Mundo es impagable.
Poco se habla de las consecuencias de aquel desatino, que, por supuesto, pago el pueblo cubano con el cierre de líneas de crédito y la ojeriza de socios comerciales y financieros. Las deudas se pagan, dirían, porque es un asunto que sí es justo, y además, moral. El argumento del Líder Extinto, antes como ahora, no podía ser menos cínico: los países -mejor, las compañías que prestan el dinero- contrajeron el deber moral de resarcir las viejas heridas del coloniaje europeo y asiático -el país del Sol Naciente entraba en la ecuación de resentimientos. El que presta, además de prestar, debe olvidar que ha prestado.
La narrativa, como todo relato zurdo, tiene su lógica embaucadora: los ricos del Viejo Mundo habían construido palacetes y jardines de amiantos florales con el oro y la sangre joven extraída al Nuevo Mundo. Había llegado la hora de cobrar el expolio. Entonces, allá por los 80 del Siglo XX, no pocos incautos -y oportunistas de todo pelaje- se reunieron varias veces en la Habana bajo el lema de que la Deuda Externa no era remunerable.
Hoy la nueva presidente de México, una mezcla de judaísmo marxista con indigenismo trasnochado clama, como su antecesor, Andrés López Obrador, por la devolución a tierras aztecas del oro de las catedrales ibéricas y los espíritus de Quetzalcóatl, sepultados debajo de esa inmensa plaza llamada Zócalo. Tardo ni perezoso se le ha unido alguien que sería incapaz por su apocamiento mental, el golpista Nicolas Maduro.
No pasara mucho tiempo en que otros de la misma especie se le unan. La razón es tan simple como predictible: es un discurso que reclamando el pasado secuestra el futuro de sus pueblos. Los culpables del atraso, de la corrupción y de los golpes de estado son los hermanos Pinzón y Cristóbal Colon, Diego Velázquez, y el explorador Ponce de León en su ansiosa búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud. Si ellos no hubieran confundido América con la India, a las aguas termales con las marismas floridanas, el mundo nuevo hubiera seguido siendo el Paraíso que solía ser.
Por supuesto, el relato cala en quienes carecen de cultura e información para repeler semejante embuste. Es cierto que la Conquista se hizo, como bien escribieran varios autores, con la espada en una mano y la cruz en la otra. Es cierto que en algunos lugares de América habían alcanzado cierto desarrollo cultural, incluso económico. Es cierto que las enfermedades y las malas costumbres higiénicas diezmaron poblaciones enteras. Pero la pregunta esencial es esta: ¿existe en la historia de la Humanidad una conquista de pueblos que no haya sido cruenta, dolorosa, torrencial sobre la cultura y la idiosincrasia del conquistado?
Ya hay voces que le dicen a la compañera Claudia Sheinbaum que entonces los aztecas deben resarcir a todas las otras culturas y pueblos que conquistaron y hasta ofrecieron sus corazones a los dioses en el Teocalli. El compañero Maduro debería recordar que gracias a los españoles emigrados en pleno siglo XX la Venezuela rural, atrasada, recibió intelectuales, ingenieros y doctores que se mezclaron con los nacionales originando la mixtura que hizo de ese país uno de los más prósperos del Continente. Ni siquiera Bolívar o José Martí, ambos con sangre española en sus venas, se hubieran atrevido a reclamaciones tan desfachatadas.
Hay que estar alerta. La tendencia iconoclasta y destructiva de la izquierda fascista se ha inventado un nuevo discurso dominador: el de los enemigos ancestrales. No importa que hayan torturado, quemado, asesinado o esclavizado a pueblos enteros hace 500 años. Esos crímenes, para ellos, no prescriben. Los cubanos sabemos bien a donde conduce esa narrativa: los Nuevos Salvadores han venido a hacer justicia… y llevarnos de vuelta, como una espantosa máquina del tiempo, cinco siglos atrás.
Comments