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EN POCAS PALABRAS

  • Foto del escritor: Francisco Almagro
    Francisco Almagro
  • 18 jun
  • 5 Min. de lectura

Peregrinos de la Esperanza

(reflexiones sobre el mensaje de los obispos cubanos)


 

Foto Unplash


Por Francisco Almagro Domínguez

Para quienes no tienen una formación religiosa cristiana, el mensaje de los obispos cubanos por el Año Jubilar puede que sea uno más entre tantos. Sin embargo, hay algunas singularidades que merecen ser destacadas, unas a la luz de la Fe, otras en el contexto actual de Cuba, avocada como en ningún otro momento de su historia a un cambio necesario y radical. El Año Jubilar es, sin duda, una oportunidad excelente cada 25 años para que la Iglesia haga su papel profético: denuncia y anuncio. 

Comencemos por destacar el título: “Peregrinos de la Esperanza”.  Fue idea del fallecido Papa Francisco. En parte resume su pontificado. Peregrinar es una acción relacionada con el anuncio evangélico. Es recorrer el camino como muestra del compromiso con la fe cristiana; el caminante en busca de la esperanza -Elpos- encierra un mensaje teológico en clave poética: la infinitud de la vía por donde se debe andar.  En un mundo que el finado Papa Francisco notaba desalentado, confundido en valores, ir en busca del horizonte es ir hacia el límite que se convertirá, una vez en él, nueva meta.

Los obispos católicos cubanos han tomado el título, además, con una evidente analogía para la realidad cubana: en la Isla reina el desaliento y la desesperanza, “un futuro que no se acaba de ver con claridad”, señalan. Recuerda la inscripción que Dante sitúa en el Pre-Infierno: “Perded toda esperanza los que entráis!”. En este círculo situaba el poeta a los indiferentes, esos que por no hacer nada, dejan que las peores cosas pasen. Y son todavía más categóricos los prelados cuando afirman que “con desesperanza y sin alegría no hay futuro para ningún pueblo”.

Quizás no por casualidad el mensaje de los obispos católicos a todos los cubanos ha sido publicado el Domingo 15 de Junio, en la celebración del Misterio de la Santísima Trinidad. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean tres personas en una, y reciban la misma adoración y gloria, es uno de los enigmas más relevantes del Cristianismo. Insondable por la razón humana, ese misterio de la Fe representa el amor a los hombres en su máxima revelación.

En cada mensaje pastoral siempre hay diagnóstico y propuesta. Tal vez por eso a muchos ha parecido repetida la famosa carta pastoral “El amor todo lo espera”, en el año 1993.  Ciertamente, entonces la Iglesia parecía muda, en silencio cómplice mientras la crisis económica y social debido al fin del sistema socialista y la ayuda al régimen comunista cobraba peaje con una emigración masiva, afectaciones a la salud, y deterioro de las condiciones de vida de los cubanos.

El aparato de propaganda totalitario se ensañó como pocas veces contra ordenados y laicos. Dueños absolutos de los medios de comunicación, publicaron artículos donde poco faltaba para acusar de antipatriotas a los católicos. Este escritor sostiene que “El amor todo lo espera” es uno de los documentos eclesiales más dignos e importantes de toda nuestra historia, solo comparable con aquella carta de Monseñor Pérez Serantes denunciando la dictadura batistiana, y de la misma mano, la profética misiva donde denunciaba la infiltración comunista en la triunfante revolución de 1959.

Las condiciones de hace 32 años no han cambiado para mejor, sino para peor. Aunque el diagnóstico de la falta de libertades y su consecuencia, falta de esperanza, es la misma, la situación actual evidencia una descomposición casi total de un sistema que se ha vuelto inoperante y más represivo. Si en aquellos días existía un liderazgo autoritario, castrense, por lo menos tenía haber ganado la gobernanza a tiros y trucos. En aquellos tiempos del mal llamado Periodo Especial, una serie de medidas internas y hacia exterior evadieron el colapso del sistema dictatorial.

La diferencia con quienes hoy dan la cara como responsables del desgobierno no tiene comparación: jamás han oído un tiro enemigo, y con las fullerías delatan su impericia. Son, como ya pocos dudan en calificarlo, un grupo delincuencial creído infalible, dispuesto a todo y con todo. Hoy una apertura parecida pudiera significar la escena final del señorío omnímodo. Nadie ya los quiere, nadie los necesita, diría el Difunto Líder.    

Los obispos han sido muy cuidadosos, como suelen serlo, en proponer tres ejes de cambio estructural. Esta palabra, estructural, es básica. La armazón socialista y materialista sobre la cual se ha mantenido la Involución cubana por más de medio siglo es insostenible: “hay que algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza”, escriben.  En el primer eje proponen cambios sociales. Debemos intuir que se refieren a como se organiza la sociedad. El sistema socialista es, por definición, antidemocrático, esclavizador: un Partido -el comunista- es al mismo tiempo el Estado y el Policía. No hay una separación de poderes, ni chequeo y balance entre el legislativo, el ejecutivo y el poder judicial. Es una “Trinidad Totalitaria” sin más misterio que el control total de la sociedad.  

El segundo eje de cambio estructural es el económico. No ha existido ni puede existir socialismo próspero y sostenible sin propiedad privada y descentralización del poder económico. Ocultan los camaradas cubanos que los modelos asiáticos como China y Vietnam deben su evolución a incentivar la iniciativa personal, abrir los mercados a inversionistas, dar facilidades para el retorno de ganancias. No habrá inversiones importantes – y decentes, debe aclararse- en la Isla hasta que se respete a quien pone su capital en riesgo.

Por último, el cambio político es urgente. No puede haber una sociedad moderna y exitosa si un solo partido político rige la vida de los demás. La necesidad de varios partidos no es capricho, sino la expresión sociológica de la naturaleza humana; pensar y actuar de manera diferente. Incluso cuando se trata de un mismo partido, las líneas dentro de él cambian con el tiempo y los azares.

En una exhortación final, los obispos animan con estas palabras: “No tengamos miedo a emprender nuevos caminos”. Es curioso. Los primeros que saben cuáles son esos caminos son los que han puesto palos a las ruedas por tantos años. Los máximos representantes de la iglesia cubana citan al nuevo Papa León XIV, quien afirma que debe prevalecer el deseo de encontrarse más que de confrontarse.

Equivocados pueden estar quienes crean que un documento eclesial puede acabar con un régimen confrontacional por naturaleza, cuya sobrevivencia depende de estar en pugna, de tener enemigos por todas partes, de odiar y no amar al prójimo si piensa diferente. Algo debe quedar claro: nuestra Iglesia, la del Padre Félix Varela, y de los padres fundadores, sigue siendo un reservorio de dignidad, pluralidad y patriotismo. La iglesia cubana es parte del baluarte moral y espiritual donde debe reconstruirse la Nación, desecha en menudos pedazos, diría el poeta Byrne. Peregrinar en la esperanza es caminar juntos por una Cuba libre e inclusiva, por fortuna, cada día más próxima.

 

 
 
 

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