Ana y los lobos
Por Francisco Almagro Domínguez
En 1972 el recordado director de cine Carlos Saura dirigió una película muy a su estilo llamada Ana y los lobos. Geraldine Chaplin, quien hacia el personaje de una institutriz inglesa, no tuvo que hacer gran esfuerzo para parecer lo que estaba escrito en el guion: un “ave rara” apetecida en medio de la decadente elite franquista (los lobos).
Ahora la mediática Ana de Armas, cubana, confunde realidad con fantasía, algo tan frecuente en el desordenado mundo del espectáculo. La revista del corazón Hola la ha ¿sorprendido? paseándose por Madrid con el hijastro del Designado. Las fotos son poco “paparásicas”. Es decir, nítidas, como si fueran hechas en una pasarela, en secuencia, no parecen casuales.
Ana de Armas decidió un día regresar al desastre que había dejado, y como tantos otros, protegidos por la fama o por el dinero, pasearse entre los lobos de la Isla. Risas y despeluces al viento montando carros antiguos. Paladares y antiguos palacetes en la Vieja Habana sin derrumbes. Compartiendo con viejas amistades un coro de niños que, sin ser de Viena, simulan la felicidad que otros niños no tienen. ¿Inocencia de Caperucita de Armas visitando la Colmenita?
Ana, con quien sabe que armas, aceptó un papel en una película mal escrita, mal actuada y peor dirigida donde la tergiversación de la historia real es una ofensa a las victimas reales. Allí, sin otras armas que la hipocresía de Hollywood, se puso el disfraz de una esposa engañada por quien resultó ser un espía en fuga. El exilio no reaccionó contra la cubanita con toda la energía y la fuerza de su dolor. Y eso hizo que Ana volviera a cada rato por la selva castrista, olvidada de los depredadores al acecho cuando iba de la mano de artistas y millonarios famosos.
La meteórica carrera de la muchachita nacida en Santa Cruz del Norte alcanzó el zénit cuando por el físico y ciertos logros dramáticos en otros filmes –Blade Runner, Knives Out- fue escogida para protagonizar al mito erótico del cine norteamericano. La actriz encarna con atribulada voz de miedo a Norma Jean, más conocida por su nombre artístico de Marilyn Monroe. Ha sido la única actriz nacida en Cuba con una nominación al Oscar. Ese hecho, y sus frecuentes viajes al terruño con sus amantes, dio pie a la prensa y los comisarios políticos para pasarla por las armas de la propaganda y la agitación: Ana simboliza la nueva generación de cubanos que aman a su país por encima de consideraciones políticas; Ana es un ejemplo para los retrógrados y fracasados artistas que abandonaron la Patria y su pueblo.
Pero Ana, ya sin armas, olvidaba que el lobo todavía estaba allí. De modo que quiso traspasar la invisible barrera que separa la fantasía de la realidad, y vivir un romance como el de Marilyn, pero con un cubano. Lobos sobraban. Pero eran lobos envejecidos y envilecidos por la cerveza, el aire acondicionado y la seguridad de que no hacer otra cosa que continuar. Ana, con las armas y no los palos que le ha dado la vida, supo dejarse morder por un cánido joven, en ascenso, aun cuando casi nadie conoce sus méritos para semejante mordida. Y es así que la actriz, como lo hiciera en la película, no se acostó con el presidente si no con quien “asesora” al presidente.
Nada es criticable en el amor que surge espontáneo, limpio. Todo es siniestro, peligroso, cuando el poder y la fama se unen, como ha sucedido tantas veces a través de la historia. Siniestro porque el artista termina cautivo de los caprichos del poder; peligroso pues los secretos de la autoridad suelen sepultarse junto con la popularidad del artista. Si aún no lo sabe, es hora de saberlo: la secuencia de fotos para Hola puede haber abierto el hueco de su tumba artística.
Cuba y el régimen solo son queridos por las peores dictaduras y los personajes más indecentes que habitan este mundo . Aunque con Hollywood nunca se sabe, no es un buen árbol al que Ana se ha arrimado. Tampoco conviene al Régimen Continuista: además de haber perdido toda credibilidad, y acercarse la Tormenta Donald Trump, la supuesta ingenuidad del hijastro pródigo al exhibirse desarmado con Ana es una muestra más del deterioro moral de un sistema que nunca tuvo mucha, pero siempre pudo y supo disimular la poca.
Ana de Armas entre lobos: el biopic que anuncia un final cada día más cercano.
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