EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro
- 22 dic 2024
- 4 Min. de lectura
Jesús es la Navidad

La Anunciacion, Fray Angelico
Por Francisco Almagro Domínguez
En cierta ocasión unos jóvenes se acercaron a la parroquia Santa Rita de Casia en La Habana indagando sobre la Iglesia y la feligresía. Con la paranoia habitual en que sucedían las marchas de las Damas de Blanco todos los domingos, y el acoso ruin de quienes se prestaban para los “actos de repudio”, alguien aconsejó al sacerdote no aceptar reunirse con los jóvenes. Podían ser provocadores. O, informantes que daban sus primeros pasos en el detestable mundo de la chivatería gratuita. Después de haber vivido unos años fuera de aquel engendro socio-político donde un padre, un hermano o el esposo puede ser el delator, uno entiende las sospechas. Mentir, callar y simular son armas para sobrevivir en el mundo asfixiante que es Cuba.
Sin embargo, el sacerdote con su usual paciencia, dijo que no había problema, que los invitaran a un conversatorio. No les hablaría de la Iglesia ni de quienes acudían a ella. “Solo voy a hablarles de quien es Jesucristo”, concluyó. He recordado aquella frase durante todas las navidades porque al sacerdote debo también la idea de que lo primero para ser cristiano es “enamorarse” de Jesús, querer a Jesucristo. Pero, ¿cómo admirar a quien no se conoce?
Con la justificación del estado y la enseñanza laica por un lado, y la llamada corrección política por otro, apenas se habla de la figura que rige el calendario y una parte sustancial de nuestra cultura. No se trata de proselitismo religioso. Pero un curso historia de las religiones es algo imprescindible en los grados superiores. No hay que “convertir” a nadie, ni que se profese un credo específico para ascender en la escala social como sucede en las teocracias o las sociedades comunistas –al final, muy similares.
No podríamos llamarnos medianamente cultos si desconocemos dos mil años de arte, ciencia, economía e historia donde la figura de Jesucristo ha sido el centro. Y aquí relato otra anécdota. Un grupo de artistas plásticos estudiaban a los maestros del Renacimiento y cautivados por La Anunciación de Fran Angélico preguntaron al profesor de que se trataba “ese anuncio”. El profesor les recomendó que visitaran un cura; el solo podía explicarles la parte “no religiosa” del cuadro.
Desgraciadamente el anti-cristianismo no se reduce a los países totalitarios, donde los hombres por obra y gracia del terror y el adoctrinamiento se han convertido en dioses, faraones modernos, reyes infalibles, comandantes insepultos. El primer misil contra la Fe provino del capitalismo incipiente. Los burgueses y sus filósofos, y sus comisarios políticos –ya los había- debían suprimir toda enseñanza donde los hombres fueran prójimos, hermanos a los cuales debía amarse como se amaban a sí mismos. Un Dios que los “juzgara” por los abusos contra niños y mujeres obreras no era conveniente.
Ese “borrar” a Dios, a Jesús de la historia, fue particularmente cruel durante la Conquista. Los mal llamados indios no eran seres humanos pues según ciertos filósofos, carecían de alma; la “tarea cristiana” era devolverles el espíritu como se amaestraba cualquier animal, según el sacerdote católico e ideólogo Juan Ginés de Sepúlveda. En contra de la tesis justificadora de tanta maldad, el dominico Francisco de Victoria –a quien el Padre Bartolomé de las Casas siguiera- atribuye “alma humana” de los nativos, y por lo tanto, merecedores de consideración, misericordia.
Es un curioso epitome en la historia del cristianismo. Ante el abuso, el enriquecimiento y la corrupción de una parte del clero, habrá hombres y mujeres que se llamen Fray San Martin de Porres – el primer santo negro latinoamericano- y Santa Teresa de Calcuta. El Papa Pablo V dijo que para él la constancia de la divinidad de la Iglesia Católica estaba en que durante dos milenios quienes más daño le habían hecho eran sus propios miembros, y a pesar de eso, todavía seguía en pie.
Es lógico que la figura histórica de Jesucristo –intención aviesa ha sido negar su historicidad cuando hay varias fuentes que la atestiguan- no despierte mucha simpatía, admiración. Nace en el lugar más inmundo, rodeado de animales, crece en una aldea miserable de Judea –bajo dominio romano-, de profesión carpintero no se le conoce esposa e hijos, y después de predicar por un par de años, muere como un delincuente por el método de crucifixión, reservado entonces para los peores criminales. Este Jesús, tal vez milagrero como otros en sus tiempos, es a ojos de nuestra época un simple anti-héroe.
Pero incluso bajo una lectura material tan simple, Jesús de Nazaret resulta un personaje curioso, diríase relevante. Su prédica, el momento, y el lugar donde la hizo, bastan para echarle un vistazo. Jesús inaugura la Fraternidad al decir que todos los hombres somos hermanos pues tenemos un Padre común: Dios. Jesucristo inicia la libertad y actualiza el libre albedrio con la paradoja de que a Dios y al Cesar lo que es de cada uno. Jesús con la parábola del Hijo Prodigo nos coloca en la importancia del perdón y la reconciliación, en la familia y más allá de ella. Jesús nos dice que la grandeza de las cosas está en la aparente pequeñez de un grano de mostaza. Y habrían muchos más motivos no religiosos para “enamorarse” de la figura a quien nuestro José Martí admiraba profundamente: “En la cruz murió el hombre en un día; pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días”, escribió a su amigo Gonzalo de Quesada.
He pensado mucho en aquel sacerdote. Qué hablaría con el grupo de jóvenes. No importaba si eran soplones, curiosos o solo eso, jóvenes crecidos en una sociedad materialista-utilitarista. Porque el mensaje de Jesús es para todos y para todos los tiempos. Es la razón de la Navidad: algo verdaderamente nuevo ha nacido.
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