Obsesiones de Fin de Año.
![](https://static.wixstatic.com/media/nsplsh_495033524e567939784e6b~mv2_d_5616_3744_s_4_2.jpg/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/nsplsh_495033524e567939784e6b~mv2_d_5616_3744_s_4_2.jpg)
Foto Alexander Grey. Unplash
Por Francisco Almagro Domínguez
Cada fin de año es habitual prometerse algunas cosas para el nuevo, el que comienza. Casi siempre suelen ser las mismas, y se piden en silencio mientras se comen las uvas al estilo peninsular, se disfrutan los fuegos artificiales en modo Norteamérica, o se prepara la maleta para darle la vuelta a la cuadra, forma cubana de anticipar el viaje. Son compromisos que se repiten en silencio de manera obsesiva, repetitiva, diríase con insistencia mística. Y poco más o menos como toda obsesión se acompaña de una acción, una compulsión para aliviarla.
Los juramentos auto asignados más frecuentes son los que tienen que ver con bajar de peso, ahorrar, hacer un arreglo pospuesto a la casa o el automóvil, continuar o empezar los estudios. El primero de ellos va acompañado de otros pasos. Disminuir el peso corporal necesita, a su vez, el compromiso de asistir más al gimnasio o caminar todos los días entre 30-45 minutos. También hacer una dieta “sana” que, por un lado, pide alto consumo de proteínas, grasas y ausencia de carbohidratos. Por otro, los especialistas recomiendan no consumir carnes rojas y abstención de alcoholes. Lo primero que hace el obsesivo es comprar la pesa y ponerla en el cuarto o en el baño. La promesa auto (in)cumplida dura menos que la pesa: a los 15 días ahí queda, como un obstáculo más en la habitación.
Otra obsesión de fin de año es el ahorro. No hay manera de aumentar el capital en reposo. Así que el prometedor hace una “hoja de contabilidad” con egresos e ingresos, y si es letrado en computación hace un Excel para llevar el balance. Para final del próximo año se podrá dar el gusto de un viajecito o comprarse un carrito nuevo. Funciona quizás mejor que la pérdida de peso. Al segundo mes tiene un percance, y cubre el gasto con parte de los ahorros con la promesa de regresar el monto a la columna de ingresos. No revisará los gastos innecesarios, la primera y más efectiva forma de ahorro. Y no será posible pues siempre llueve sobre mojado: cada mes hay un “percance” que impide ahorrar lo necesario o reponer lo gastado en la urgencia.
En silencio alguien se compromete a arreglar la cerca de la casa, o un pequeño salidero en el techo. Tiene suficiente dinero para contratar quien haga el trabajo. Pero si es algo sencillo, prefiere hacerlo el mismo. Quiere ahorrar. Casi siempre ahorra quien tiene dinero suficiente, como el banco, que presta a quien demuestra no necesitarlo. Así que los primeros días de enero compra las herramientas, las tablas y otros enseres. Casualmente todos los fines de semana hay una complicación distinta. La cerca está al caerse, el salidero del techo aumenta con las lluvias de abril y mayo. Al final contrata a quienes hacen el trabajo con frecuencia. Solo que ahora, por los daños, los arreglos cuestan el doble o el triple.
Quienes se prometen volver a la escuela o comenzar en ella después de una ausencia prolongada, compran materiales escolares: una mochila de escalador, cartabones, pie de rey, y marcadores de 20 colores que resultan inservibles. La ilusión dura un par de semanas. Por alguna razón comienza a llegar tarde, a no entregar las tareas pues se queda dormido o tiene mucho trabajo, la graduación de los espejuelos debe ser actualizada pues no ve de lejos la pizarra. La tercera semana recibe del maestro la primera reprimenda. Entonces el profesor no sirve. La escuela tampoco. La tienen “cogida” con él. Y se acabó la promesa de terminar lo que nunca se había podido concluir.
Pero si obsesiones políticas se trata, los cubanos vamos por sesenta y seis años de juras frustres. La frase “el año que viene lo celebramos en La Habana”, está en toda obra tragicómica de un exilio histórico en proceso de extinción, en todo discurso de politiquero de esquina, en todo empresario cuyo sueño es reconquistar económicamente la Isla de sus ancestros. Siempre hay motivos para presagiar la caída de la dictadura pues su disfuncionalidad en casi todos los órdenes –menos en la vigilancia y el control del ciudadano- es profunda. Contrario a lo que observan otros cubanos desde el balcón miamense, que no sea funcional y miserable –en el sentido más “sinónimo del término”- es lo que le ha dado una sobrevivencia poco común contra todo pronóstico.
En tanto, detrás de la Cortina de Bagazo sueñan con que la 82 División aerotransportada reditará Granada II en cualquier momento; los yanquis como tanto han anunciado los propios comunistas, irán al rescate de los cubanos prisioneros en la Isla-cárcel y se apropiaran de un país en ruinas. Pero los llamados involucionarios, castro-canelistas por convicción o depresión, creen que el Socialismo y los Línea-mientos del Partido-Estado los salvará de la caquexia. Piden al inicio del Año Nuevo –mientras uno de voz engolada lee el Comunicado Oficial en la televisión- que haya en El Capital una fórmula oculta no develada, o un método mágico leninista para el desarrollo que ni el propio Gorbachov haya podido descifrar. Para eso confían en cientos, miles de ilustrados economistas haciendo ponencias, tesis de grado y sobre todo, viajes al exterior para corroborar los defectos del capitalismo. El Modelo cubano será el único en la historia de la Humanidad que logrará el milagro de la alquimia: convertir la basura y los discursos en peces y panes.
Imaginemos a dos cubanos, uno en cada orilla, pidiendo en esencia lo mismo: paz y armonía, reencuentro y perdón. Eso nos lleva a pensar que sin un deseo profundo de cambio, sin la tenacidad para soportar el dolor y las “sirenas” odiseicas amarrados al mástil del barco –lo recursos para resistir la tentación- no habrá adelgazamiento, ahorro, reparaciones ni estudios. Mucho menos habrá Patria para todos los cubanos. Afortunadamente, quienes hemos pedido eso para el 2025, somos una aplastante mayoría y tantas obsesiones gritadas a los cuatro vientos no pueden estar equivocadas.
Comments