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EN POCAS PALABRAS

La economía, ¿ciencia o acertijo?



Por Francisco Almagro Domínguez

Hace algunos días el Órgano Oficial del Partido Único publicó un trabajo relacionado con la economía como profesión. Hay que leer el libelo. Hay que saber con anticipación por donde el régimen quiere enrumbar sus tiros (no es una simple metáfora). El autor compara la ciencia económica con la meteorología en su carácter pronosticador, ósea, que puede equivocarse -los meteorólogos del Caribe, tan imprecisos a veces. El articulista escribe esta perla: “con frecuencia vemos en redes sociales, y también por algunos medios, a economistas tratando de «vendernos» un método infalible para alcanzar la prosperidad económica”. Y después remata con la siguiente idea: “”la función del economista no es ejercer de profeta, sino investigar tendencias que son utilizadas para emitir pronósticos y proponer soluciones”.

Como el tema me toca de cerca por consanguinidad, resulta imposible evadirlo aun cuando no soy un experto en la materia. Pero en mi condición de medico se me ocurre un símil: la economía de un país es al humano lo que es su salud. De hecho, muchos temas clínicos hablan de economía del cuerpo humano para explicar la fisiología normal y la patológica.

Vistas, así las cosas, hay un principio para ambos “cuerpos” que son leyes, o sea, se cumplen como dijera el marxismo, fuera e independientemente de la conciencia. El principio es que una economía-cuerpo sano es aquel que ingresa y procesa los elementos exteriores e interiores en función del bienestar y el desarrollo. Cuando los ingresos –finanzas, alimentos, agua- son menores a las pérdidas el país-cuerpo se debilita, se deshidrata, llega a la emaciación. Si los ingresos son superiores a los egresos también el país-cuerpo no sabe qué hacer con tanto; almacena, y caen los precios, aumentan las grasas; viene la paralización, el cierre de industrias, el sobrepeso, y las enfermedades asociadas.

Los economistas son una suerte de “doctores” de los mercados y los procesos financieros. Los economistas son, primero que todo, científicos. Eso significa que los economistas capaces no se dejan influir por datos que no sean constatables, por evidencias más allá de cualquier política, religión o filosofía. Es como si el medico renunciara a un diagnóstico y tratamiento por orden del director del hospital, o el deber hipocrático de salvar la vida a causa de su idea religiosa o /5+creencia filosófica.

El irrespeto que ha sentido y hecho el régimen cubano hacia esos científicos es de antología. Comenzó tan temprano como cuando colocaron a un médico, el Che, al frente del Ministerio de Industrias. Y fracaso tras fracaso, es probable por el tiempo en el poder, que no exista otro país donde la economía ha dado tantos tumbos, cambios de rumbo. En cierta ocasión los tildo burlonamente de tecnócratas –quizás para orgullo de ellos. El escándalo más reciente ha sido el de un ministro que horas antes de su defenestración aseguraba que todo estaba bajo control. La larga lista de cadáveres políticos diplomados como economistas no ha terminado.    

Lo que caracterizará a la Involución cubana en los libros de historia será, entre otras cosas, la supeditación de la economía a los caprichos políticos y los bandazos del ordeno y mando. Los economistas, como los clínicos, se equivocan. Pero su tarea es, justamente, ser “profetas”: denunciar, advertir, hablar cuando los demás no vemos venir los errores. Para el catálogo de irreverencias debemos agregar satanizar el mercado. Como cuerpo humano, el mercado es natural, con exigencias y autorregulaciones. Una pequeña intervención humana antojadiza provoca el desastre, la quiebra, la muerte.    

El nombre que viene a la mente es el de Felipe Pazos, un desconocido para las nuevas generaciones.  Este cubano participó en la Conferencia de Bretton Woods en 1944, donde se conciliaron las bases para las relaciones monetarias internacionales de la postguerra. Su resultado fueron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Renunció a su posición en protesta contra la dictadura de Batista, y fue miembro del 26 de julio. Cuando supo que volvía a vivir en otra dictadura  y sus “profecías”  eran objeto de burlas cuando menos, rompió con el régimen. Felipe Pazos puede ser considerado el padre de la economía cubana. Y se le admira y recuerda en varios países de América Latina. 

Para suerte de quienes admiramos la ciencia y nos guiamos por quienes saben, nos queda aún vivo el profesor Carmelo Mesa Lago, quien ha visitado varias veces a la Isla en una muestra de máximo altruismo y compromiso patrio; él, que no necesita dinero ni más distinciones por ser ex catedrático de las Universidades de Pittsburgh y Oxford.  

Para ambos economistas no hay mención en el artículo. No puede haberla.  Ambos han sido “profetas” fuera de su tierra del desastre económico y social. Y no se quedaron en la denuncia. El profesor Mesa Lago -noventa años- continúa aportando posibles soluciones como el científico que todo economista debería ser.        

 


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