top of page

EN POCAS PALABRAS

Trump o La Revolucion Conservadora





Por Francisco Almagro Dominguez


La idea de que las revoluciones suceden por necesidades históricas o económicas pudiera ser discutible por ser una generalización a la ligera. Revolución es un cambio profundo, radical, en las estructuras de poder.  Puede que ese poder genere un estado de insatisfacción social a partir, paradójicamente, del deseo de mayor prosperidad dentro del mismo poder. Una parte de la sociedad -suelen ser las clases medias y altas- verían frenadas aspiraciones mayores. La sangre de los de siempre serían los combustibles revolucionarios; quienes deciden cuando y como se activa la aplanadora revolucionaria también son los mismos: una fracción del poder insatisfecho.

Desde ese perspectiva sistémica las revoluciones no sucederían de abajo hacia arriba, como afirman marxistas y no marxistas, por condiciones objetivas como la miseria y la bancarrota económica, o subjetivas como la concientización del cambio. Las revoluciones comenzarían por la escisión dentro del poder mismo, y usarían a la “masa” como ejercito de choque para lograr el derrocamiento de la gobernanza. Eso explicaría por que las tiranías cuidan celosamente la “unidad” del poder. La casa dictatorial se quiebra por el techo, no por los cimientos.  

Ni la revolución independentista norteamericana fue una rebelión de los más pobres colonos, ni la mexicana agraria liderada por campesinos insatisfechos. La Revolución francesa, modelo de la rebeldía moderna, emerge cuando el poder monárquico estanca el desarrollo del potencial capitalista que daba pasos en el resto de Europa.  Quien afirme que la Cuba de 1958 era una país inculto y miserable necesitado de un cambio fundamental miente por desinformación o mala intención. Debemos una buena parte de la llamada revolución cubana a esas “clases vivas” que contribuyeron con lideres, dineros y conciliábulos al derrocamiento de la dictadura anterior.

Al analizar el Trumpismo como una corriente política novedosa -porque no existe nada parecido en la historia norteña-, obviamos que el antecedente fue varios años de liberalismo demócrata, y antes un gobierno republicano enredado en guerras y conflictos que finalmente trajo una de las mayores crisis de confianza en la todopoderosa banca norteamericana. El conocido Movimiento o Partido del Te surge, precisamente, al final del mandato de Bush hijo como una respuesta conservadora a lo que se sentía en las clases altas y medias como declive de los valores fundacionales de los Estados Unidos.

Donald Trump supo leer la insatisfacción. Hombre perspicaz y sin duda inteligente, generalizó hacia la “masa” un sentimiento de frustración nacionalista. La marca Hacer América Grande de Nuevo debería tenerse como uno de los mayores éxitos propagandísticos en la historia de las campañas políticas; nunca cuatro letras empujaron tan hacia arriba un candidato presidencial. Una porción de la poderosa elite que no se veía representada en Washington le dio apoyo político y moral -el financiero nunca lo ha necesitado.

Con Donald Trump en la primera presidencia se hizo real la más grande revolución conservadora después de la Ronald Reagan en los años 80. Pero su astucia no fue suficiente para enfrentar la contrarrevolución liberal, en parte porque el Partido Republicano estaba dividido después de haberse “fajado” con el Clan Busch y con otros lideres históricos. En parte porque acepto que los correligionarios colocaran en puestos claves a generales y doctores dedicados a torpedear con razones o sin ellas toda ordenanza presidencial.  

Cuatro años de gobierno demócrata han servido como una vacuna social. Ni la prensa todopoderosa, cuarto poder, ha logrado hundir al candidato reincidente, ni siquiera contando con la ayuda de fiscales, jueces y jurados que prometían encerrarlo en la cárcel antes de las elecciones. El efecto ha sido contraproducente. Y eso debe contar también para la historia: es el único candidato presidencial cuya campaña -exitosa- se ha desarrollado desde las cortes de justicia.  

Aun muchos estrategas demócratas y por supuesto, los tiranuelos de medio mundo no leen que el Trumpismo es un fenómeno de masas, una escisión del poder real, un movimiento que esta más allá de Donald Trump o sus seguidores tenaces. Es una revolución conservadora en un país que es conservador en cuanto a valores familiares, religiosos y políticos. Cualquier oposición a esta “revuelta” en su segunda temporada debe tener cociente que se enfrentará a un fenómeno pocas veces visto en la historia de 250 años de democracia: ricos, muy ricos, y pobres, muy pobres, han votado por un cambio radical en los Estados Unidos.

¿Como influirá esta “sublevación” en el resto de América?  Es tema para otro artículo. Por lo pronto tiene el nombre del secretario de Estado: Marco Rubio.

Comments


Contacto

Thanks for submitting!

© 2023 by Train of Thoughts. Proudly created with Wix.com

bottom of page