EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro
- 1 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 1 mar
Si me amas, no me ames (I)

Foto Unplash
Por Francisco Almagro Domínguez
Me ha vuelto a suceder: al compartir uno de mis textos con los amigos, de aquí y de allá –el amor borra fronteras-, he enviado a Cuba un artículo “problemático”. Me he dado cuenta porque mi amigo lo ha borrado de inmediato. Se acostumbra uno a vivir sin pensar en la censura que olvida el control de la información en la Isla. Quienes tienen acceso a un Internet más o menos libre es porque trabajan en alguna dependencia del régimen, o en una institución que necesita estar conectada con el exterior. La Cortina de Bagazo, aunque perforada, sigue siendo inexpugnable a la palabra Libertad.
Recordé entonces un curso sobre terapia de parejas y familias al cual asistí en la Ciudad de México liderado por el doctor Mony Elkaȉm hace algo más de tres décadas. Este importante terapeuta escribió un libro que da título al presente artículo. La pregunta es cómo se puede amar a otro negándolo al mismo tiempo. Para el Elkaȉm, la persona humana se debate entre dos planos. En uno está lo que llama Programa Oficial. Es lo que la sociedad dicta como buenas conductas, llamada también moral ciudadana. Aquí estaría ser buen hijo, padre, trabajador, esposo, vecino. El otro plano es el Mapa o Construcción del Mundo. A diferencia del primero, la Construcción del Mundo es lo que vamos “cimentando” en nuestras cabezas; tiene que ver con la experiencia personal, familiar y social.
A través de la fórmula comprendemos, por ejemplo, que una norma social como ser buen padre entraría en contradicción con haber tenido una experiencia frustrante con el nuestro. Seria difícil ser buen padre con semejante pedigrí. Del mismo modo, puede que el discurso oficial nos indique ser honestos y trabajadores. Sin embargo, la práctica dice todo lo contrario: quien es honesto y laborioso pasa hambre y necesidades. El dilema que surge de tal oposición de mapas genera confusión, parálisis, malestar. El individuo queda atrapado en una madeja de emociones, pensamientos y conductas que lo tornan infeliz, anodino.
Una de las soluciones que proponía el Dr. Elkaȉm era modificar los mapas. Como un símil cartográfico, ampliar las coordenadas de cada plano para ensanchar el universo de las posibilidades. Tales cambios en los mapas permitirían –en este caso a las familias y las parejas- admitir que si bien el Programa Oficial entra en pugna con el Mapa del Mundo, el primero puede ser modificado, y en consecuencia, la experiencia negativa que sobre el mundo ha sido construida podría cambiar.
Salvando las distancias, es aquí donde comienza a explicarse la mal llamada doble moral, o mejor, la inmoralidad. Robar es un delito. El Programa Oficial de cualquier sociedad cataloga de ladrón a quien lo hace. Pero, ¿qué tal si abrimos las cotas del plano? ¿Qué tal si la Construcción del Mundo nos ha enseñado que sin robar no se puede vivir? ¿Qué tal si cambiamos la palabra robar por “resolver”? Esa sencilla muda de frases ha resuelto -en apariencia- el conflicto moral. Si a eso le añadimos que en una sociedad totalitaria como la cubana el “Estado” es el propietario de casi todo –una entelequia- “resolver” no daña a nadie en particular: la sustracción de bienes se difumina, la “culpa” no cae sobre alguien en particular.
Pero el régimen es experto en alterar los mapas según su conveniencia. La tarea de rediseño cartográfico nunca será permitida como derecho individual y humano. En los sesenta era pecado mortal-social tener relación con la “gusanera de Miami”. En los 80 las pupas se convirtieron en mariposas. En los 70 no podían entrar al Partido Comunista ni homosexuales ni religiosos. La necesidad de aumentar la membresía hizo salir del closet sexual y religioso a miles de “tapiñados”.
Cuando envío un artículo a un amigo en Cuba lo estoy colocando en una posición difícil, no solo por las consecuencias políticas o legales del acto. De hecho, lo enfrento al dilema de hacer lo que la sociedad totalitaria no tolera en su Programa Oficial: una versión diferente de las cosas. Aunque la Construcción del Mundo de mi amigo coincide en que se necesitan cambios urgentes y profundos, está atrapado entre dos planos excluyentes, dicotómicos.
Podría suceder algo interesante y preocupante para el régimen en los próximos meses o años: el Proyecto Starlink. Se trata de dar Internet libre a los cubanos. Regresando al modelo Elkaniano, la única manera en la cual un sistema totalitario, cerrado, puede eternizarse en el poder es controlando el libre flujo de la información pues la represión, por si sola, no basta. Su objetivo primero es mantener dentro de los límites preestablecidos ambos mapas. El régimen necesita, además de bloquear las opciones, proveer lo que se ha llamado Ilusión de Alternativas; poner soluciones en un horizonte que se aleja en la medida que se camina hacia él.
Me gustaría ser empático: ponerme en los pies de mis amigos, quienes tienen solo un rayito de libertad informativa. ¿Deben proteger esos privilegios, concesiones que otorga el régimen? Desde el punto de vista mental creo que sí. Por esa razón, si él quiere y puede, que me busque en Internet. Mis amigos en Cuba viven en la contradicción de saber muy bien que el Programa Oficial es un embuste. Pero si lo critican abiertamente, hacen por combatirlo, y amplían sus coordenadas existenciales, sus Mapa del Mundo será la peor de las cárceles si antes no dejan de ser personas –la muerte social, el castigo habitual a quien pretende expandir sus límites.
Es aún más triste cuando alguien emigra a otro lugar donde los mapas pueden ser ampliados poco más o menos hasta al infinito, y mantiene la misma rigidez de límites, como si todavía se habitara en la Isla-Cárcel. Pero ese es tema para un próximo trabajo.
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