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EN POCAS PALABRAS


Últimos días de un Mayoral Continuista.  


Por Francisco Almagro Domínguez


El apagón de la Involución cubana es irreversible.  Eso lo saben muy bien dos instituciones, la Casa Blanca y el Palacio de la Involución.  A la ausencia de combustible para las obsoletas plantas generadoras de electricidad se le suma -y quizás sea lo más importante- la rebelión de brazos caídos, nacionales e internacionales. Cada planta reparada colapsa con la misma rapidez que ha sido puesta en servicio. Cada barco que llega a las costas de un país que no paga, se regresa o vende su carga al mejor postor. Cada técnico que revisa los arreglos y el mantenimiento puede decir lo mismo: es imposible echar a andar un montón de chatarra.

En tanto, los hoteles, parques nacionales, campos de golf y otras exquisiteces turísticas florecen por toda la geografía insular. Es como si existieran dos viviendas en el mismo ingenio; el barracón y la Casa Hacienda. A los esclavos toca alumbrarse con velas. La Casona reluce desde la distancia gracias a enormes lámparas de aceite. La vela se consume rápido. Las lámparas permanecen encendidas hasta el amanecer.

Quienes han soportado al ineficiente y parasitario estado comunista parecen estar cansados. Tanto chinos como rusos han hecho ofertas políticas y económicas generosas. Lo único que parecen pedir -además de la sangre de cubanos para la guerra en Ucrania y las bases de escucha chinas- es una apertura de tipo capitalista -entiéndase privatizaciones de algunas industrias y del agro.  Rusia y China son dos naciones con economía de mercado, oligarcas y regímenes autoritarios. Hace muchos años se dieron cuenta que mantener el poder absoluto necesitaba de una economía productiva.

El régimen cubano no seleccionó un presidente. Escogió un mayoral. El mayoral no sirve para otra cosa que no sea arriar a los esclavos para el corte y el trapiche. Un mayoral solo posee el látigo, el cepo y “cortar el bacalao”, según Moreno Frajinals, la dieta básica del esclavo. En este ultimo es donde el mayoral esclavo-comunista alcanza su mejor realización. El mayoral ni administra ni decide. Su poder se limita a repartir discretas cuotas de sobrevivencia. Los castigos más severos como dejar muengo a un negro era asunto del esclavista. Y en la Isla, decretar la muerte socio-política de un subdito es privilegio de muy pocos.

El régimen se dio cuenta de que a este capataz sin gracia y de voz tullida, no tenia carisma ni infundia respeto. Era tal su grisura que mereció de la sabiduría popular un mote poco frecuente. En la historia de Cuba, a ningún capitán general o presidente le habían puesto el denigrante alias de sin-casa. De modo que buscaron un contramayoral; debía ser su sombra. Un personaje que sin parecer en contra, era la alternativa, el policía bueno, el tirano suave. Y asi emergio el compañero Marrero.

Coincido con algunos analistas que ante la probable insurrección y el presenté boicot -nacional e internacional- contra el régimen, una apuesta para bajar la tensión es sustituir al Mayoral Continuista con el abultado dossier de sus ineficiencias; aquí cabria endilgarle el caso de su defenestrado escudero, Alejandro Gil, y los aportes al lenguaje involucionario con las palabras “coyuntura” y “resistencia creativa”.   

La impresión que da el apagón generalizado es de un vacío de timonel. Un barco que se mueve a la deriva. Una nave sin más rumbo que buscar la orilla para evadir la resaca y el mal tiempo. Mientras, los cubanos parecen ir encima oteando la tormenta; esperando que otros los salven de un seguro y mortal encallamiento. El Mayoral Continuista amenaza. Es para lo único que lo seleccionaron. Pero eso no hace la luz eléctrica. La Casona sigue alumbrada, y en el barracón no quedan velas.

Quizás la mejor opción para mantener el poder sea que el mayoral seleccionado, quien nunca tuvo casa, vaya a vivir debajo del puente del olvido. A fin de cuentas, ha cumplido bien el rol histórico de ser la continuidad involucionaría. Ahora hace falta que todo cambie para no cambiar. Y el gatopardo Marrero –siempre fue quien cortó el bacalao con los capos di tuti capi-debe tomar el puesto en las próximas semanas durante la Asamblea Nacional, o una reunión extraordinaria del Partido Comunista. Se trata de ganar tiempo. Eso, precisamente, es lo que necesitan los nonagenarios para morir, no con un pie en el estribo, sino con un pie en sus camas de fino hilo.   


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