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EN POCAS PALABRAS

  • Foto del escritor: Francisco Almagro
    Francisco Almagro
  • 16 ago
  • 4 Min. de lectura

Ultimos dias de la Hacienda

Hipócrates traficado.


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Por Francisco Almagro Domínguez

Por estos días el gobierno norteamericano ha tomado medidas contra el alquiler de médicos y técnicos de la salud cubanos. La originalidad está en que no sanciona a los países que hacen las  “contrataciones”  sino a entidades e individuos específicos, involucrados en una suerte de “nueva trata”, la de las Batas Blancas. De ese modo la actual administración responsabiliza con pelos y señales a quienes, a sabiendas de las condiciones en que se produce el alquiler-trata, reciben coimas y beneficios de diversa índole. Está muy claro que se enmarca en lo que definen como propiciar un cambio democrático en la Isla,  torpedeando la segunda o tercera fuente de divisas del régimen cubano. 

El diccionario de la RAE define la esclavitud en su tercera acepción como “sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, a aun trabajo u obligación”. El antónimo es libertad, “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”.  Tales definiciones ayudan a comprender la amplitud del concepto de esclavitud, la cual con los siglos ha ido variando desde que unos pueblos conquistaban a otros, y los hacían cautivos sin derechos, hasta la época actual, en la cual “esclavizar” a otro ser humano puede ser someterlo a tareas y trabajos por necesidad con métodos coercitivos.

En el tan citado artículo de José Martí sobre el libro de Herbert Spencer La futura esclavitud (1884), el Apóstol parece hacerse eco de los rasgos esclavizantes del naciente socialismo. Un párrafo es tristemente predictivo:  “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes”.               

Uno de los indicadores de que la Hacienda ha llegado a su fin económico y moral, como sucedió a la plantación cañera insular,  es el trato dado a sus súbditos, cada día con menos derechos, más obligados por las circunstancias a realizar trabajos en lugares hostiles y bajo restricciones a sus libertades y derechos. En ese sentido, la evolución de las llamadas brigadas médicas internacionalistas siguen un patrón de deterioro revelador en sus propósitos fundacionales y réditos comerciales.

Desde que la primera “misión” llegase a Argelia en 1963, poco más de medio millón de profesionales de la salud ha sido “internacionalistas”. La diferencia entre aquellos colaboradores de la salud y los de nuestros días es la necesidad de dar a sus familias una vida medianamente digna.

Entonces y hasta bien entrados los años 80, los médicos y el personal de la salud eran una “casta” por salarios y oportunidades; abundaban los pacientes-amiguetes con jabas de comida a las consultas, reservaciones en restaurantes y playas, invitaciones a convites de alta gama, la posibilidad de adquirir un automóvil y una vivienda tras la misión. Una elite, debemos aclarar, para la cual no había descanso “post-guardia”, y con un performance técnico y ético excelentes.    

No había que ir a trabajar al extranjero. Se podía vivir sin eso. Es infame que el régimen siga insistiendo en que la cooperación medica cubana actual es altruista y desinteresada. Es trabajo semiesclavo por sus esquilmes y condiciones de vida. No hay que probarlo más allá de una duda razonable.  Es como si los que han participado en ella, entre quienes me incluyo, padecieramos demencia social.

A partir de los años 90, y coincidente con el deterioro económico y la imposibilidad de conseguir divisas, el régimen y el Difunto Líder-tan sagaz para buscar dinero ajeno- convierten las misiones medicas un lucrativo negocio. Venezuela chavista fue el paradigma de los espejitos-petróleo cambiados por oro-médicos y técnicos. Desabastecieron hospitales y policlínicos. El inefable y mastodóntico plan del Médico de la Familia tuvo que ser restructurado. Recuerdo que las oficinas en el Ministerio de Salud y otras creadas al efecto crecieron en personal y corrupción.

Se habla de la voluntariedad de los cooperantes con un impudor que asusta. ¿Qué voluntariedad puede haber cuándo una doctora no tiene leche para darle a sus hijos y la única fuente láctea es una ubre extranjera? ¿De qué humanidad puede hablarse cuando los médicos son enviados a los lugares más peligrosos y recónditos de esos países, arriesgando la vida, como ya ha sucedido? En el culmen de cinismo, empujan a las selvas y los desiertos a profesionales cubanos para demostrar virilidad involucionaria -oculta la cobardía del poder absoluto, avasallador.   

El médico y el técnico de la salud cubanos hoy día son un “bien” que el régimen vende como si estuviesemos de nuevo en la Plaza Vieja, parados los profesionales de la salud sobre la tarima, buscando el mejor postor que revise sus dientes del alma. El neo-esclavo hipocrático habla por sí mismo del deterioro de una Hacienda que, en sus finales, el dueño necesita vender para sobrevivir a la inoperancia y la delgadez moral. Para comprender el regreso a la plantación decimonónica solo hay que mirar lo que vende: los mejores hijos, los profesionales más aptos.

El mayor problema que enfrenta hoy el régimen totalitario es una renacida Ley de la Abolición de la Esclavitud por los herederos de los ingleses de 1833. En aquella época los traficantes continuaron delinquiendo pues en ello les iba su envilecida existencia. Hoy saben que, de nuevo, es ilegal comprar y vender esclavos, y deberán asumir las consecuencias.    

 
 
 

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