EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro
- 27 ago
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Últimos días de la Hacienda
La Contingencia Educativa.

Por Francisco Almagro Domínguez
El sistema de enseñanza involucionario tiene una deuda impagable con los maestros y los alumnos cubanos. Durante más de sesenta años el régimen ha tenido que “inventar” para suplir de profesores las aulas de la Isla, y no solo por la masificación del conocimiento, objetivo loable, sino también por la necesidad de estandarizar y controlar que se dice y como se dice en cada centro educacional del país. Al desaparecer la enseñanza privada laica y religiosa, el régimen estableció que era solo de su competencia el aprendizaje de las nuevas generaciones, uniformando desde las matemáticas, a la historia -la de los vencedores- hasta la invocación matinal, plegaria de Fe, de que los niños cubanos serian comunistas como El.
Quienes peinamos canas padecimos en los sesenta los maestros llamados Makarenko. El pedagogo estalinista Antón Makarenko (1888-1939) creo un sistema educativo para los huérfanos rusos donde la colectivización y las reglas rígidas de comportamiento formarían la “nueva generación” de comunistas. El trasplante a la Isla de semejante modelo implicó traer de las montañas y los llanos de Cuba miles de chicas -¿por qué eran mujeres?- semianalfabetas para ponerlas delante de un aula con dos docenas de alumnos. Junto a la lectura del “planeamiento” -la guía sin la cual la maestra no podría mover la lengua-, volaban los borradores, las tizas, y también los pellizcos por debajo de los pupitres para llamar la atención. Hoy, donde quiera que estén, y si aún viven, merecen respeto porque también fueron víctimas de la desmesura.

Los próximos maestros amaestrados fueron quienes tenían la tarea de formar a los alumnos exmakarencos. Tampoco había educadores-instructores, así que crearon los inefables destacamentos pedagógicos. Eran estudiantes de grados superiores que daban clases a otros estudiantes en la mañana, y en la tarde las recibían ellos en la “sede”. La captación se llevaba, como suele suceder en el totalitarismo, “voluntoriamente”. La presión psicológica para que los jóvenes comunistas ingresaran al Destacamento Pedagógico era abusiva. La mayoría de esos alumnos-profesores fueron ubicados en las becas en el campo. El déficit cultural, educativo, y sobre todo ético por su corta edad, provocó no pocos incidentes. A su favor debe decirse que algunos consiguieron hacerse buenos profesores, hombres de bien, y sin ellos, es una verdad incontrovertible, los que hoy tenemos pelos grises, o no tenemos pelos, no hubiéramos concluido estudios secundarios y preuniversitarios.
Como la crisis educativa en Cuba es sistémica, existencial, pues más allá de educar se moldea una masa humana con una ideología que responda a los intereses de un Partido-Estado, la tercera hornada de profesores de urgencia fue llamada, con toda razón, maestros emergentes. Imaginemos el deterioro de instrucción y educación que puede tener un chico formado por un abuelo Makarenko, y un padre Destacamento. De nuevo, jovencitos de apenas la misma de los educandos, instruyendo sin experiencia ni vocación. A su favor hay que decir que, como suele suceder, algunos descarriados encontraron una profesión en la cual pudieron sanarse. El desastre, sin embargo, esta vez no respetó ni la universidad, coto casi místico de la enseñanza cubana. La llamada “municipalización” de carreras como la psicología y el periodismo, complejísimas ramas del saber y el hacer, se dieron a nivel barrial, de bodega.
A pocos días de iniciarse un nuevo curso escolar, con un déficit de maestros y materiales que no por crónicos dejan de ser alarmantes, los funcionarios del régimen dan conferencias y entrevistas en los medios con una dureza de rostro que envidaría el mejor concreto. Una en particular, hecha en la Mesa Cuadrada, ha llamado mi atención:
–Pipo, ¿cómo puedes ver eso? -pregunta uno de mis hijos.
-Por oficio. -respondo. -Puro oficio y masoquismo.
La funcionaria ha empleado la palabra contingencia para justificar que no hay suficientes uniformes, libros y libretas, lápices y, por supuesto, maestros. Lo único que ha garantizado son… ¡las pañoletas! En el caso de las libretas, creo que hay para quinto y sexto grado. Los niños de primero a tercero, que deben aprender a escribir y leer, tal vez lo hagan en papiros o en cartones reciclados -en mi época era muy socorrido el engrudo para pegar, el papel de Rayos X para forrar libretas, un libro de lectura para dos, lápices usados hasta tocar la uña el grafito.
De toda aquella entrevista “cuadrada”, me quedo con la palabrita contingencia, que significa entre otras cosas, que algo puede suceder o no, es posible, peligro. La educación de nuestros compatriotas, según la alta funcionaria de educación, depende de las contingencias, del azar, de que algo suceda: tela para los uniformes -la pañoleta roja, comunista, siempre será una prioridad-, papel para las libretas de los niños que ya saben escribir, libros que han pasado por varias generaciones y degeneraciones, cal para las tizas y madera para los borradores, y maestros disponibles, quienes en un acto de suprema idiotez cambien la vaca MIPYME por la chiva escolar. Es una pena que en los estudios no tengan micrófonos abiertos al público; bien pudieran sugerirles encargar los uniformes escolares cubanos y los útiles de enseñanza a la tienda de Hialeah, en Miami, ¡Ño, que barato! Allí tienen todo lo que falta a los estudiantes cubanos, excepto, por supuesto, las rojas pañoletas comunistas.
Para entender a un funcionario “continuista” hay que ir a su formación contingente. Lo que pudo ser y no es. Lo que faltó en él. La probabilidad de la pañoleta bien anudada en el pescuezo. Sentir todos los días en el alma, no La Bayamesa, sino la plegaria de ser comunista como El. Aguantar el pellizco y la humillación sin chistar. No replicarle al maestro que no es un Evangelio vivo sino un pecador impenitente. Creerle o hacer que se cree en el funcionario que cuenta la historia al revés.
Para comprender por qué es Continuidad, hay que asimilar que la educación es un derecho de todos, pero quien solo pueden educar es el Partido-Estado. Poco importa que no haya uniformes, libretas, lápices, profesores. Son contingencias. En la Hacienda todo puede ser y no ser.
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