top of page

EN POCAS PALABRAS

  • Foto del escritor: Francisco Almagro
    Francisco Almagro
  • hace 2 horas
  • 4 Min. de lectura

Últimos días de la Hacienda

Cimarronerías



Foto Unplash
Foto Unplash

Por Francisco Almagro Domínguez


Si quisiéramos saber cómo es la Cuba actual no necesitaríamos viajar a ese país, por demás un deporte de alto riesgo físico y mental. Bastaría conocer algunos compatriotas recién llegados -excepciones confirman la regla- para saber el ‘hambre” que se calza una parte no despreciable de ese pueblo. Hablamos de hambre holística, es decir un “todo” integrado donde la “falta de caldero” abarca la cultura, la educación formal, la información y, por supuesto, la ausencia de una dieta no solo balanceada, sino al gusto de cada individuo. El Hambre Nuevo es el resultado de un experimento en seres humanos que, a pesar de su demostrado fracaso, insisten quienes apenas lo sufren en prolongar la agonía ajena con marcada crueldad.

Como que la Isla es la Hacienda Mayor, todos los “idos” podemos ser una especie de cimarrones, de prófugos -los hay con “carta de libertad” bajo compromiso de no hablar mal del Amo-, los recién llegados al Palenque llevan en sí y para sí las heridas de la desolación.  Salvo los primeros escapados quienes levantaron inmensos muros de decoro y libertad llamado Exilio, nosotros, los del “después”, hemos tenido que luchar contra las “habilidades” aprendidas en el barracón, hábitos de sobreviviente: circulo infantil con moqueras perenes, tácticas carcelarias en las becas, simulación en las universidades, el serrucho oportunista en los buenos trabajos -quiere decir con la “moneda del enemigo”.    

En la medida que la Hacienda se deteriora, y la luz eléctrica y el agua se convierten en milagros cotidianos, la pérdida de lo que nos hace humanos -solidaridad, amor, entrega al trabajo y la creación- aumenta. Aquel paleo-cimarrón, el primero llegado al Palenque de la Otra Orilla, tendía la mano al recién fugado. Hoy el neo-cimarrón es, en general, un ser egoísta cuyo apetito va desde el pan con timba desconocido hasta exigir a los verdaderos dueños del Palenque sellos de comida, salud y enseñanza gratuitas. Es lo que podríamos llamar cimarronerías: conductas inmaduras, neuróticas, rateriles, producto de la escasez material y la miseria espiritual.  

Quizás la manifestación cimarronezca más ostensible sea el irrespeto por las reglas y el orden. Pocos lugares como Miami para observar gente que no quiere hacer cola ni en el mercado -donde hay de todo y nada se va a acabar- hasta para entrar con el auto prestado en la autopista, allí donde por mucho que quieras, vas a llegar cuando vas a llegar. La cimarronería desordenada llega al punto de exigir a los nativos, quienes no escaparon de nadie, que hablen español. El detalle, que parece un chiste, es tan cierto como que en Hialeah se puedan leer carteles que advierten “se habla inglés”.

Una cimarronería curiosa es querer saltarse el tiempo. Es cierto que “aplatanarse” -o más bien “hamburguezarse”- es un proceso. Adaptarse a otro país, otro idioma y costumbres no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Pero nuestros neo-cimarrones lo quieren todo ya. La explicación a tan desenfrenada carrera puede deberse a que en la Isla solo hay presente; es hoy, no mañana: que se va a comer, como llegar al trabajo ahora, quien ayuda en el momento.  En la Hacienda no hay futuro ni para los continuistas. Ellos lo saben muy bien. ¿Cómo va a haber mañana para el peatón de esquina, ese para quien toda esperanza es que no le quiten la luz hoy, que venga el agua ahora y no la semana que viene?

Otra cimarronada es vivir y trabajar solo para enviar la “jaba” a la Hacienda. Recordar a quienes en el barracón dependen del trozo de bacalao -¡¿bacalao?, eso se come?!- es correcto.  Pero se debe obrar con cordura, pensar en el futuro. La “bolsa” es el crédito. Una vez en fuga, cada cimarrón debe asumir que la vida y la muerte dependen de él, no del Amo ni del mayoral. Pensar como un esclavo aun fuera de la plantación puede ser una pesadilla que no se quita tan fácil. A la mayoría de los cimarrones ha quedado el  “trauma” de no votar comida, guardar los cacharros plásticos y tener carnes vencidas en el refrigerador. Cada pedazo de res echado a la basura desencadena en el apalencado una suerte de culpa, de nostalgia, de pensar cómo la estarán pasando los suyos en la Hacienda.

Una cimarronería mayor, y es en parte culpable de que a los cubanos les aprieten las leyes en el Palenque, es regresar a la Hacienda como si nada hubiera pasado. Se olvida el cepo, el látigo, y el abuso. En la memoria no hay rastros del chivato, del mayoral y el boyero dándose banquete ante los ojos del hambriento. Nadie puede criticar al huido que, ante el secuestro de su familia, bajo la discreción de la noche y a sabiendas de que el Amo tomara parte del rescate, lleva a sus seres queridos lo que la Hacienda niega. Es un dilema humano, difícil. Pero no parece un problema moral para el neo-cimarrón: fiesta y pachanga con el que te quitó la vianda. Para el llamado paleo-cimarrón, el primero en pisar el Palenque, era un asunto de vergüenza; debió escapar con lo que llevaba encima -quitaban las prendas en el aeropuerto.     

Hay cimarronerías menores. Pueden ser universales, como oír la música a todo volumen, gritar y gesticular para hablar, referirse a los demás como “tu”. Esas tiene arreglo. Se diluyen entre esclavos y libertos, entre fugitivos de toda época. El futuro conflicto será cómo armonizar varias generaciones, no en el Palenque sino en la Hacienda, el lugar al cual todos pertenecen. ¿Se creerán algunos escapados con más derechos, solo por la fuga, que aquellos que quedaron en el barracón, por voluntad propia o necesidad?  Y los nacidos en la libertad de las lomas, ¿serán también parte de la Hacienda, aunque no la conozcan, no les interese?

Las cimarronerías no son otra cosa que consecuencias de estos tiempos. Pero pasaran. En el Palenque hay una invisible moldeadora que, como si fuéramos plastilina, nos va dando la forma que debemos tener, no la que creemos o nos hicieron creer que teníamos. Eso sucede sin que a veces se note … mientras hacemos cualquier otra cimarronería.          

       

 

 
 
 

Comentarios


Contacto

Thanks for submitting!

© 2023 by Train of Thoughts. Proudly created with Wix.com

bottom of page