EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro

- 19 sept
- 4 Min. de lectura
Últimos días de la Hacienda
La Oscuridad como metáfora

Por Francisco Almagro Domínguez
La Real Academia de la Lengua (R.A.E.) se refiere a metáfora como “un tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita". En palabras más sencillas, metáfora vendría a ser como una semejanza en la cual, simbólicamente, se trasladan las propiedades de un objeto a otro. Si decimos que la persona es de oro, hablamos de valores humanos, no de su fortuna. Del mismo modo, cuando el profeta Ezequiel (11:19-20) dice… “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne”, no alude a un trasplante cardiaco, sino a devolver al hombre la bondad y el amor.
Lo que viven nuestros compatriotas en Cuba hoy puede verse como realidad nada metafórica: de apagón en apagón, el tiempo parece repetirse con asombrosa exactitud; la noche se prolonga hasta el día por la ausencia de luz eléctrica. Hace cincuenta y tantos años atrás el pueblo cubano comenzó a vivir prolongados apagones. En esa época la Unión Soviética mantenía un oleoducto invisible y transatlántico para alimentar las plantas generadoras. La justificación a la oscuridad fue la necesidad de ahorrar combustible. La megalómana zafra del 70 consumía todos los recursos humanos y materiales del país a pesar de que entendidos dijeron que 10 millones de toneladas de azúcar no se podían hacer. Y no fueron. Solo la “hermandad soviética” hizo posible alumbrar la Isla nuevamente.
El otro gran apagón sucedió cuando el imaginario ultramarino oleoducto fue descarrilado hacia costas más convenientes. La noche eléctrica inundó las calles cubanas. Esta vez dijeron que tampoco había combustible, quizás la única verdad revelada en aquellos años de avitaminosis carencial, “picadillo” de soya, y “perro sin tripa”. Entonces hubo que autorizar la “moneda del enemigo” como curso legal, y con un poco de suerte, un militar golpista llegó a presidente -casos y cosas de América Latina- en el país con las mayores reservas de petróleo. El lema parecía ser “a gastar, a gastar que Venezuela no se va a acabar”. Como sucedió en el episodio anterior, después de la oscuridad vino un derroche de luz que se llamó Revolución Energética, que tampoco fue, y hoy languidece en los anales el olvido.
El tercer gran apagón se sufre ahora en la Isla. Tiene similitudes y diferencias con los anteriores. Las semejanzas son las mismas justificaciones: el “bloqueo”, la ausencia de ‘moneda dura”-la cubana siempre ha sido blandamente involucionaria-, y las condiciones deplorables de las plantas generadoras de electricidad. Aunque sabemos -y ellos también- que México se ha convertido en el suministrador de combustibles para el régimen, cubriendo el déficit venezolano.
Esta vez a los continuistas no les han quedado de otra que decir un par de verdades: no hay “billetes”, y la infraestructura energética es casi irreparable. La diferencia con las tinieblas anteriores es que la mayor oscuridad no es material sino de ideas, de voluntad de cambio. Esta vez han ido de apagón en apagón y no ponen una: lineamientos, actualización del modelo, ordenamiento, bancarización y ahora el cuento chino de los paneles solares chinos y solares sin paneles comiéndose un chino marcha atrás.
Y es aquí donde sí va la metáfora. Aunque aparecieran inmensas reservas de petróleo frente a la costa norte -zona de prospección-, nunca habrá “luz” en la cabeza del liderazgo insular. El apagamiento de la Involución cubana es de pensamientos y de valentía para admitir los errores y enmendarlos. Hoy en la Isla “no se ve que no se ve”. Todo es confuso. Sombrío. Y la responsabilidad no es solo de la Continuidad. Comenzó hace muchos años, cuando el Difunto Líder condujo a todo un pueblo por el oscuro laberinto -sin salida conocida- del socialismo. Cada meta parecía más disparatada que la otra. Pero sin duda, en sus manos de Ilusionista en jefe, parecía haber luz al final del túnel involucionario.
En la medida que el tiempo ha pasado, desaparecido el Houdini del escapismo político tropical, la oscuridad ideológica del Castrismo-Continuismo se ha hecho mayor, y ciertamente peligrosa. Los discursos son cada día más absurdos, desentendidos de la realidad, además de habitualmente falaces. Para muestra un botón: el canciller acaba de declarar sin el más mínimo recato que sin el “bloqueo” Cuba hubiera crecido hasta un 9 % anual. Le hablaba a la prensa extranjera, se supone bien informada y quizás no tan bien intencionada. O sea, un país sin electricidad, sin agua potable en buena parte del territorio, con agricultura e industria reducidas nivel de subsistencia, e infraestructura comunicacional del siglo XX, pudiera haber crecido más que China en sus mejores años, o sea, entre un 7 y 8 porciento.
El oscurantismo ideológico del Castrismo-Continuismo no se reduce a tergiversar la realidad. Tienen un problema de fondo que no han podido ni podrán resolver: la victimización como baza de cambio. Si el canciller afirma que sin “bloqueo” Cuba fuera un país productivo, moderno, feliz, pone en manos de su enemigo, del Imperio, la modernidad y la felicidad de su propio país. Es como si alguien le echara la culpa al vecino del despilfarro en su propio hogar. La oscuridad mental de esta gente no les permite hilvanar otro discurso que no sea ensalzar al que dicen es su enemigo existencial dándole el papel de “salvador”. Parecerían pedir: “Sean buenitos (los gringos) y quiten el bloqueo porque sin ustedes no vamos a ningún sitio”. O “Ustedes nos metieron en este atolladero y ahora les toca sacarnos”.
La Hacienda se apaga lentamente, como una estrella que no tuvo larga vida porque su energía inercial era obsolescentemente breve. Nació en la oscuridad de la Guerra Fría, y en la penumbra ha de morir. La frase nunca hay más oscuridad que cuando va a amanecer puede ser una metáfora. O tal vez una máxima filosófica. Pero se cumple con sorprendente tenacidad.





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