EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro

- 26 sept
- 4 Min. de lectura
Últimos días de la Hacienda

Muerto el Amo, ¿se acabó la Hacienda?
Por Francisco Almagro Dominguez
Corren rumores de la partida hacia otra dimensión de la existencia del general-expresidente. Es algo habitual en los regímenes dictatoriales que controlan con mano de hierro la información y la seguridad del Estado. El rumor suele ser un globo-sonda para explorar el sentir y predecir el actuar de la gente. Así sucedió varias veces en la Roma antigua, tan inteligentes esos vástagos de las Latinas.
Al rumor o “radio-bemba” sucede la evaluación de la respuesta popular, y la contra respuesta del poder. Ante el desmentido —aparece el emperador, rey, el comandante en jefe en público— en la mente del ciudadano sucede un evento llamado reordenamiento cognitivo: los emperadores, reyes y comandantes en jefe no mueren. Son, además de infalibles —nunca se equivocan—, invulnerables —sobreviven a cientos de atentados—, inmortales.
Pero “matar” a un dictador tiene del mismo modo un precio. Durante la dictadura de Gerardo Machado en Cuba (1925-1933) hubo un falso anuncio de huida, y una parte del pueblo se lanzó a las calles. Las manifestaciones de júbilo fueron reprimidas sin miramientos. A continuación, el “Egregio” perdió el apoyo de varios aliados nacionales, y lo más importante, el de los Estados Unidos, lo cual tuvo y tendrá importancia en la historia insular. Luego, “hacerse el muerto” entraña el peligro de la sublevación incontrolable si la alegría popular es impedida por la fuerza.
Durante casi 70 años —se dice fácil, es difícil de escribir y describirlo todavía más— Cuba no ha conocido otra forma de gobernar que no sea según el antojo de dos hermanos. Ellos han sido por donde pasan todas las decisiones políticas y económicas del país. Todo lo demás, instituciones civiles, organismos del Estado, el Partido Único, los medios de enseñanza, de comunicación y cultura forman parte de una Hacienda siempre mal administrada. Ha sobrevivido por la astucia de unirse a “fincas” productivas. Unas han sido timadas. Otras dan limosnas para tener derecho a atravesarse en el “Mar de las Lentejas”.
Y es así como llegamos hoy en día, que puede ser mañana, o dentro de un año, porque la biología desafía toda predicción, que al desaparecer el último dueño de la Hacienda… ¿qué nos espera? En primer lugar, una propiedad reducida a deudas, a la expectativa de un comprador en un mundo donde la política y la ideología han dado paso a las ventajas económicas, y la amistad y la solidaridad no son otra cosa que intereses.
En segundo lugar, aunque el Amo II tiene la voz y el voto hasta que cierre los ojos, bajo su manto hay un ‘board” de empresarios ex castrenses asociados en lo que algunos catalogan de mafia militar por su modus operandi; una cofradía delincuencial sustentada por el poder de las armas y el dinero, la usura y el chantaje, el lavado de activos, empresas repartidas por el mundo -en el sur de la Florida una buena parte-, y la “amistad” con partidos y movimientos de izquierda capaces de virarle la tortilla al más democrático de los países que se “equivoque” con la Involución cubana.
En opinión de este escribidor, el testamento está hecho y derecho. Y quizás por su siempre sincera crueldad, el Amo II ha previsto el desenlace de la Hacienda tras su ausencia: no es posible continuar con la Continuidad. La Continuidad no ha sido más que una puesta en escena para que el verdadero protagonista se retire de la obra con aplausos, no con trompetillas.
Una vez desaparecido, vendrán los homenajes, los llantos y los “¿por qué te lo llevaste?”. Entonces algo parecido a la “Comisión” o las Cinco Familias emergerá a la luz pública después de mucho tiempo trabajando en las sombras. Tendrán como objetivo buscar al que siempre fue, es y será el único proveedor cierto: el “imperio” del Norte.
Que la Hacienda ya no será la misma ni el Norte tampoco es como desafiar la filosofía axiomática de Heráclito. Ciertos amigos tienen la teoría de que la Involución ha existido por tantos años porque los vecinos del Norte solo necesitan que la Siempre Fiel Isla de Cuba esté bajo control. No ha importado que llenen de guerrillas el continente, que vayan en contra de cualquier moción en los organismos internacionales, que una red de avispas agujere su trasero. Las dos invasiones migratorias por mar y una por tierra han tenido el cuidado de suceder en tiempos demócratas, allí donde el descontrol es parte del carisma político.
Los “yanquis’ necesitan una Enmienda Platt no firmada donde haya tranquilidad a noventa millas. Eso es lo que ofrecerá la “Comisión”. A cambio, típico de esta administración, podrán hacer negocios ventajosos para ambos, lo cual solo es posible con libertad política y económica en Cuba. La administración actual es sumamente pragmática, y está compuesta de verdaderos ases en cada rama del gobierno. No extrañaría que mientras un pueblo llora con lágrimas de réptil sumergido la partida del Amo II, la “Comisión” envíe un negociador al Norte, el único lugar donde puede y debe arreglarse más de medio siglo una plantación que ni azúcar produce.
Algunos verán esto como una traición. Otros como un arreglo imprescindible, casi el único camino posible. Sea o no una muerte anunciada, como sucede en la novela de García Márquez, todo el mundo sabe desde la primera página que la Hacienda, la que conocemos, morirá con el Amo II. Pero para saber qué ocurrirá después tendremos que esperar al capítulo final, en la Oficina Oval donde sonríen y se dan la mano amigos y enemigos de la misma tierra.





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