EN POCAS PALABRAS
- Francisco Almagro
- 14 nov 2024
- 3 Min. de lectura
Trump lo prefiere Rubio

Por Francisco Almagro Domínguez
El secretario de Estado en el ejecutivo norteamericano, y pudiera decirse que en casi toda democracia, es un protagonista de primera línea. Aunque refleja las directrices políticas del presidente, goza de confianza y suficiente libertad de opciones ante los conflictos internacionales. Por esa razón su nombramiento se espera con cautela y diríase que también con incertidumbre. Lo que diga o haga el ministro de relaciones exteriores, es lo que tiene en mente el líder del ejecutivo.
La elección de Marco Antonio Rubio (Miami, Mayo 28 1971) por el presidente Donald Trump tiene varios significados que no podrían pasarse por alto. Rubio es un “chico cubanoamericano de Miami”. Representa la primera generación de norteamericanos, hijos del exilio insular, aunque sus padres, Mario y Oria emigraron antes de 1959 y, presumiblemente, por causas económicas. Marco creció entre latinos, cubanos y de otras nacionalidades, lo que junto a su carisma y cierta hiperactividad evidente en su rápido pensar y hablar, lo hizo el candidato perfecto para convertirse en comisionado de Miami-Dade, y de ahí emprender meteórica carrera que lo llevaría a ser parte del senado representando a casi 30 millones de personas por la Florida.
Marco Rubio se presentó como candidato presidencial a las elecciones de 2016 junto a otro de ascendencia cubana, Ted Cruz. Fue la primera vez que alguien aspiraba a guiar los destinos del país con sangre hispana. El “fenómeno Trump” fue demasiado para Rubio. Herido grave en la escaramuza política, con nombretes y los chismes habituales en las contiendas políticas, regresó al senado con más fuerza; en estos cuatro años pasados su labor en el Congreso ha sido intensa. Allí ha ocupado importantes cargos en selectos comités como el de Inteligencia y de relaciones exteriores. Puede considerarse un especialista en el tema chino, el cual ha seguido con mucha atención.
La tenacidad y astucia del todavía senador Marco Rubio no escapó a un Donald Trump 2.0 que no es el Partido Republicano sino él mismo. Si en la presidencia anterior parece haber sido el Partido quien le colocó algunos de sus hombres alrededor para “torearlo” y resultaron críticos y hasta traidores a sus directrices, esta vez ha sido un Trump que no le debe nada a nadie, se ha batido con sus propios recursos contra 10 tribunales y el asedio de la mayoría de la prensa. Una vez más, el anti-trumpismo funcionó como un bumerán: cada envío regresó hacia los agresores descabezándolos uno tras otro. Pudiera decirse tras ganar el voto electoral y el popular –rara coincidencia para los elefantes- que ha sido el regreso más sui generis en dos siglos de democracia norteamericana.
La elección de Rubio como ministro de exteriores es altamente simbólica. Pocos políticos en Washington conocen Latinoamérica como él, por obvias razones. Al tener ascendencia insular, la llamada “cabeza de la serpiente” –comunismo cubano- se hace un apetitoso manjar para quien aún parece destinado a otro escalón político. Sin duda puede haber sido la peor noticia para el Palacio de la Involución. No habrán concesiones, gratuidades. Y si bien la administración Biden ha sido consecuente con el enemigo –el régimen cubano lo es y lo ha sido siempre-, con la eleccion de Rubio, el presidente Trump acaba de poner la primera piedra a la lápida del Castrismo con piel canelista: o respetan a la mayoría del pueblo cubano, sumido en la miseria y el desencanto, o no habrá negociación posible.
Hay otro azar concurrente que merece atención, y es que Marco Rubio, Vance, y una buena cantidad de nuevos secretarios son relativamente jóvenes. Donald Trump ha comenzado con el recambio generacional dentro del Partido Republicano, algo que se esperaba por necesario y prudente. Lo azaroso consiste en que en la Isla, tras la muerte de Raúl Castro, “no hay más ná”. El Canelismo se ha mostrado soberanamente ineficiente, en política y en economía. Unos dirán que es el modelo estalinista, fracasado en los cuatro puntos cardinales. Otros, que quienes se niegan a morir han puesto el freno a los cambios. Pero los resultados son los mismos: el Continuismo-Canelismo no es una opción para la sobrevivencia del sistema comunista como lo conocemos hoy. Hoy menos, con Tump 2.0, y un Rubio que nada teme porque todo lo debe a una comunidad desterrada.
¿Estaremos cercanos al punto de inflexión? ¿Veremos a Marco Rubio visitando Pinar del Rio de la mano de líderes que todavía no conocemos? Por lo pronto, con la elección del cubanoamericano, Trump está enviando un mensaje, no en siciliano, no con Luca Brasi, y no la frase boricua: se acabó el pan de piquito. Si en La Habana no saben que es el pan de piquito, Marco Rubio se lo puede enseñar.
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