Por Francisco Almagro Domínguez.
A menos de un mes para la certificación oficial de las elecciones 2020, ya tenemos al menos dos ganadores: el odio y la división política, casi la mitad de los norteamericanos en bandos opuestos. El problema con la división es que sería incurable si uno de los dos no asume la victoria del otro. El problema con el odio es que hemos pasado una campaña preelectoral donde la mentira y el oportunismo han sembrado en muchos el rechazo emocional, visceral, a quien piensa distinto.
Esto último no es nuevo. La puja eleccionaria la observó y escribió con muy buena pluma nuestro José Martí: “se combate con angustia, con fiereza, con rabia, con toda la fuerza de la voluntad y todos los músculos del brazo”, publicó La Opinión Nacional en Caracas, el 26 de noviembre de 1881. Lo nuevo siglo y medio después, es que tales emociones se han traslucido en conductas, algunas francamente criminales, antidemocráticas y probablemente han cambiado el presente y decidirán el futuro del país.
Fue advertido con tiempo que la votación por correo, debido a su volumen y las grandes distancias, sería desastrosa, no sólo desde el punto de vista logístico, sino que se prestaría para hacer fraude. Hasta ahora no hay evidencias de esto último, pero si de lo primero: tres días después de la votación estaban llegando boletas llamadas de ausente. Hay denuncias firmadas legalmente –afidávit- de testigos que vieron irregularidades en los centros de procesamiento.
Previendo esa dificultad, y en vez de trabajar por mejorar la logística, algunos listos cambiaron las reglas a última hora, quizás violando las normas de la constitución del estado, o simplemente dejaron que las cosas que iban a pasar, pasaran. Resultados: confusión, demora, inseguridad. Una opción hubiera sido aumentar los colegios electorales o los días para la votación, aunque la votación anticipada tuvo suficiente tiempo y seguridad para ser ejercida.
![](https://static.wixstatic.com/media/nsplsh_c7fe12c1aa684670b8618837f847fa51~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_1225,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/nsplsh_c7fe12c1aa684670b8618837f847fa51~mv2.jpg)
La división política no comenzó con Trump. Pero si se puede afirmar que con él se ha hecho profunda, infranqueable. Siempre ha existido. Sucede que antes una familia formada por demócratas y republicanos podía celebrar juntos el Día de Acción de Gracias sin retirarse disgustados a sus casas tras una agria discusión política. Desde los días de George Bush hijo comenzó aquello, tras el sonado fracaso de la invasión a Iraq, donde se percibía el engaño y la derrota de un nuevo Vietnam.
El advenimiento de un presidente negro, en cierto modo liberal, aumentó las heridas del otro bando. Hoy sabemos que el 9-11 pudo significar el inicio de una división política jamás vista, pues de los pasos dados como consecuencia derivaron, en parte, la crisis económica y la pérdida de confianza en los líderes electos. Tenían razón los terroristas: el país nunca volvería a ser el mismo.
Pero lo sucedido en los precintos, más allá de si hubo softwares defectuosos o trucados es digno de un estudio sociológico, de una tesis doctoral. El hombre o la mujer que cuenta el voto o lo debe deslizar en la máquina es el verdadero antihéroe de esta tragedia. Ese individuo durante cuatro años ha sido bombardeado con mensajes de todo tipo y como nunca antes, teniendo en cuenta que accede al mundo noticioso a través de un equipo que se mueve junto con él y por eso lo llaman móvil.
![](https://static.wixstatic.com/media/nsplsh_18ec1851dbe543c59cfdf1b5f99560f3~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/nsplsh_18ec1851dbe543c59cfdf1b5f99560f3~mv2.jpg)
Pensemos que ese destinatario ha pasado los últimos años de su vida recibiendo información negativa sobre el presidente Donald Trump: primero coludido con Rusia, después con la mafia ucraniana, es racista, misógino, un obeso consumidor de hamburguesas y depredador del medio ambiente, en fin, un psicópata capaz de hundir la nación. Del otro lado tenemos al conteniente Joe Biden: además de anciano senil, de no saber ni donde está parado y no hacer nada en 47 años de político, es un blandengue que dejará a los comunistas tomar las riendas del poder en un año a lo sumo. Resumiendo: Biden será un peligro para los Estados Unidos.
El chico o la chica que está en el precinto, sea demócrata o republicano, y tiene la oportunidad de cambiar o romper la boleta de uno u otro candidato, lo hará sin remedio, a no ser que su conciencia moral no haya sido modificada por el odio y la venganza. Parece difícil de hacer, pero no tanto: hay denuncias firmadas ante abogados –mentir bajo juramento escrito lleva una penalidad de años de cárcel-, de ausencias o alejamiento de testigos en los centros de votación.
Sera muy difícil para Joseph Biden gobernar sin convencer a más de 70 millones de norteamericanos, según los datos, que votaron por Trump. Del mismo modo, el presidente tal vez sospecha masivos motines en todo el país si se anuncia su victoria por los tribunales. Eso pudiera explicar en parte los cambios furtivos y de la última hora en la cúpula militar civil: las órdenes se cumplen sin chistar y más si vienen de él. Retirar las tropas es una promesa incumplida que también mejoraría su imagen pública.
Parafraseando al llamado Asesino Heroico, veamos al Odio como elemento central de estas elecciones. Ese odio tan violento que impulsa al ser humano a ir más allá de sus limitaciones morales, y convirtiéndolo en una máquina de votar, violenta y de sangre fría, hecha a perder, no cuenta, miles, millones de boletas contrarias a su candidato. Y eso... eso es difícil de probar.
Comentarios