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Infierno bajo las estrellas

Por Francisco Almagro Domínguez



Foto Benjamín De Young


En trabajos anteriores, meses antes de la eclosión en Cuba del COVID-19, y cuando las autoridades en la Isla se solazaban con la hecatombe debido a la pandemia, advertimos que en Cuba el desastre humanitario y social sería comparable a la catástrofe de Chernóbil en la Unión Soviética. Todos los factores estaban dados: irresponsabilidad y ocultamiento de datos reales, una población ajena a los peligros y confiada en la protección del Estado; la política siempre por encima de la ciencia, dígase económica, sanitaria, educativa.

En el caso cubano, era previsible todo lo que está sucediendo, y quiera Dios que no vaya a peor. Casi todas las epidemias, algunas importadas y para las cuales no hay otro autor visible que no sea el Imperio, han tomado por sorpresa a lo que se supone sea un sistema de vigilancia sanitaria muy profesional. Es así que después de décadas han reaparecido enfermedades propias de países muy pobres, atrasados tecnológicamente, como lo es Cuba en estos momentos.

La irresponsabilidad del régimen no ha sido solo ocultar, maquillar los datos iniciales, provocando una baja percepción del riesgo. Además de las inefables colas y la escasez, identidad socialista por excelencia, se lanzaron a fabricar vacunas quizás con la misma idea con la cual las habían hecho para otros virus. No solo los daños del COVID-19 son un reto a toda experiencia clínica anterior. El COVID-19 es un virus de alta mutabilidad, o sea, un sobreviviente contra el cual puede que ninguna vacuna sea cien por ciento eficaz.

Pensando en el éxito político y comercial, y la premura, el régimen no adquirió vacunas eficaces, probadas. Problemas de dinero, dicen. Mientras, pagan a un ejército de represores y chivatos de cientos de miles de hombres, y el pueblo ve como no paran de construir hoteles. Quienes dudaban de la naturaleza criminal y sociopática de los mandantes deberían acabar de abrir los ojos: nada los perturba, nada les quita el sueño, no tienen que rectificar ni pedir perdón por nada.

Bajo la palabra intervención sanitaria están vacunando con candidatos a toda la población sin haber sido certificados por ninguna entidad científica internacional aprobada, sin data sobre los efectos secundarios. Es difícil encontrar un nombre para acción tan desalmada, tan condenable ética y científicamente.

Al fallecimiento de al menos cinco generales, cuatro en retiro y uno al mando del Ejército Oriental, quizás el más simbólico y no menos fuerte, se ha sumado hoy la de un militar de alto rango del cual no se han dado siquiera información de sus grados. Es un patrón que se repite con parecidas características. ¿De qué murieron estos individuos? ¿Por qué la prensa cubana no publica todas las esquelas mortuorias?

Si bien es cierto que por su importancia histórica como el ex jefe de la DAAFAR merece una nota necrológica en el Órgano Oficial, el general de ascendencia asiática, quien sirvió a cierto amanuense oficial para resaltar el patriotismo de esta minoría en las luchas independentistas, merecía, al menos, la exposición de sus cenizas con medallas en el ayuntamiento de Santa Clara. Pero los generales fallecidos son quemados. No habrá necropsia que nos devele la verdad.

Las especulaciones no se hacen esperar. Todo tiene como telón de fondo el 11J. Aparece la teoría de la conspiración de condenas a muerte por infidencia, algo poco probable dada la ausencia de mando sobre las tropas de casi todos. ¿Los irían eliminando de uno en fondo, y tomando días de distancia, al estilo Lavrenti Beria? Estos presuntos insubordinados, abuelos de los que nadie se acordaba, ¿podrían soliviantar a cadetes que pudieran ser sus nietos? ¿Es importante para el régimen que la gente especule que se trata de un ajuste de cuentas y no de un simple y tenaz virus que está matando al país sin vacunas ni medicamentos?

Lo que sí podemos saber es que estos ancianos, excepto el general del Señor Ejercito, podían haber sido de los primeros en vacunarse por su edad y por indicación propia de las Fuerzas Armadas, y que tal vez uno de ellos se negó. En todo caso, con vacuna o sin ella, todos pueden haber muerto de COVID-19 y por la manera en que se convierten en cenizas, y algunos pueden ser ocultados y otros no, el régimen enfrenta la peor pesadilla: un pueblo hambreado, triste, atacado por una epidemia mortal que no respeta nombres ni galones, y para la cual lo único que aparece son unas libras de arroz adicional, y los llamados módulos alimentarios, especie de limosna en forma de víveres.

Después de Chernóbil todo fue diferente. La tragedia fue inocultable. La caída del Imperio del Mal soviético debe mucho a un crimen mayúsculo. Después del 11J, los cubanos de la Isla han hecho visible el fracaso de 62 años de comunismo tropical. No importa que el Designado paleé compost en un trabajo voluntario . Más bien es una excelente metáfora de lo que es él y el régimen que representan: mierda vieja. Ha echado a andar el minutero de la Historia y no hay nada ni nadie que lo pueda detener.

Luego, pueden estarse moviendo piezas en un ajedrez geopolítico para evitar, temporalmente, otro levantamiento insurreccional. Esa jugada no lo verán ya estos generales, quienes llevaron sobre sus hombros y sus conciencias estrellas y ramas de olivo mientras debajo el pueblo sufría seis décadas de infierno.

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