Francisco Almagro Domínguez.
“La Sábana Santa es espejo del Evangelio”.
Juan Pablo II[i].
Bendición en La Habana.
El lunes 29 de Marzo de 1999, en la Iglesia de Santa Rita de la Ciudad de la Habana, el Padre José Félix Pérez , secretario de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y párroco de esa Comunidad[ii], dejó inaugurada, tras bendecirla, una réplica fotográfica al tamaño natural de la Sábana Santa o Santo Sudario, cuyo original se guarda en Turín, Italia.
Tras un largo viaje desde Córcico, Italia, la reproducción llegaba como un presente del Padre Gaetano Fusi al P. José Félix, símbolo de una profunda amistad entre los párrocos y sus respectivas comunidades. Era pues Lunes Santo, y providencia o casualidad, en la iglesia de Miramar había tres turistas italianos de la citada feligresía italiana que ignoraban el acontecimiento. Fue un emotivo y sorprendente acto inaugural.
El P. José Félix nos dice que lo importante de esta muestra, única en Cuba y quizás entre pocas de América, está en su valor catequético. “Acercarse a su historia, al valor como enseñanza sobre la pasión, muerte y resurrección del Señor, a través de la réplica de la tela que le sirvió de mortaja, es algo que debe subrayarse”. La foto fue tomada por el famoso artista italiano Salatino. Ocupa un espacio de 4,37 metros de largo por 1,11 de ancho; a un lado se exhiben fotos y artículos relacionados con la reliquia.
Para concluir la breve entrevista, porque considera más importante la información que se pueda brindar sobre ella, señala el padre: “Sería útil citar, como apoyatura de dicha catequesis, las palabras del Papa Juan Pablo II sobre la Sábana Santa. Esa es la voz más autorizada para hacerlo”. Con esa frase quisimos comenzar este reportaje.
Un poco de historia.
Después de la muerte de Jesucristo no existen referencias en los Evangelios o los cronistas de la época sobre sus pertenencias, ni siquiera de aquellas ropas repartidas entre los guardias romanos el día de la crucifixión. Salvo vagos informes, contradictorios, todo parece indicar que la tela que sirvió de mortaja a Jesús de Nazaret fue llevada a la ciudad de Edesa, Turquía, por un grupo de fieles que la veneraron en silencio hasta el Siglo V; ello es probable debido a la gran persecución que sufrían los cristianos en aquellos primeros siglos.
De allí aparece y desaparece, hasta ser reencontrada en un nicho de la muralla de Constantinopla, destruida por la Cuarta Cruzada. Fue llevada hacia el sur de Francia donde se le construyó una capilla y fue venerada allí por los fieles de Chambery. Una de las últimas mujeres de la estirpe, Margarita, comprendiendo su valor, la entrega a los Saboya, una importante familia de nobles italianos. En 1578, San Carlos de Barromeo pidió reverenciar la Sábana Santa y se puso en camino a la ciudad de Milán. Su salud y la distancia hicieron que los Saboya acercaran la prenda, y esta quedó a medio camino, en Turín (Torino). Al nordeste de Italia, es una ciudad en la región del Piamonte, importante centro cultural y económico desde hace varios siglos. Ha quedado en aquel lugar el Santo Sudario, para el cual el arquitecto Guarino Guarini diseñó la capilla que lleva su nombre.
En 1532, durante un gran incendio —no será el primero ni el último que persiga a la reliquia— la tela sufrió importantes quemaduras y manchas de agua para apagar las llamas. Hace pocos años otro incendio destruyó parte de la iglesia y milagrosamente el lienzo escapó nuevamente al fuego.
En tanto tiempo, muchos han dudado de la autenticidad del tejido, y otros han creído que la silueta humana que aparece en ella es una pintura. La pieza sólo se exhibía cada cierta cantidad de días en tiempos pre—modernos; hace un par de siglos se expone tres o cuatro veces cada cien años. El Santo Padre ha ordenado su muestra con motivo del Jubileo del año 2000.
Lo que la tela nos dice.
En 1898, durante las nupcias de uno de los príncipes de Saboya, la Sábana Santa fue mostrada al público. Era un momento oportuno para fotografiarla por primera vez en la historia. La fotografía no resistiría el engaño: si habían trazos de pincel se podrían rápidamente en evidencia. El fotógrafo S. Pía reveló la foto en la tarde del 25 de Mayo de 1898 y quedó anonadado. Donde estaba la mancha que debía corresponder a la cara había un rostro nítido. Hoy la ciencia dice que el fotógrafo no hizo más que invertir el negativo estampado en la sábana, o lo que es igual, sacó el positivo de un negativo que estaba en la tela.
A partir de entonces la Sábana Santa se convirtió en un objeto de estudio por las más variadas disciplinas y hombres de diferentes credos y aún no creyentes. Los antropólogos y los médicos legistas han estudiado pacientemente las manchas dejadas en la tela y no tienen dudas de que una cantidad significativa de ellas es sangre. El hematólogo Dr Heller, bautista norteamericano, quiso demostrar que tales manchas eran pigmentos, restos de pintura. Le realizó una prueba a la sábana y confesó que mientras descubría sangre humana del Grupo AB, frecuente entre los judíos, “el corazón quería salírsele del pecho”. Conforme a su fe, al médico norteamericano no se le permite aceptar el valor de reliquia alguna, por lo que resulta peculiar su resultado.
Por la silueta, los científicos han establecido en ella fue depositado el cuerpo de un hombre de 1.80 cm aproximadamente, atlético, pelo largo que caía sobre los hombros, tórax amplio y expandido, las manos cruzadas sobre la región del pubis, de unos treinta y cinco años de edad más o menos.
Cuando fue colocado en la sábana, el cuerpo estaba profusamente martirizado; así lo testifican las siguientes huellas dejadas por las lesiones en el lienzo: varios golpes en la cara, en el ojo izquierdo, el pómulo y la nariz, con fractura del tabique nasal; lesiones punzantes alrededor de la frente y del cuero cabelludo, hechos por objetos puntiagudos pequeños —espinas — en forma de corona; el cuerpo estaba desnudo cuando fue flagelado, probablemente por un látigo romano que producía lesiones por arrancamiento; la distribución de los 125 latigazos a cada lado indican que fue martirizado por dos verdugos, de pie: doscientos cincuenta latigazos en total. Las huellas de los pies en la mortaja apuntan que el hombre fue clavado sobre una superficie plana a nivel del segundo y tercer metatarsianos, un pie sobre el otro y que no fueron fracturados; las manos probablemente fueron clavadas a nivel del metacarpo; se creía que un cuerpo no resistía ser clavado para colgar de las manos y varios experimentos en cadáveres han demostrado que existe un área anatómica que puede sostener perfectamente el cuerpo de un hombre.
Se observa también un coágulo que escurre vertical a nivel de la muñeca y se marcan solo cuatro dedos; ello confirma que la persona fue clavada en las manos y que al realizar el acto se lesionó el nervio mediano, contrayéndose el pulgar. A nivel del tórax es posible encontrar una lesión grande entre la costilla quinta y sexta del lado derecho, producida por un objeto punzante, largo y que tal lesión fue hecha después de muerto: la mancha muestra sangre más oscura, separada del suero. Es muy probable, analizando la dirección de la herida y la cantidad de sangre presumiblemente derramada, que halla provenido de la aurícula derecha o el pericardio, una membrana que recubre el corazón.
Hasta aquí esos estudios forenses sólo indican que se trata de un lienzo que sirvió para colocar un cadáver de unos treinta y cinco años, alto y atlético, de pelo largo a la usanza judía, martirizado profusamente antes de ser crucificado, como señalan las huellas dejadas por los clavos en los pies y las manos. El martirizado fue herido después de muerto en el costado derecho y no se le fracturaron los pies, como era costumbre romana para que el crucificado no pudiera erguirse y respirar. La muerte por crucifixión es más por asfixia, al pender el cuerpo hacia abajo e impedir la inspiración, que otras causas como la deshidratación o las heridas recibidas.
Los Evangelios y la Sábana Santa.
Los evangelistas fueron muy precisos en su descripción de los hechos que concluyeron con la crucifixión de Jesús. Lo que la Sábana Santa nos dice encaja perfectamente con sus relatos. En el Evangelio, Lucas escribe que los judíos después de apresarle y llevarle donde Caifás, “comenzaron a burlarse de él y a darle golpes” (Luc. 23-63) y San Juan “uno de los policías que estaba allí dio a Jesús una bofetada en la cara” (Juan 18-22). Así todo parece indicar que Jesús fue golpeado en el rostro por los judíos, imposibilitados de usar el látigo romano, antes de ser llevado a Pilatos. Lesiones estas, como la fractura del tabique nasal y el violento golpe del pómulo, que hablan de prolongados “interrogatorios” que duraron toda la madrugada de la detención.
El marco temporal que ofrecen los Evangelios explica por qué con Jesús se hicieron excepciones desde el punto de vista del castigo y la ejecución. Era la víspera de la Pascua cuando Jesús fue detenido; las ejecuciones no eran permitidas ese día, ni tampoco que los cadáveres fueran exhibidos el día de fiesta. Bien debían apurarse los del sanedrín y por eso llevan temprano a Jesús frente a Pilato: “Los guardias no entraron porque ese contacto con los paganos los hubiera hecho impuros, impidiéndoles celebrar la Pascua” (Juan 18-28).
Pero hay suficientes pasajes en los evangelios que eximen directamente a Pilato de la muerte de Jesús; no lo halló culpable de delito que mereciera la crucifixión que pedían los judíos, y eso hizo que el castigo fuera lo suficientemente ejemplar como para callarlos: “Entonces Pilato ordenó que tomaran a Jesús y lo azotaran” (Juan 19-1). La flagelación con el flagum romano era atípica para estos casos, y el martirio descrito por los evangelistas sólo hubiera sido soportado por un hombre fuerte, atlético y de recia voluntad.
Todo parece indicar que Pilato quiso que Jesucristo no sobreviviera a la flagelación o que fuera tan tremendo el castigo que los judíos quedaran satisfechos y le pidieran dejarlo libre: “Pilato buscaba la manera de dejarlo en libertad”, dice San Juan (19-12). Pero Jesús sobrevivió el terrible castigo y vivo este, se vio Pilato enfrentado a la alternativa de encarar el sanedrín o la simpatía de aquel “loco” que se decía Rey de los Judíos; optó pues por sacrificar a este último, no sin antes lavarse las manos en señal de no complicidad.
Los pasajes siguen con fascinante fidelidad el martirio hasta el Gólgota, la crucifixión y la muerte en la cruz. Pero más asombroso es comprobar que las huellas en el Sudario Santo poseen los rastros de aquel martirio: la lesión en el costado derecho, las heridas en la frente y la cabeza por la corona de espinas, las marcas de los clavos, y la no fractura de las piernas, algo que indica que el reo ya estaba muerto.
Las últimas siete palabras de Cristo en la cruz eran inexplicables; un hombre cuya larga enseñanza y amor lo convirtió en Maestro, como lo llamaban sus discípulos, apenas pudo balbucear frases cortas antes de morir, según los Evangelios. La tela ha relevado que el hombre allí crucificado tenía una gran disnea o falta de aire por la forma en que fue colgado. Eso casi le impedía hablar. Se calcula que sus brazos soportaron durante horas cerca de cien kilogramos de peso cada uno.
Otro punto de interés entre lo contado en las Sagradas Escrituras y los hallazgos de la Sábana Santa tiene que ver con la excepción hecha al cadáver de Jesucristo. Era habitual que los condenados a crucifixión permanecieran colgados para que las fieras o los animales carroñeros destrozaran sus cuerpos. Pero, víspera de Pascua y de Sábado, no podía haber exposición de cadáveres. A fin de cuentas, Jesús no era para Roma más que un judío loco a quién su pueblo había cambiado por el bandido Barrabás. Así que es bien creíble el hecho de que el cuerpo haya sido entregado a sus familiares y amigos tras expirar, como relatan los Evangelios y corrobora la Sábana Santa.
La reconstrucción de los hechos por las Sagradas Escrituras y los hallazgos arqueológicos del lino indican que el cadáver fue colocado en la sábana y rociado con aloe y mirra para ser embalsamado según la costumbre; pero si Jesús murió, como todos afirman, sobre las tres de la tarde y el Sabath comienza al caer el sol, es probable que no diera tiempo para tan prolongado oficio.
De modo que colocaron el cuerpo en la sábana, lo embadurnaron de esencias y lo colocaron en el sepulcro sin ponerle otros vendajes y afeites funerarios como era tradición. El primer día de la semana —domingo— dicen las Sagradas Escrituras que las mujeres regresaron y vieron la piedra quitada. El cuerpo ya no estaba ahí. Las mujeres regresan y cuentan la historia; Pedro no cree: “Pedro partió corriendo al sepulcro. Al agacharse no vio sino los lienzos” (Luc. 24-12).
Las preguntas ahora son: ¿se trata de la sábana que envolvió a Jesús?; ¿hay investigaciones que respaldan la tela de Turín como aquella que dos mil años antes cobijó el cadáver de Jesús de Nazaret? En caso afirmativo, ¿cuál es el margen de error?
Estudios Sindonológicos.
Lo primero que se trató de comprobar fue la data del lienzo, o sea, cuándo y dónde fue hecha la sábana que se toma como sudario de Jesús. La palabra síndone viene del griego Sidón, de origen semítico, y significa tela fina de lino. Todos los estudios que tienen como objeto la Sábana Santa han recibido el nombre de Sindonología, porque a la reliquia se le conoce también como Santa Síndone.
Una de las primeras cosas que quedó bien establecida es que la tela se corresponde con un tipo de tejido que se hacía en unos telares llamados de”dos pedales” que no se fabricaron más después del Siglo I. El material con que está hecha la sábana es lino y algunos elementos de algodón, esta última fibra desconocida en Europa hasta bien entrado el Medioevo. En microscopía electrónica fue posible observar la distribución de las fibras de lino y las trazas del algodón. Se pudo notar también restos de saponaria, una hierba asimismo utilizada en el Siglo I para suavizar las telas.
En los últimos años el estudio del polen de las flores está siendo muy útil en Medicina Legal y Criminología. Podemos decir si un cadáver o una prenda ha estado en un sitio o en varios estudiando los tipos de polen de las flores de las plantas del lugar. Pues en la Sábana Santa se han descrito 49 tipos de polen, y de ellos hay varios que corresponden exactamente a los lugares por donde ha pasado: Turquía, Francia. Italia… Pero lo más interesante es que hay granos de polen de plantas que existieron en la Palestina hace 2000 años y que desaparecieron para siempre desde aquel tiempo.
Todas las sustancias están constituidas por átomos de carbono. El Carbono 14 se utiliza como marcador del tiempo de un objeto dado sus propiedades radioactivas. Este isótopo se produce continuamente por los rayos cósmicos y se incorpora a la materia viva. Una parte del Carbono 14 se desintegra cada 5,760 años, así que midiendo la concentración de este isótopo podemos estimar la data de la reliquia. Las pruebas del Carbono 14 arrojaron que la Sábana Santa !era una prenda de este milenio!
Fue un duro golpe para los que creían en su autenticidad. Un médico norteamericano, aficionado a la arqueología, descubrió más tarde que las piezas antiguas a veces estaban contaminadas con un hongo y una bacteria que hacían aumentar la cantidad de Carbono 14 en ellas. Entonces los científicos calcularon el nivel de contaminación del Santo Sudario !hasta un 20% de la pieza está francamente contaminada!
Pero los hallazgos más sorprendentes de este siglo que termina son los que ha permitido la tecnología humana en la investigación espacial. Es conocido que los investigadores de la NASA, Agencia Nacional para el Estudio del Espacio de los Estados Unidos, desarrollaron equipos para fotografiar las superficies de Marte y otros planetas a través de unas sondas que enviaban las señales a computadoras en la Tierra. Esas imágenes lineales son transformadas en fotografías en tercera dimensión gracias a programas inteligentes. Ellos fueron invitados a fotografiar la Sábana Santa y obtener sus imágenes por computadoras. El primer dato sorprendente es que en el lugar donde están los ojos hay un objeto circular que no se corresponde al órgano sino a una moneda. Los judíos acostumbraban a cerrar los ojos de los cadáveres con ellas. En un acercamiento mayor es posible ver que se trata de una moneda que circulaba en tiempos de Tiberio y tiene, nada más y nada menos que !el cuño de Pilato!. Ese descubrimiento le pone data exacta a la tela: envolvió un cadáver de judío crucificado en tiempos de Tiberio César y Poncio Pilato.
Los investigadores de la NASA se preguntaron siempre cómo era posible obtener aquellas imágenes de una tela. Hoy no tienen una explicación convincente y dicen que hasta aquí ha llegado la ciencia: la silueta del hombre en la Sábana Santa quedó grabada por un tipo de energía radioactiva o desconocida hasta ahora, porque ni el calor ni ninguna otra sustancia conocida es capaz de dejar rastros que puedan emitir señales lineales que sus equipos puedan captar para llevarlos a la tercera dimensión.
No se explican cómo el fallecido pudo salir de su mortaja sin dejar huellas de arrastre, sino que impregnó la tela como si se tratara de una poderosa onda radioactiva o la hubiera traspasado con un tipo de energía desconocida, capaz de hacer dibujar esas imágenes tridimensionales casi dos milenios después. Por otro lado, sería absurdo juzgar de parciales o incapaces a los más importantes investigadores del espacio de este siglo, por cierto, muchos de ellos no norteamericanos.
Llegados a este punto, recapitulemos: la tela parece corresponder a la mortaja de un hombre judío, flagelado y muerto por crucifixión, de treinta y cinco años aproximadamente, atlético, grupo sanguíneo AB, herido después de muerto en el costado derecho y sin fracturas en los pies, sucedidos los hechos en tiempos de Tiberio César y Poncio Pilato en la Palestina. El cadáver no parece haber abandonado el sudario ni ser arrastrado por otra persona, o por la acción de sus propias fuerzas. Según simples cálculos matemáticos, la posibilidad de que ese cuerpo no sea el de Jesús de Nazaret, o que pueda existir otra persona como él, es de uno en más de 1,250 000 000 personas; una cantidad de seres humanos que habitaron el planeta sólo muchos siglos más tarde. Pero se continúan las investigaciones.
Iconografía de Jesucristo.
Algo que tiene a los estudiosos sorprendidos, creyentes o no, es el parecido de todas las imágenes existentes en la historia con la fotografía obtenida de la Sábana Santa en 1898. Se tomaron diferentes pinturas de varias épocas y países, y la imágenes obtenidas del hombre que se supone sea Jesucristo fue procesada por computadoras. El parecido es realmente asombroso: Jesús de Nazaret ha sido pintado por dos mil años con un parecido enorme al hombre del Santo Sudario.
El rostro de Cristo está siendo representado desde el Siglo V, y ya entonces se podían apreciar los golpes en la cara y sus rasgos básicos. Lo fascinante no es que los más disímiles artistas plásticos reflejaran el rostro del Mesías con mayor o menor fidelidad a la fisonomía hallada en la Sábana Santa, porque, a fin de cuentas, bastarían las Sagradas Escrituras para “inventar” un Jesucristo como el que conocemos gracias al arte. Los expertos consideran que lo asombroso está en que es la Sábana Santa la que reproduce con inquietante fidelidad la mayoría de “los Jesucristo” pintados por el hombre.
Algunas preguntas, algunas respuestas.
Un médico mexicano, famoso por sus estudios sobre la Sábana Santa, terminaba su conferencia preguntándose por qué al hombre del Siglo XX se le había revelado parte de este misterio. La fotografía apareció casi al iniciarse esta centuria, y se cierra ella con los aportes tecnológicos de los investigadores de la NASA, sin duda los más importantes de este casi terminado Siglo XX. ¿Por qué nosotros?.
El conferencista dice más o menos: “Dios obra de manera juiciosa. El hombre del Siglo XX se ha cuestionado como ningún otro la Verdad de la existencia de Dios. Los avances en la Ciencia y la Tecnología lo han colocado en una posición de no creer en nada ni en nadie. Esa misma tecnología está sirviendo para develar el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Dios nunca obra de manera explícita, sino que deja un espacio para que podamos creer en El, o no. Los descubrimientos hechos en la Sábana Santa son claros. Todo depende de la voluntad humana, respetada por Dios, para creer en ellos o no”.
En la exposición de la iglesia de Santa Rita, en Playa, hay unas hermosas palabras de un sacerdote argentino que dan parte del título a este trabajo:
“La Sábana Santa es el quinto evangelio que Dios escribió para nuestro siglo”.
Ese testimonio dado al hombre de este siglo y del próximo, puede ayudar a crecer en amor a Dios y al prójimo. Como sugiriera el Padre José Félix, el Papa Juan Pablo II apoya esa idea:
“La contemplación de un cuerpo martirizado ayuda al hombre contemporáneo a librarse de la superficialidad y del egoísmo con los que, muy a menudo, considera el amor y el pecado. La Sábana Santa, haciéndose eco de la palabra de Dios y de siglos de conciencia cristiana, susurra: “cree en el amor de Dios, el mayor tesoro dado a la humanidad, y huye del pecado, la mayor desgracia de la historia”[iii].
[i] Palabras de Juan Pablo II en la Catedral de Turín ante la Sábana santa el 24 de Mayo de 1998. [ii] Agradecemos al P. José Félix la cuidadosa revisión del manuscrito y sus atinadas observaciones; a los fieles de la Comunidad de Santa Rita el apoyo incondicional para la realización de este trabajo. [iii] Ibídem. Publicado en la Revista de la Archidiócesis de La Habana, Palabra Nueva.1999.
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