Francisco Almagro Domínguez
Lo último de la triada para acercarnos a la madurez de la personalidad es evaluar la Escala de Valores. Como su nombre lo indica, es una sucesión de “posesiones” donde damos prioridad a unos valores sobre otros.
Pero… ¿Qué es un valor?
No hablamos de algo tangible como el dinero, las propiedades, el automóvil que usamos, o la casa donde vivimos. Esos son valores materiales. Un valor es algo menos tangible, visible, y sin embargo, identificable.
Dejemos que sea el Principito quien de la pluma de Antoine de Saint-Exupéry nos dijera cosas como estas:
“Las personas mayores aman las cifras. Cuando ustedes les hablan de un nuevo amigo, nunca preguntarán lo esencial. ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio preguntarán: ¿Cuántos años tiene? ¿Cuánto gana su padre?”.
O esta otra:
“Los hombres de tu tierra cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín y no encuentran lo que buscan. Y, sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa”.
Y nos dejó esta otra frase para siempre:
““Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.
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El principito como parte de un proyecto de arte urbano en Funchal (Madeira) Tomado de Wikipedia
Esas “esencialidades” son el amor, la familia, el trabajo, la profesión, la honradez, la sinceridad, la capacidad de sacrificio personal y por los demás. No tienen precio en el mercado. Y son tan básicos para vivir de manera digna y feliz que deben ser enseñados desde la infancia, como dijera San Juan Pablo II:
“La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida”.
Las personas maduras saben lo que buscan, lo que quieren, como lograrlo. Su Escala de Valores va de mayor a menor prioridad. Los primeros son aquellos que le dan sentido de profundidad a la vida. El amor, el trabajo, la profesión, el sacrificio personal y por el otro, la entrega a una causa o idea.
Es lo que llamaríamos Escala de Valores de Larga Duración.
La Escala de Valores de Corta Duración es casi siempre material, inmanente, y carece de sentido de profundidad. Una fiesta, un automóvil, una casa pueden ser importantes para vivir más cómodos. Pero sus esencias son temporales, lo cual quiere decir que podrían aparecer y desaparecer con la misma velocidad que surgen y estar sujetas a circunstancias ajenas como el mercado, el clima, la política.
Los niños tienen escalas de valores de corta duración porque no tienen conciencia de la futuridad. No conocen cómo gira el Mundo, cómo funciona el Universo. Para ellos el juego, los dulces y no hacer muchas tareas son la prioridad uno.
No pueden entender, por su inmadurez, que la vida no es como un juego de video donde se puede volver a empezar de cero; los dulces en exceso son dañinos y el páncreas algún día dirá hasta aquí llegamos; pueden desafiar a los padres porque ellos se lo permiten en casa, y en un tiempo no muy lejano, ningún jefe aguantará sus malcriadeces.
El éxito de un personalidad madura consiste en dar más importancia a los valores de larga que a los de corta duración. Saber posponer la gratificación inmediata y alargar los momentos felices. Si hay un examen final, la persona madura pasa el fin de semana estudiando. Un individuo inmaduro se va de parranda. Un hombre maduro cuida de su casa y evita, como lo haría la mujer, buscar fuera de casa y de su familia lo que no encuentra adentro. Del mismo modo, si se está compartiendo en familia, o con viejos amigos, no se trabaja, no se discute ni de política ni de religión.
Por supuesto, y como sucede con otras formas de evaluar la madurez –sentido de dependencia, fantasías y realidades- debe haber un equilibrio funcional. No todo puede ser estudio, trabajo, casa. Hay que pasear, divertirse, “tirar un cable a tierra” porque de otra manera se es inmaduro también: no se sabe administrar la vida de manera coherente, adecuada al momento y el lugar.
El abandono de los sueños, y el trastoque de unos valores por otros, casi siempre materiales, utilitarios, es el sello de las personalidades inmaduras. La tenacidad, mantener el rumbo de la barca guiándose por una carta de navegación llamada Escala de Valores de Larga Duración, es lo propio de las personalidades maduras, centradas, exitosas.
El piloto-escritor francés Antoine de Saint-Exupéry nos recordó a través del Principito lo que da valor real a las cosas:
“El tiempo que perdiste por tu rosa es lo que hace que tu rosa sea tan importante”.
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