Resiliencia y Cambio (II)
Francisco Almagro Domínguez
En la primera parte de este capítulo discutimos sobre los cambios de primer orden. También llamado Gatopardismo por la novela homónima de Giuseppe di Lampedusa. Según el autor se trataría de que:
"si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
Después tratamos los cambios de segundo orden. Estos ocurren donde el objeto modifica su estructura de manera permanente. No hay marcha atrás pues las reglas que gobiernan el proceso, el resultado, son distintas. Einstein lo diría así:
“si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Por último explicamos la resiliencia, esa capacidad de volver a la forma inicial una vez que se ha dejado de ejercer una fuerza sobre el objeto. Aplicada la resiliencia a los sistemas humanos vendría a ser algo similar a la adaptación posible tras un trauma o evento vital.
De aquí que para una teoría del cambio, o sea, modificar radicalmente algo o a alguien, la resiliencia se convierta en un problema cuando puede ser, en otras circunstancias, una ventaja. Un individuo o una nación altamente resiliente regresa a su estado previo tras la tormenta sin hacer cambios estructurales, de segundo orden. O visto de esta manera: no han aprendido nada.
Aterrizando estos conceptos en la sociedad cubana actual, una explicación plausible de por qué, además del terror inducido, el adoctrinamiento, y el Síndrome de Estocolmo o la Indefensión Aprendida no hay cambios estructurales, se podría explicar a través de la gran capacidad de resiliencia (el liderato castrista usa la palabra “resistencia”) del pueblo antillano.
Muy pocos ensayistas nos han “indagado” tanto como Jorge Maňach. Con toda razón, el régimen comunista cubano elude mencionar su nombre, estudiar y divulgar su obra. Maňach, además de ser un anticomunista confeso, lo cual no es delito sino una opinión política, nos describió hace casi un siglo cuando dijo que, y cito:
“…nuestra mentalidad media carece del sentido de tercera dimensión –la dimensión de profundidad. Vemos las cosas con contornos más que en relieves. Las implicaciones más hondas, los alcances más lejanos, se nos escapan casi siempre”.
La “siempre fiel Isla de Cuba” como la llamaban los colonialistas españoles, fue la última posesión que alcanzó la independencia en América casi un siglo después del resto. Una respuesta honesta del por qué seria admitir que la mayoría de sus ciudadanos no deseaba ser totalmente independiente de España.
Es falso que el Independentismo fuera la corriente mayoritaria en la Cuba del Siglo XIX. El “resiliente” pueblo cubano habría optado por un estatus de autonomismo, como señalan los historiadores más serios. Al menos eso fue muy visible en Occidente, hacia donde, infructuosamente, se trató de llevar la “tea incendiaria” en las dos guerras independentistas.
Si la independencia de la metrópoli hubiera sido deseada por la mayoría, las guerras del 68 y la del 95 no hubieran fracasado ni muerto en ellas una parte importante de sus máximos líderes (Agramonte, Céspedes, Maceo, Martí). Por cierto, la última guerra, la del 95, fue lograda o malograda dependiendo de quién describa las cosas debido a la intervención de una gran potencia en ciernes.
Parecería que esa “falta de profundidad”, de sortear los momentos más difíciles y olvidarlos fácilmente con burlas y “choteo” es evidencia de nuestro alto grado de resiliencia.
¿Podría no haber madurado lo suficiente la nación cubana –instituciones democráticas- cuando le fue arrancada a la Metrópoli de su tutela?
¿Tiene que ver esa inmadurez social con nuestro clima, cambiante, nunca estable? ¿Tiene que ver con los desastres naturales, los ciclones, uno, dos y tres cada año?
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Huracan "Patricia", vista desde la Estación Espacial Internacional (Wikipedia)
Esas tormentas de muerte que se esperan jugando dominó, bebiendo ron bajo la luz de una vela mientras afuera parece acabarse el mundo? ¿O tendrá que ver con la necesidad insatisfecha de tener reyes y monarquias nacionales, peores cuñas al venir del mismo palo?
Lo cierto es que si como dicen la Colonia siguió viviendo en la república de generales y doctores, la llamada Revolución cubana se detuvo, fue abortada justamente cuando podía ser República con todos y para el bien de todos.
El llamado socialismo marxista cubano no es otra cosa que una Hacienda, el regreso a la colonia medieval, con su dueño, mayorales, rancheadores que persiguen y ponen en el cepo a quienes se rebelan. Y esclavos. Algunos se han encimarronado a costa de sus vidas. Otros han perdido toda su vida en barracones hacinados y malolientes esperando por la misericordia de los propietarios de sus almas.
Para que las reglas que han definido los procesos se modifiquen en Cuba ciertas cosas tendrán que suceder tanto en la supra-estructura del poder (ignición del cambio) como en la base, en el pueblo (motor del cambio).
Pero este será tema para el próximo capítulo.
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