Resiliencia y Cambio (III)
Por Francisco Almagro Domínguez
Después de más de medio siglo de establecido un sistema de control total sobre la sociedad, es imposible separar los cambios que suceden en uno (el liderazgo) y otro subsistema (pueblo). La alta resiliencia de ambos actores, ha permitido que naveguen juntos por las procelosas aguas de los cambios mundiales sin hacer modificaciones en sus respectivas estructuras.
La llamada Revolución cubana, un término no apropiado en esta hora, pudo sobrevivir y perpetuarse en los años sesenta, al insertarse en el mundo bipolar de la Guerra Fría durante la crisis de los misiles. En los setentas y ochentas, alinearse con el bloque comunista fue un paraguas militar y económico. Al caer el bloque en los noventa, el régimen pudo refundarse como tercermundista, y al apelar a los desencantados emerge como líder de los “desposeídos”. Ese renacer permitió nuevos aliados en los 2000. Cuando los movimientos de izquierda tomaron el poder en la región vino otra salvación económica y política para el poder comunista.
El pueblo cubano también ha cambiado lo suficiente como para no cambiar. De tener la mayor influencia cultural norteamericana al punto de muchos anglicismos en su lenguaje cotidiano, hizo un rechazo inducido a esta para adoptar la cultura eslava en su peor expresión, el realismo socialista. Y después de la debacle comunista, vino el rescate utilitario de la cultura insular.
El pueblo siguió siendo ese caldero de carnes y viandas al fuego del Trópico que dijera don Fernando Ortiz. Un ajiaco que sabe a todo y a nada. Nada ha cambiado en la estructura interior de la sociedad cubana excepto los actores. La Isla sigue siendo eso, una mezcla de sabores y olores adaptada a la forma del recipiente que la contiene.
Foto Unpash. Alexandra Tran
![](https://static.wixstatic.com/media/nsplsh_c513c5221ac04a8fade24b79a2d04621~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_1470,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/nsplsh_c513c5221ac04a8fade24b79a2d04621~mv2.jpg)
Llegados a este punto, ¿puede, tiene y debe cambiar el “sistema” llamado Cuba?
Un liderazgo vertical, omnímodo, controlador como el cubano, puede hacer lo que quiera. Tiene todos los recursos para realizar de modo rápido o con pausas, cambios que hagan funcional un sistema que, a todas luces, es parasitario, inoperante por medios propios.
¿Tendría que hacerlo? La lógica diría que sí. Si de alguna manera la pretensión es tener una sociedad productiva, feliz, incluso proteger sus intereses, la opción es la llamada “Vía China”, o sea, cambios a medio camino entre una economía de mercado con un control total en lo político.
¿Debería hacerlo? Es evidente que el liderazgo real –el de los nonagenarios dirigentes cubanos- cree que no. Que es peligroso. Que los cubanos no son los chinos. Y algo más: a noventa millas de sus costas hay cientos de miles de compatriotas esperando para volver a sus casas, fincas y jardines. Presienten, los negados al cambio estructural, que la Historia no los absolverá de modo alguno.
De esa manera pudiéramos decir que existe una suerte de “atrapamiento” entre lo que puede y tendría que suceder, y lo que debería. Es el mismo conflicto que enfrenta el pueblo cubano, la “masa” como gustaba a los comisarios políticos comunistas simplificar una sociedad diversa y contradictora.
Los llamados “cubanos de a pie” pueden provocar el cambio. No hay terror, represión que pueda detener una insurrección generalizada. Si el 11J fue aplacado se debió, más que todo, a la incapacidad de articular y amplificar un respuesta común, coordinada. El 11J encendió la llama. El régimen ha hecho de todo para apagarla.
¿Tendrían que hacerlo? Por supuesto. Como dice nuestro himno nacional: vivir en cadenas es morir. Más de medio siglo de socialismo no han hecho más felices a la mayoría de los cubanos. Pero… ¿debería el pueblo luchar por un cambio radical?
También ha habido más de medio siglo de propaganda en contra de moverse a una sociedad de mercado. Propaganda, es necesario decirlo, sin oposición, sin alternativas. Una sola “verdad”: la de los medios en manos del régimen. Luego, de igual forma, el “atrapamiento” involucra al pueblo cubano: el temor a “perder” lo que se cree tener, no importa si es real o no.
La única manera de lograr un cambio de segundo orden es que exista una ruptura del equilibrio que mantiene el sistema en una “estable inestabilidad”.
Ese pudiera ser un buen tema para la próxima entrega.
Comments