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Viaje a la Semilla (Intro)



He tratado de exorcizar de cualquier forma los “demonios” que me persiguen desde “La Beca”. Lo he intentado a manera de ensayo, ficción cambiando nombres y lugares, poesía, la primera de mis irreverencias en el campo de la literatura. Todo ha sido en vano. En lugares que ya he olvidado reposan decenas de páginas amarillas, y en lo discos antiguos, floppy disc, habrá miles de caracteres que ya la humedad y la obsolescencia tecnológica han dado invisible sepultura.

El problema sigue siendo el mismo de que hablara Alejo Carpentier cuando le preguntaban por la mayor dificultad que enfrenta un escritor: encontrar la “forma de decir”. En mi caso particular, y en este testimonio, no encuentro otra que no sea hacer uso de mi memoria y sus trampas: en primera –subjetividad absoluta- persona.

Quizás sea mayor el dilema de ajustarse a una verdad que siempre será personal, subjetiva, a lograrlo como narrativa leíble. Muchos han sido los escritos, obras de teatro, películas, y hasta canciones, como la que compusiera Silvio Rodríguez, para ensalzar o demonizar aquellas instituciones de enseñanza que por miles llenaron la geografía cubana por más de 30 años.

Puede que una buena manera de hacerlo sea solo contar. Dejarse llevar quien sabe si por esas energías que sobrevuelan ciertos excepcionales estados de conciencia -¿musas o azares?- y aterrizan en forma de letras, corcheas y pincelazos.

Luego viene ¿Qué queremos contar? ¿Quién se entera? Pues parece, como todo ejercicio de contrición espiritual, que a uno mismo en primer lugar. Si uno no cree en su propia obra será difícil que otros lo hagan. Potenciales lectores serán los habituales del Blog. A ellos encomiendo las imágenes.

Usando el Blog Habaneciendo van a salir capítulos, y otras pequeñas “ventanas” desde donde poder asomarse a lo que estaba detrás de lo aparente; también alguna reflexión madura -¿dolor, nostalgia?- a la altura de casi la misma edad que pronto tendrán mis nietos, y a la cual al menos tres generaciones entramos a las becas.

Tomo prestado de Carpentier el titulo introductorio del cuento “Viaje a la Semilla (1944). Se me hace curioso por dos razones. La primera porque los viajes al pasado siempre tienen cien cien años de perdón: “El curioso caso de Benjamin Button” de F. Scott Fitzgerald fue publicado por Collier’s en 1922. Alejo, lector impenitente, puede haber leído ese fabuloso cuento. Ambas historias, a pesar de ser diferentes en lugares y personajes, poseen una asombrosa similitud en cuanto a cómo narran la historia de hombres que hacen el viaje de la senectud a la infancia[i].

Voy a viajar a esos primeros días de inocencia y temeridades insatisfechas con la idea de quien, como dijera Don Eliseo Diego, "no poseyendo más/ entre cielo y tierra que mi memoria, que este tiempo" en la página en blanco: "iré bajando línea a línea/ descolgándome a pulso pozo adentro/ sin saber dónde voy ni cómo subo…”

Semillas de Hombre Nuevo. ¿Eso fuimos? ¿Cómo querían que fuésemos? ¿Qué planta somos?

El título se lo debo al propio Silvio Rodríguez, con aquella canción en la cual las becas eran: “…semilleros/hechos con adoquines/de vergüenza, piedra y lucero”.

De modo que, como muchas otras semillas de aquellos canteros, voy a contar mi historia.


[i] Una enfermedad real llamada Síndrome de Hutchinson-Gilford


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